¿Puedo decir que me llena de orgullo y satisfacción? Jo, todos los viernes quero hacerlo, pero está muy visto. Hay grandes frases y dichos en la historia que repito y repito, y de muchos años atrás, de cuando la línea más importante era la del bingo y no la de WhatsApp (cantarla era más fácil que hacer cantar a tu pareja para ver con quién raja tanto como que no quiere la cosa). La mayoría las inventé yo, pero otros las dijeron antes… (Ahora nadie me cree).
Sí, me llena de
orgullo y satisfacción. En cada intro de Mini relatos honoríficos hablo largo y
tendido de mi vida, y dejo al descubierto datos interesantísimos (no le
interesa a nadie lo más mínimo, pero me hace ilusión. En mi barrio dicen que de
ilusiones vive el tonto de los narices, o algo parecido (nunca se me dio bien
la rima). A este paso tendré que escribir un diario sobre mi vida, pero tengo
la sensación de que el mundo me acusará de plagiar a un tal Iván. ¿Veis? ¡Tuve
la idea antes, jolín! Da igual…
Me hace ilusión
escribir estas mini introducciones todos los viernes; sin embargo, la de hoy
tiene doble ilusión por mi parte, y si las seis o siete personas que se han
leído mis obras, me dan el aprobado, a ellas también debería alegrarles, y por
dos motivos: uno, porque llega un nuevo Mini relato honorífico; y en segundo
lugar, porque si no llega a ser por Tere, hoy yo no estaría aquí. Fue mi
primera antóloga, la persona que se encargó de que mi nombre (y además
respetándome, porque a medio mundo le cuesta entender que mi nombre compuesto
fue idea de mi madre, y sin preguntarme si estaba de acuerdo. José Losada es lo
único que tiene que figurar en los textos, y Tere me lo respetó) apareciera por
primera vez en un libro, en concreto, en mayo de 2016. Bastó un cuarto de hora
porque enseguida me aceptó el relato (me explayo más en los agradecimientos de
Al borde de la locura, pero solo lo menciono por encima para no hacer spoiler).
Se llama El gato blanco, y el libro Generación Subway IV, homenaje a Edgar Allan
Poe, donde más de sesenta autores rendimos homenaje a este gran autor.
Posteriormente, he
tenido el placer de aparecer con Tere en otra antología más: Kalpa 16, ecos de Bécquer. Y si no
recuerdo mal, ya se llega por la décima edición.
Leí un libro donde
aparecía ella y me enamoré de su historia. Fue la que más me gustó de todo el
libro (y no miento. Soy de todo menos mentiroso). Ya había conocido a Tere pero
no nos presentaron, así que tuvimos que empezar a conocernos a través de las
redes. Y luego ya sí, nos vimos en la feria del libro de Madrid, donde cabe
destacar el buen rollo que tuvimos ese día entre compañeros y amigos, y que un
taxista me timó porque se le antojó hacer la gracia. Me han dicho que en esa
ciudad solamente hay unos doscientos taxistas. Siempre que voy pillo taxi para
ver si me encuentro con este señor tan simpático y conversamos animadamente (hasta
ahora llevo seis carreras de 12€ cada una dando vueltas por La Castellana, y
nada. Nos encontraremos).
Me pongo serio porque
en verdad se lo debo todo a Tere. Aparecer en esa antología me fue abriendo
paso en este mundo, y ya he conseguido un lector y medio más que en 2016.
¡¡Bravo, Jose!!
Además de una gran
escritora (hacedme caso porque merece mucho la pena) es una de las personas más
simpáticas y agradables que he conocido en mi vida. Hace un año que no nos
vemos, pero pronto viajaré a Madrid para verla (jo, ahora vais a decir que
estoy mintiendo y lo hago para pillar al taxista. No se puede hablar).
Juro que es una de
mis escritoras favoritas, con historias de esas que no se ocurren con
facilidad. Las personas que escribís sabéis lo difícil que es explicar en
letras lo que va diciendo la cabeza, pero Tere convierte lo difícil en sencillo,
y de una forma que nos lo hace entender a la perfección. Hay mucha gente que escribe
y muchas ideas repetidas, todo muy visto. Con Tere no ocurre eso.
Solo puedo ofreceros
un relato, pero pondría los cuatro que me ha dado para elegir; y si pudiera,
haría lo mismo con sus novelas y con lo que he leído de sus antologías, pero me
pegaría una paliza y quiero seguir teniéndola como amiga.
