Eran las
siete de la mañana cuando sonó el despertador. Charlotte tenía demasiado sueño,
pero no deseaba llegar tarde el primer día de universidad, de modo que se
desperezó y se levantó despacio. Fue al servicio para constatar una vez más que
no tenía sentido. No tenía necesidades fisiológicas, no necesitaba asearse, ni
peinarse, ni lavarse la cara o la boca. Y, para colmo, tampoco se veía en el
espejo.
Le estaba
costando mucho adaptarse a esta nueva vida. Odiaba cuando oía: “Los fantasmas
no existen”. Siempre le daban ganas de asustar a quien lo hubiera dicho. O al
menos, jugarle una mala pasada. Pero ella era buena; no podía hacer estas cosas.
Siempre se comportaría con bondad ante los demás, estuvieran vivos o muertos.
Al principio
le había dado miedo: sí, un fantasma con miedo. Miedo a esa vida, a ser un
fantasma. ¿Cómo podría adaptarse a esta nueva situación? Lo bueno es que había
llegado aquí sin una sola herida. Si hubiera tenido que sangrar, Charlotte
creía que habría muerto varias veces a la vez. Y con todos sus temores,
aterrizó en un lugar extraño, pero enseguida vio a los demás, y eso le hizo
comenzar a tener confianza.
Sin embargo,
lo más impresionante de todo es que ¡LA VEÍAN! Siempre refiriéndonos a los
demás fantasmas, claro, ya que sólo los espectros podían detectarse entre
ellos. Pero es que no había habido ser humano más transparente que Charlotte en
el mundo de los vivos. Podían pasar horas sin que nadie notara siquiera que
ella estaba allí. No era interesante, no tenía una conversación amena, ni
gustaba a nadie. Por el contrario, en el mundo de los muertos, aquel hombre se
había fijado en ella el primer día.
Se acercó a
ella y le dijo:
—Hola, soy
Jose Luis. ¿Cómo te llamas?
—Charlotte
—respondió ella temerosa, como siempre.
—¿Acabas de
llegar? ¿Qué te ha ocurrido? —preguntó él con una sonrisa.
—Me atraganté
con un osito de gominola.
Jose se rio
al escuchar ese comentario. Charlotte bajó la cabeza de nuevo. Ni para morir
había sido original: ahogarse con un osito de gominola era la mayor estupidez
que se le podía ocurrir, pero es que había sido cierto.
—¡No me lo
puedo creer! Es la muerte más original que he oído desde que estoy aquí. ¿Sabes
dónde ir? ¿Te ayudo?
Charlotte
volvió a alucinar al ver que su historia interesaba a alguien. Enseguida
respondió:
—No tengo ni
idea de dónde ir, ni qué hacer, la verdad.
—Tranquila,
yo te ayudo. Mira, ve a aquel edificio y pregunta por la Señorita Van Darven.
Ella es la directora del colegio mayor. Te ayudará a buscar alojamiento mientras
estás aquí. Imagino que tendrás que ir a clases; seguirás estudiando, ¿no?
—Si no puedo
librarme… —respondió ella sin mucha ilusión.
—Soy profesor
de lengua en la Facultad de los Muertos. Seguro que seré tu profe. Nos veremos
pronto, Charlotte.
En cuanto
entró en el rectorado, la envolvió el buen rollo de dicho lugar. Era curioso,
de repente le apetecía enrolarse en esta vida tan extraña.
—Hola, chica
nueva. ¿Quién eres?
—Hola, chica
guapa. Pasa de mi hermano.
A izquierda y
derecha de Charlotte habían aparecido dos increíbles jóvenes, guapísimos, con
unas preciosas sonrisas perfectas, sendos pares de ojos azules y verdes como
para perderse en ellos, y cabello rubio y castaño claro, respectivamente.
Nuestra protagonista creyó estar en un partido de tenis, pues no dejaba de
mirar a un lado y al otro para comprobar que, aunque eran sorprendentemente
parecidos, se trataba de dos jóvenes diferentes.
—Yo… Eh… La
verdad es que… Bueno, me llamo Charlotte y he muerto hace unas horas.
—Hola,
Charlotte. Soy Luca. Soy vampiro y morí hace quince años. Estamos aquí para
hacer la matrícula, porque el curso comienza mañana. No te asustes porque
seamos vampiros. Sólo mordemos a los vivos. ¡Jajajajajaja! ¿Podemos ayudarte?
—le explicó el gemelo rubio.
—Ciao, bella. Io sonno Piero. Puedes venire conmigo y te ayudaré en tutto
lo que necesites. De todos modos, te garantizo que me encantaría morderte la
yugular, preciosa —Esta vez habló el otro hermano.
—Hay un
problema en todo esto… Yo… Eh… Tengo fobia a la sangre. De modo que mejor, lo
dejamos aquí, ¿vale? Ha sido un placer conoceros, chicos —respondió Charlotte,
literalmente temblando de pavor.
