Como cada día a las ocho de la tarde, nada más llegar, Hugo acciona el diferencial que enciende el router y los equipos. Aprovecha el lento proceso de carga para ponerse ropa cómoda. El tiempo de oficina, con el ritual diario del compañerismo de bar, ha terminado; el trabajo, no. De hecho es ahora cuando, desde su punto de vista, inicia la labor que merece la pena, la que le motiva, la que realmente le importa, la que en verdad le satisface. Ataviado con un ancho pantalón de chándal y su camiseta de un Darth Vader reclutador del Imperio Galáctico, y, a pesar del calor que aún hace en la calle, con una sudadera del Celtic de Glasgow con el trébol de cuatro hojas —maldita incongruencia— que trajo como recuerdo de su última escapada sobre el hombro, sigue el pasillo hasta una extraña habitación. El zulo la llama. Al llegar ante la compuerta activa un nuevo interruptor, se enfunda el suéter y teclea la contraseña de dieciséis dígitos. La luz fluorescente inunda el interior mientras se escuchan una serie de clics al liberarse las cerraduras. Se sirve un poco del Macallan que envolvió la gruesa prenda verde en su vuelo desde la isla en tanto el led cambia de rojo a verde. Los recicladores se toman su tiempo.
Atraviesa el pequeño pasillo, dispuesto
en ángulo para ocultar la visión del interior, y, antes de sentarse, recorre
cada uno de los siete terminales para ejecutar unos programas. Deja el vaso en
una especie de cercado de tres paredes con base absorbente, cerca de la
alfombrilla, se pone las gafas, enciende el monitor curvo de 34 pulgadas y, tras
pinchar tres iconos, se arrellana en el asiento. Sendas imágenes cobran vida.
En dos de ellas corren brillantes líneas de texto a toda velocidad; en la otra,
la página de inicio de un navegador. Crea varias pestañas y abre una cuenta de
correo y otra de Twitter. En cada una de las ventanitas que se multiplican en
el cristal, abre una lista de usuarios, los que desea monitorizar. Con unos
movimientos del ratón traslada las pantallas auxiliares a la que enfrenta y
revisa el código. Satisfecho, se abriga ante el ataque
del aire acondicionado, que ya empieza a hacerse notar, y recompone la que
ofrece las cuatro listas de la red
social.
—Venga, venga, venga, cabrones. Sé que
sois vosotros —dice para sí—. Estoy seguro. Pero ¿cómo os lo comunican?, ¿cómo
os mandan lugar, día y hora? Venga, chicos, dadme una pista.
Hugo, "el pajarito" como le
llaman desde hace poco, está convencido de que su corazonada es buena. Sus
algoritmos de cruce de imágenes sitúan a las mismas tres personas en los
lugares de los últimos atentados que han asolado Europa, desde el asalto a la
sede de "Charlie Hebdo" hasta el atentado de las Ramblas. Casi tres
años de violencia fanática, con ataques suicidas en muchos de los casos, que,
al menos así lo cree él, responden a una estrategia mayor, a una
intencionalidad no tan evidente que ordena las acciones. Y defiende la tesis,
de ahí el mote, de que se comunican vía redes sociales. En la que se mantiene a
pesar de los comentarios jocosos —¡en mala
hora se me ocurrió soltarlo en la reunión informativa! se recrimina de
nuevo—, las risas y las bromas de sus compañeros. O de la mirada
condescendiente de sus superiores. Solo que, ahora, debe trabajarlo desde casa.
Tres horas más tarde, una alarma le saca
de su duermevela. Según sus bots, se ha repetido la pauta: las tres cuentas han
iniciado conversación con una cuarta, de modo simultáneo; pero independiente.
Como en ocasiones anteriores, los mensajes parecen inocuos, cháchara insustancial
y de fuerte contenido erótico con una sextuitera, @Sydonai, cuya actividad tampoco ha llevado a Hugo más que a callejones
sin salida. Cada uno va por derroteros distintos y no mantienen ningún
contacto entre ellos. No están, así lo indican los metadatos asociados, ni en
el mismo continente. Las frases suben de tono, con dobles sentidos cada vez más
explícitos, y Hugo se ríe entre dientes cuando reconoce el origen de las fotos
de desnudo, que ni siquiera pertenecen a la misma mujer. La mayoría de las
veces suelen ser del torso; si bien en algunas ocasiones, como ésta, la cosa va
más allá y llegan al desnudo integral.
Agotado, hacia las dos, decide dejarlo. Sale vaso en mano y, tras desconectar desde el exterior todo lo prescindible, marcha a la cocina con intención de picar algo que acalle los rugidos de su maltratado estómago. Pone música para ahuyentar el opresivo silencio y suena la suave selección de su particular lista: "Melancolía". Levanta un poco el film alimentario que envuelve el plato y se corta un fino "quesito" de bizcocho con el que acompañar una nueva dosis ambarina. Medio sentado en la esquina de la mesa, su cerebro se desconecta mientras mordisquea la esponjosa masa casera. Su mujer le enseñó a hacerlos, poco antes de perder una temprana y desigual batalla con la suerte. Sonríe, no sin amargura, al recordar su luna de miel en Estambul, el único viaje en el que ha sido feliz. Cómo olvidar la cara de Ángela ante Santa Sofía. O aquél pequeño café en que les sirvieron el raki... ¡Coño!¡Claro, eso es!
Algo encaja en su cabeza. La pregunta
que le rondaba ha encontrado su respuesta cuando se ha relajado, cuando ha
hecho reset. Con un respingo que emborracha los restos del pastel, sale
disparado. Conecta de nuevo la sala limpia y enciende el ordenador principal.
