La
mujer del traje del traje de cuero dejó el bolso en la estación, sin levantar
sospechas. Ella tenía claro cuál era su misión: matar al que un día la violó. Todavía recuerda el
momento aquel en el que Adrián la pilló por sorpresa, la metió en el portal e
hizo con ella lo que quiso. Nunca pudo olvidar ese olor a alcohol barato, el cómo
la babeaba y cómo la llamaba puta.
-¡Al fin cometeré mi venganza!-
decía la muchacha en voz baja.
¿Que cómo se acordaba de él? Digamos
que cometió un gran fallo: le dejó un papel con su número y dirección. Sí, se
podría decir que el zagal tenía pocas luces y, pese que se aprovechó de ella,
tuvo este pequeño descuido.
Según pasaban los minutos, ella se
iba arrepintiendo de lo que podía ocurrir si Adrián encontraba el bolso y lo
abría. Sentía algo por él: odio y aprecio por partes iguales.
-¿Y
si estoy haciendo mal? ¡Uff! No sé. Creo que debo volver. ¡No! El me jodió la
vida. Debe pagar. Pero… si él me dejó su número y dirección… y ¿si está
arrepentido?
Cambió
de opinión y fue a por el bolso, pese a que, en un principio, quería verle
muerto. En cuanto entró y vio el bolso, respiró aliviada. Se encontraba en el
banco donde le había dejado diez minutos antes de su cambio de parecer.
-¡Pero
bueno, Isabel! Benditos los ojos que te ven.
-Lo
mismo digo, Adrián ¿Qué tal te va todo?
-
No me puedo quejar. Después de hacerte lo que te hice, alguien me debió ver y
vino una patrulla. Pasé tres años en la cárcel y otros tres de servicio a la
comunidad. Hace bien poco me pusieron en libertad condicional.
-¡Vaya!
No sabía nada. ¡Joder!
-¿Qué
pasa, Isa? ¿A qué vienen esas lágrimas? Ven anda, cuéntamelo todo
-¡Dios,
soy una persona horrible!
-¿Pero
qué ocurre? No entiendo nada
-Hoy
te había citado aquí con la idea de que cogieras este bolso lo abrieras y te
explotara en la cara el artefacto que hay dentro para acabar con tu vida. ¡Doy
asco! Me habían dicho que eras una persona interesada, por cómo actuaste creí
que me ibas a hacer mal por eso les llamé. Por eso preparé esta venganza para
que, cuando te volviera a ver pagaras por lo que me hiciste porque no te
importaba mis sentimientos y solo querías hacerme mal. Y si te lo estás
preguntando este es el traje que utilizaba cada vez que quería hacerme la dura,
o hacerle mal a alguien.
-Tranquila,
cielo. Pero antes de actuar, pregunta, habla.
-No
te merezco. Llama a la policía y denúnciame, es lo que me he ganado.
-No.
De hecho nos vamos a ir tú y yo y lo vamos a retomar desde donde lo dejamos. Y
preferiría que te dejaras un rato este “vestido”. Un ratito más, me gusta.
No
podía creer lo que estaban escuchando sus oídos. La estaba perdonando. No se lo
pensó dos veces. Nada más salir de la estación se deshizo del bolso maldito. Y
se fueron a casa.
La
mujer del traje de cuero recibió una maravillosa lección y, por fin, la vida la
sonríe, fue feliz y aprendió a hacer
oídos sordos a las habladurías. Se casó con el hombre de su vida y las malas
lenguas fueron cortadas sin piedad.
Extraños giros argumentales y algo que se me escapa; pero impecable. Enhorabuena
ResponderEliminarEs una historia chocante. Muchas gracias, Luis. Enhorabuena.
ResponderEliminarUna historia diferente. La venganza no es buena consejera. Felicidades.
ResponderEliminarUna historia diferente. La venganza no es buena consejera. Felicidades.
ResponderEliminarEstupendo
ResponderEliminarLa venganza no es buena consejera de viaje, buen relato
ResponderEliminarHola. Un relato rápido que necesite algo más de explicación para algunos interrogantes que me surgieron. Bien narrado. Besos.
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