La
mujer del traje de cuero dejó el bolso en la estación. Subió las
escaleras y se perdió con el bullicio de la gente. Solo le quedaba esperar la
llamada de teléfono.
La melodía sonó y se alarmó.
—¿Sí?
—preguntó nerviosa.
—¿Lo
has hecho? —habló una voz varonil.
—Lo
dejé debajo del banco —le
contestó nerviosa.
—Muy
bien, Natalia. Ahora te quiero en casa. ¡Ya! —le ordenó y
colgó.
Un
temblor recorrió su cuerpo dando paso al miedo. Con solo pensar en estar en la
misma habitación que él le
entraba pánico. No entendía cómo una persona podía
cambiar tanto con el tiempo.
De
repente escuchó que alguien le llamaba.
—Señora,
señora —Un
joven se acercó con el bolso.
—¿Qué pasa?
—intentó
hacerse la despistada, como si no fuese con ella.
—Su
bolso. Se le debió de caer —le dijo mientras alargaba el brazo ofreciéndoselo.
Dudó
unos segundos si cogerlo, pero al final lo hizo.
—Gracias
—Observó
cómo el chico se alejaba.
Sin
esperar más se encaminó de nuevo a la estación. No pudo
ir todo lo rápido que necesitaba para no llegar tarde y no hacer enfadar a
Mario. La falda de cuero le impedía dar largos pasos y los tacones no ayudaban.
A Natalia no le gustaba vestir con ese estilo pero su novio le obligaba. Era el
uniforme de sus chicas, como él decía. No le
quedaba otro remedio que obedecer, si no tendría un problema.
El
teléfono
volvió a sonar. Lo miró y dudó en cogerlo. Echó a correr como pudo. Bajó las
escaleras. Vio a una pareja sentada en el banco donde tenía que dejar el bolso.
Maldijo para su adentro. Tenía que esperar a que llegara el tren para que se
fueran. Se sentó en el asiento continuo. El problema era serio. Un pitido sonó,
y la sacó de sus pensamientos. Miró la pantalla y leyó su nombre. Dudó en
cogerlo, pero lo hizo.
—Mario —No
le dio tiempo a decir más.
—So
Puta… ¿Dónde te has metido? Llevo diez minutos esperándote —chilló
como un loco.
—Tu…
tuve que volver a la estación… Un chico me ha devuelto el bolso, debió de verme
—dijo sollozando con un hilo de voz.
—No
te muevas de ahí. Voy para allá. ¡Prepárate! Inútil —Y sin más colgó.
Con
cada segundo que pasaba su miedo aumentaba. Por su mente pasó la posibilidad de
irse. Miró el bolso que nunca abrió y eso que no era la primera vez que le
obligaban a realizar el mismo servicio. Era del tamaño de una mochila y de
color negro. Dudó unos segundos pero al final deslizó la cremallera. Sus
grandes ojos miraron con asombró. Dentro había mucho dinero. No se lo pensó
más, se levantó y salió de la estación. Cuando dobló la esquina vio cómo él bajaba las escaleras a
toda velocidad. Le quedaba poco tiempo para poner tierra de por medio. Se situó
cerca de la carretera para buscar un taxi. No
pasó ninguno, aunque un coche paró.
—Hola,
guapa. ¿Te subes? —No lo dudó.
Abrió la puerta y entró dentro.
Buscó con la mirada la salida
de la estación y lo vio allí plantando, con los brazos en jarra y mirando para
todos lados. Giró la cabeza para esconderse, y se encontró con la mirada
lujuriosa del conductor.
—Eres
muy bonita. Ese conjunto de cuero te queda muy bien. Tienes unas piernas
preciosas —dijo el hombre mientras soltaba una de las manos del volante y se
tocaba la entrepierna.
Natalia
lo miró con repulsión,
pero no dijo nada. Le apartó la mirada. Necesitaba pensar qué hacer. Volver no era una
opción. Recordó
cuando vivió con Sofía,
su antigua compañera
de piso. Fueron buenos tiempos. Trabajaban en una
agencia de viaje, fue así como le conoció. Él acudió con una chica
para organizar un viaje de luna de miel porque se casaban en unos meses. En
ella descubrió la mirada triste como la suya ahora. Mario le obligó a dejar el trabajo, se
basó en que no lo necesitaba estando a su lado.