Cada vez que leáis un
libro mío, recordad que todo nació gracias a Tere Oteo, y eso me dejará más
tranquilo; cada vez que leáis un libro de ella, pasad de mí olímpicamente y
prestad atención a lo que os cuenta.
Os dejo el enlace de
Cuando sabes que estás muerta, por si os gusta lo que nos cuenta hoy. Estoy seguro de que
sí.
https://www.casadellibro.com/libro-cuando-sabes-que-estas-muerta/9788494733420/5983285
https://www.casadellibro.com/libro-cuando-sabes-que-estas-muerta/9788494733420/5983285
¡¡Miles de gracias,
Tere!! Beso fuerte.
Hasta la semana que
viene.
Necesitaba vacaciones
No
era esta mi intención, Dios lo sabe, o el diablo, o mi conciencia, si es que
tengo. Yo vine aquí buscando unos días de tranquilidad y relax, lejos del
estrés, de la rutina, del trabajo.
Mi
único objetivo era desconectar del ordenador, del correo electrónico, del
teléfono móvil, pero las cosas se complicaron y la situación se me fue de las
manos.
Al
principio todo parecía normal. Una urbanización tranquila, un «Melrose Place» a
la española: piscina, jardines, zona de barbacoa, bungalows individuales…
Podía
escuchar el silencio, era como estar en el Hall
de la Nada.
Solo
Rosa en el 122. Rosa y su marido con su pijama de rayas. A las ocho ya estaban
en el jardín: ella, el marido, creo que se llamaba Benito, y el pijama de
rayas. Pero no molestaban. Tan solo aquella veleta multicolor girando en la
entrada de su casa producía un pequeño cortocircuito en mi cerebro, nada
preocupante.
Luego
llegaron los alemanes, es cierto, lo reconozco, aquellos dos niños tan rubios
comenzaron a estresarme, a desestabilizarme.
Y
cuando quise darme cuenta los vecinos del apartamento contiguo bañaban a su
perra en el jardín con el agua helada de la manguera, sentí pena por aquel
animal.
Y
el jardinero con el cortacésped deteniéndose a hablar con cada vecino que veía
en la puerta de su casa, y el señor de la empresa de mantenimiento limpiando la
piscina y colocando las piedras del camino que se habían levantado con el frío
del invierno: pom, pom, pom (taladraba mis neuronas).
Y
el perro de Rosa, que decide explorar la urbanización en solitario, y su marido
con el pijama de rayas, y la veleta girando, y el ruido de las ruedas de un trolley que acaba de llegar agarrado a
unas manos que buscan despistadas el chalet que coincida con el número que
aparece en las llaves que les han entregado en recepción. Y gente que habla y
no puedo ver ni entender lo que dicen, y el vecino de Rosa barriendo el porche
y el del cortacésped que no acaba nunca, y Rosa que saca la basura, y el pijama
de rayas, que fue el primero en mancharse de sangre.
Yo
solo quería escribir un relato de cine.
Supongo
que esto puede servir como declaración de culpabilidad o como anexo a mi
necrológica.
Un saludo, Teresa. Al ser un relato con un final explosivo, es de mis favoritos, me quito el sombrero y te doy la enhorabuena. Muchas gracias.
ResponderEliminarHola Merche, muchísimas gracias a ti por leerme y por tus palabras. Intento buscar finales que descoloquen, creo que es lo más característico de mis textos. Me alegra que te haya gustado.
EliminarUn beso!!
Me has dejado cao, Teresa. Lo ultimo que esperaba es un final asi, tan súbito. Genial
ResponderEliminarHola Ana, si te he dejado k.o mcon el final, misión cumplida :), puedo darme por satisfecha, es lo que busco.
EliminarMuchísimas gracias por leerme y dejar tu comentario.
Un beso!
Jose, muchísimas gracias a ti por cederme un huequito en tu fantástico blog y por tus palabras que son, sin duda alguna, exageradísimas :))
ResponderEliminarSabes que te quiero mucho y que te deseo lo mejor siempre, espero que nos veamos prontito y sigamos compartiendo momentos y letras.
Un beso enorme y muchísimas gracias por todo!!
Nada que agradecer, Tere; y de exagerado nada, Jajaja. Yo también lo espero. ¡¡Un besazo!!
EliminarPerfecto ese "crescendo", que nos empuja hacia el giro del final; pero también nos sumerge en la espiral que gira, cada vez a más velocidad, hasta desquiciar al protagonista y, en cierto modo, al lector, hasta que todo estalla. Un placer descubrir esa locura.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Teresa
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