—No, no, no,
no, no y mil veces no. Aquí no se deja nada —replicó Piero, sujetando a la
joven fantasma de un brazo. Era curioso que aquel agarre sí surtiera efecto.
—Mira,
preciosidad. Como te hemos dicho, no mordemos a los muertos. Y, cuando vayamos
a alimentarnos, tendremos cuidadito de que no andes por ahí cerca. ¿De acuerdo?
—aclaró Luca.
—De acuerdo.
Podremos intentarlo —les respondió ella.
A Charlotte
le habían caído genial los hermanos vampiros, de modo que se dejó asesorar y
ayudar por ellos. Al cabo de un rato, ya había terminado todos los trámites.
—¿Y qué se
supone que se hace ahora, chicos? —preguntó ilusionada.
—Bueno —respondió
Piero—, tú no comes y nosotros no chupamos la sangre de muertos, de modo que,
si quieres, podemos ir a dar una vuelta por el campus, escuchar música, ver
alguna película y pasear… Eso sí: tú y yo solos. Busquemos el modo de dar esquinazo
a mi hermano, ¿quieres?
Charlotte
estalló en carcajadas. Piero era un conquistador y la tenía obnubilada. Además,
era tan perfecto… Pero lo que más le llamaba la atención de él era que la
consideraba linda. Ella que había pasado absolutamente desapercibida entre los
vivos, que nadie había reparado en que estaba muerta hasta unos minutos más
tarde, ella que no era casi nadie en vida… ahora resultaba atractiva a un par
de bombonazos que no le quitaban ojo.
Pasaron la
tarde más hermosa de su vida, aunque técnicamente ésa ya no era su vida, sino
su muerte. Charlotte comenzó a pensar que estar muerta era lo mejor que le
había sucedido. Por la noche, los hermanos la acompañaron a su residencia y
ambos la despidieron con un beso en la mejilla. Si bien, el beso de Piero se
acercó sospechosamente a la comisura de sus labios.
Y al fin hoy
comenzaban las clases. Tenía que estar a las ocho en punto en el edificio interfacultativo.
Pero al bajar a la calle, sus maravillosos acompañantes estaban esperándola. El
camino hasta la facultad fue agradable. Ellos siguieron poniéndola al tanto de
todo lo que había ocurrido en aquellos días. Al llegar al “inter” Luca se
acercó a dos chicas que estaban esperando en las escaleras de entrada. Las
saludó con dos besos y se acercó a su hermano y a Charlotte.
—Chicas, os
presento a Charlotte. Llegó ayer mismo, de modo que necesita ayuda —Y
dirigiéndose a la chica, le dijo—. Ellas son Emma y Silvia. Son brujas. Llevan
tres y cinco años entre los muertos.
—Hola, linda
—le saludó Emma.
—Encantada, preciosa
—secundó Silvia —. Tenemos clase de lengua a primera hora. Verás cuando
entremos, al bombón del profesor. Además, te ayuda mucho a la hora de escribir
textos. Todas las dudas que tengas, se las puedes preguntar.
—¡Y tanto!
—rio Emma a carcajadas, mientras se dirigían a la clase—. Silvia le pregunta
hasta cuando no tiene dudas. Lo que sea por hablar con él.
—Lo conocí
ayer mismo, al llegar. Me pareció muy majo— aclaró Charlotte, sentándose con
sus amigos, en la primera fila.
—Callaros ya,
cotorras. La clase va a comenzar —les reprendió Piero, dejando entrever el
pellizco de los celos.
—Buenos días,
clase —saludó el profesor—. Como la mayoría sabe ya, tendremos eclipse de sol
dentro de una hora. Por esa razón, daremos la clase en el cementerio. Recoged
vuestras cosas y dirijámonos allá.
Muchas gracias, profe. Me encantó escribir este relato. Ojalá los demás lo disfruten. Besos.
ResponderEliminarGracias a ti por escribirlo. Un beso
EliminarYo sí lo he disfrutado, Mary Ann, aunque esperaba que, en cualquier momento, surgiera una escena calentita...¡Enhorabuena!
ResponderEliminarGracias, Laura. La verdad es que no cabían, por dos razones:
Eliminar- En primer lugar, a pesar de no dar miedo, la condición de estar basadas en Halloween, me hacía difícil derivarlo hacia la erótica... Aunque sí he dejado entrever mi lado romántico. claro...
- En segundo lugar, quería intentar escribir otro-s género-s. Y creo que no se me dio tan mal...
Lo dicho: mil gracias por entrar y comentar.
Besos.
Què bueno! También esperaba una escena... para ver sudar al profe ajaja
ResponderEliminarjajajajajaja... Gracias, Jossy
EliminarMuy bonito Mary Ann.
ResponderEliminarGracias, Lety.
EliminarMe ha gustado mucho tu elegancia, Mary. Felicidades!
ResponderEliminarMuchas gracias, preciosa
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