El
coche paró en un polígono que estaba bastante oscuro. Sabía
lo que iba a pasar, pero no le importaba. Era algo que hacía a menudo cuando cerraba
uno de los negocios. Siempre le ofrecía como cortesía.
El
desconocido se acercó. Llevó una mano entre
sus muslos y empezó a
subirla poco a poco. Se
fijó mejor y comprobó que era bastante guapo, pero olía alcohol y tabaco. Una
pequeña arcada hizo el amago de aparecer. Posó sus labios en su cuello y sintió
cómo le besaba de forma suave.
—Vamos atrás, estaremos más cómodos —le
dijo.
Le
ofreció su mano invitándola a salir. Se acercó a ella y se pegó a su cuerpo.
Llevó sus manos a sus pechos y los manoseó. A la vez restregó su duro paquete
en su pierna.
—Que
bien hueles —Le invitó a entrar a la parte de atrás. Se tendió a lo largo del
sillón. A continuación él se posó encima de ella. Le bajó el tanga y subió la
falda hasta la cintura. Desabrochó los botones de la camisa de cuero dejando a
la vista un sujetador negro. Sin pedir permiso sacó los pechos fuera de él y se lo llevó a la boca.
—Tengo
prisa, no tardes mucho —le dijo Natalia mientras desabrochaba sus pantalones y
dejaba libre su miembro.
—No
corras tanto. Te voy a comer enterita —le susurró en el oído.
Una
hora después le
dejó en la calle dónde estaba la casa que compartió con su amiga. El hombre
quiso pagar,
pero no aceptó, después de
todo no se lo pasó tan mal. Gracias a su aparición pudo librarse de Mario.
Con el bolso lleno de billetes
llamó al timbre. Tardó más
de la cuenta en responder.
—¿Quién es?
—preguntó su amiga.
—Abre,
soy Natalia —Un pitido sonó como indicador de que empujara la puerta para abrir. Subió las
escalera hasta el primer piso. Sofía estaba esperando en la puerta con su
pijama de los Tarta de Fresa.
—¿Qué pasa?
El loco de tu novio no ha parado de llamar, hasta ha venido aquí el muy cabrón.
—¿Te
ha hecho algo? —le preguntó.
—No, tranquila. Ese a
mí no me toca ni un pelo —Cerró la puerta y se sentaron en el sillón. Natalia le contó
todo lo que había ocurrido, pero se reservó lo del tipo del coche. No quería
echar más mierda sobre ella.
Sofía
cogió el bolso y lo abrió. Sacó el dinero y lo colocó en la mesa. Contó unos cincuenta mil euros.
—Niña,
con todo eso te puede ir de aquí y empezar de cero —le animó.
—Y, ¿a dónde voy? —Volvió a
guardar todo en el bolso—. Necesito darme un baño. Déjame
algo de ropa.
Su
amiga entró a su dormitorio, salió con unos pantalones, una camiseta y ropa
interior. Natalia entró al baño. Abrió el grifo de la bañera
y esperó un poco a que saliese el agua caliente. Se desnudó. Su cabeza recordó
fragmentos de su vida. Lamentó los últimos años y
se regañó por llegar hasta el punto donde se encontraba. Se acercó a tocar el
agua y la reguló para obtener a su gusto. Escuchó a su amiga hablar con alguien
y le extrañó. Entró
dentro de la bañera y se dio una ducha rápida. Quería
poner tierra de por medio lo antes posible.
—Ya
he terminado. Tengo hambre, ¿tendrías…
? —No pudo terminar la frase. Se quedó helada a ver a Mario plantado en
el salón al lado de
Sofía—. ¿Qué hace él aquí?
¿Lo has llamado tú?
Su
novio cogió de la cintura a su amiga. La pegó a su cuerpo y la besó. Natalia miró con
asombro con una interrogativa mirada. Se encontró desconcertada.
—¿Qué ocurre
aquí? —preguntó nerviosa.
Se
miraron con complicidad. Él avanzó
hasta ella y la cogió del brazo.
—Pensaste
que me ibas a engañar. ¿Dónde está el dinero? —Le zarandeo tirándola al suelo.
Se levantó con
lentitud observando sus movimientos, temía recibir un golpe. Avanzó hasta el
sillón donde estaba el bolso, lo cogió y se lo alargó. Con brusquedad se lo
arrebató de las manos.
—Sofi, ¿qué ocurre contigo? —preguntó Natalia.