Recorre impaciente los "time line" de sus sospechosos y recupera una
fotografía de la última conversación. Tras ampliarla realiza una serie de
mediciones. ¡Eso es! Después
geolocaliza el lugar y, sirviéndose del satélite, confirma su sospecha. Analiza
la toma hasta que da con la ansiada pieza. Basándose en la información
descubierta, aplica los pasos a fotografías anteriores. Acierta. Luego, unos barridos
criptográficos para descifrar el mensaje —facilitado porque conoce el resultado
de una decena de imágenes— y.... ¡Bingo!¡Sí,
sí, sí! ¡Cien por cien! ¡Os he
pillado, hijos de puta! ¡Ya sois míos!
El amanecer le sorprende rematando un informe que encripta bajo el nombre
de "The Police". Lo graba en un lápiz de memoria y lo sube a la nube
segura. Recoge todo y, por primera vez desde hace dos años, el silencio reina
en su sancta sanctorum.
Las ocho. Hugo
antecede al Jefe de Sección en su camino al "briefing" informativo de
cada mañana. Cuando entran en la pequeña sala todo el mundo está muy nervioso. La
ansiedad es palpable. Aprovecha para preparar el proyector y el portátil mientras
su superior se ocupa de los preliminares y pone a todo el mundo en antecedentes.
Por fin, llega su turno.
—Esto es Twitter.
—Risas—. Como veis, @Sydonai es muy
poco activa: apenas diez mil twitts en tres años, sigue a doscientas cincuenta
cuentas y es seguida por otras tantas. Y eso que no está nada mal, ni esconde
sus encantos —la fotografía de la joven desnuda desata un coro de silbidos que
compite con las quejas de sus compañeras—. Pero, aunque no os lo creáis, lo que
hay que mirar no es a la chica. Si os fijáis, días antes de cada uno de estos
atentados se establecen contactos en paralelo con estas tres cuentas. La
conversación es idéntica a otras miles que se desarrollan en la red; pero hay
un detalle que las hace especiales. —Pulsa en el teclado y cambia la pantalla—.
¿Alguien nota algo raro en esta foto?
»Nada, en efecto. De hecho, es de lo más normal. Una muchacha envía una
foto sexy mientras se toma un aperitivo en una terraza. De estas se ven a miles
en Twitter. Pero lo raro es que esta es ella de verdad, sin trucajes. Al menos
en lo que a la chica se refiere. Si os fijáis, al fondo se ven dos minaretes.
Es la Rüstem
Paşa, en Estambul. ¿Aún nada? Alguien puede explicarme cómo una bella joven se
toma una cerveza tan pincha... ¡a menos de cien metros de una mezquita! Eso me
hizo centrarme en la botella y descubrí que es lo único que se ha variado, pues
la contraetiqueta se ha incluido sobre la imagen real. Tras pasarle el
"diccionario" este es el mensaje —nueva diapositiva—. Realizada esta
misma operación con las tomas previas al resto de los atentados, de los que por
desgracia conocemos muy bien el lugar, la fecha y la hora, la coincidencia es
del cien por cien.
—Pues sólo nos
queda una cosa antes de ponernos a trabajar contra reloj para evitar una nueva
masacre. —Es el Jefe de Sección el que habla—. ¿Cómo denominamos a la
operación?
—¿Operación
"Naufrago"? —propone alguien—. Al fin y al cabo, la pista nos la han mandado
con un mensaje en una botella.
He estado todo el relato pensando en cómo ibas a encajar la historia con el mensaje en la botella. Genial! Me ha gustado mucho. Enhorabuena, Héctor.
ResponderEliminarMuchas gracias, Iván. Quería darle una vuelta de tuerca y salirme de lo obvio. Además, es mi promera incursión en el género, así que doblemente contento.
EliminarMuy bien planificado. Enhorabuena, Héctor. Me ha intrigado desde el inicio y el final está muy logrado. Gracias. Un abrazo.
ResponderEliminarNo hay como ponerse retos, Merche. Estimulan el ingenio. Y si quiero estar a la altura de los compañeros de curso y del nivel del profesor, toca apretar meninges. Que os haya gustado -esa es la principal pretensión-, me encanta. Gracias por comentar.
EliminarHéctor le has dado al relato mucho suspense, muy actual y con un final inesperado. Felicidades me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMe alegran mucho tus palabras, siempre cálidas. Un abrazo.
ResponderEliminarJolí,n Hector; el relato esta genial!!! Deberías seguirlo y hacer una novela. Me has tenido pillada desde el principio. Me encanta!!
ResponderEliminarMe abrumas. No es lo mismo enfrentarse a un argumento largo, a mezclar subtramas y secundarios. Muchas gracias por los ánimos. Y me lo voy pensando, a ver si me decido.
ResponderEliminarno lo piensen mucho y anímate. Ahi hay un filón
EliminarMe ha gustado mucho, Hector. Muy diferente, con un tema muy de actualidad; está uno pendiente de todo el desarrollo de la historia, y como dice Ivan, pensando en dónde encaja lo del mensaje en la botella hasta que se llega al final. Genial!!
ResponderEliminarMuchísimas gracias. Como he dicho en alguna respuesta anterior, quise salirme de lo que parecía más obvio. Me alegra haberos "pillado".
ResponderEliminarMe ha pasado lo mismo que a Iván, jeje. ¡Muy bueno y original!
ResponderEliminarMuchas gracias.
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