—Ja,
ja, ja… Qué tonta has sido. Tu querida
amiga siempre ha estado a mi lado y antes de que la conocieras. Ja, ja, ja.
Ella me avisó que tenía una nueva compañera de trabajo. ¿Cómo crees. que sabía
todo lo que hacías? —Se acercó de nuevo a ella y le tocó la mejilla—. Solo te
quería usar para los negocios. Esta noche casi me metes en un gran problema.
Mario tiró de
ella con fuerza y casi le hace perder el equilibrio.
—Nos
vamos, pero antes vuelve a ponerte el traje de cuero —Le acompañó hasta el
baño. Se cambió de ropa con rapidez.
—Yo
no voy a ningún sitio. Ya tienes el dinero, déjame en paz. ¡Por favor! —suplicó.
—No
hija. Vas a rendir cuentas. Hay unas personas
esperándote y están muy enfadados —le comunicó con rabia—. No
tardo, Sofi.
Salieron
a la calle. Hacía frío a esa hora de la noche. No se veía ni una mosca en la
calle. Aparcado estaba el coche con Darío al volante.
Subieron y arrancó. No sabía a dónde
le llevaban. Por cada segundo que pasaba su nerviosismo aumentaba y el miedo le
consumía. Llevaban casi media hora en la carretera cuando sintió que la
velocidad del coche se reducía. Paró delante de un gran portón que a los
segundo se abrió. El vehículo
avanzó y recorrió unos metros. Estacionó en frente
de una enorme casa. Dos personas vestidas con trajes estaban esperando. Mario
bajó, ella quedó
dentro. Se acercó a los hombres, le saludó
estrechando las manos y le entregó el bolso.
—No
has hecho perder un tiempo muy valioso esta noche —dijo el individuo que
parecía más mayor—. Nos toca justificar por qué el dinero no estaba en su lugar
de recogida.
—Le
pido disculpa. Tuve un problema con una de las chicas —dijo señalando hacia el
coche.
Natalia reconoció
a esos hombres. Había compartido más de una vez su cuerpo con ellos. El hombre
que no habló se acercó hasta el coche y miró dentro. Una sonrisa sátira asomó
en su rostro.
—Mira a quién tenemos aquí dentro —Ofreció
su mano invitándole
a salir—. Vamos, muñeca. Verás lo bien que te lo vas a pasar con nosotros.
Mario subió al
coche y se fue. Natalia con un llanto profundo y silencioso pudo ver cómo se
alejaba. Estaba aterrorizada. La cogieron del brazo y entraron dentro de la
casa. La puerta se cerró.
Una
semana después Sofia estaba
viendo las noticias. Lo que escuchó le sobresaltó y la cobardía se instauró en
su cuerpo. No esperaba eso.
«Anoche un hombre que
paseaba con su perro encontró a una chica muerta en el descampado situado en
las mediaciones de la universidad de derecho. Parece que la causa de la muerte
fue por una sobredosis. Responde al nombre de Natalia Suárez Héroe
de veintiún años. Vestía un traje de cuero»
Interesante historia ... enhorabuena
ResponderEliminarGracias, Héctor.
EliminarFantástica Historia. Enhorabuena, me ha gustado desde principio a fin. Saludos.
ResponderEliminarGracias, Merche. Me emociona que lo leáis. Besos
EliminarBuen relato, compañera. Enhorabuena👏👏
ResponderEliminarGracias por decir que esta bien. Besos.
EliminarBuen relato. Enhorabuena, compañera👏👏
ResponderEliminarMuchísimas gracias. Besos
EliminarEstá muy bien y me gusta mucho que utilices diálogos. Los echo mucho de menos en algunas novelas y creo que son muy importantes
ResponderEliminarGracias, Sandra. A mí también me gusta los diálogos. Besos
EliminarTe mantiene con la intriga hasta el final. Felicidades!
ResponderEliminarHola. que bueno que mantenga la intriga. Gracias.
EliminarMuy buena historia, felicidades!
ResponderEliminarMe alegro que te parezca buena. Besos.
EliminarMuy bueno, Isabel y muy real.
ResponderEliminarGracias Dolors. Me pongo nerviosa por vuestros comentarios. Besos
EliminarHola, Isabel. Me ha gustado la historia, mantiene el interés en todo momento. Felicidades!!!
ResponderEliminarGracias. Me ilusiona saberlo. Besos
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