Berlín, 1942.
La segunda guerra mundial estaba en plena
ebullición, aunque ya no duraría mucho. El silencioso pasear de la gente denotaba
tensión, miedo. La ciudad, tras el paso de las bombas, tenía un aspecto
lúgubre. Las últimas ráfagas de metralleta habían dejado un rastro de muerte y
dolor. Pero, como todo en la vida, siempre había alguien sin temor a la muerte,
y menos si es alguien que puede llevar información valiosa. Ese era el caso de
Alvi: un chaval de catorce años y cara angelical; ojos verdes, bastante
enclenque, débil y gandul. Nadie podía desconfiar de él ya que, a simple vista,
parecía un chico sin gota de maldad. Lo que nadie sospechaba era que guardaba
una manía: espiar conversaciones ajenas. Por eso se ganó la confianza del
ejército aliado.
“Último mes de guerra. Hitler ya se está oliendo la
tostada. Todos sus altos cargos le guardan un secreto: su ejército no ha puesto
en marcha el último avance. Cree que son ideas absurdas suyas y sigue con el
plan acordado. Himler y compañía saben que si se entera el führer se puede
preparar una gorda. Me reuniré con ustedes en breve en la plaza del reichstag.
Estaré en el rincón de siempre. Atentamente, Alvi”.
Y así lo hizo. Después de que los aliados
recibieran esta misiva, llegó el chico al lugar indicado:
-Hola, muchacho. ¿Sabes algo más?
-¿Tiene mi dinero?
-Si, pero ya sabes el trato: primero nos
entregas la información y nosotros luego te pagamos. Así que cuéntanos más, o
si no, no cobras.
-De acuerdo: Hitler se ha reunido con sus
altos cargos esta mañana. Ha dado órdenes de seguir con el plan fijado. Ellos,
al no poder guardar la alta traición hacia el führer, deciden cantar. Se pueden
imaginar la que ha montado el III Reich.
-¿Quieres decir que podemos ganar la guerra?
-Hombre, al menos, fácil lo tienen, mi
teniente.
-Gracias, muchacho. Al fin tu manía de espiar
sirve para algo. Toma tu dinero. Verás que hay as de lo que esperabas.
Disfrútalo… si puedes
El muchacho enclenque regresaba a casa. Pero
sucedió algo con lo que no contaba. Los aliados descubrieron que él trabajó
para los nazis en el periodo “de paz” antes de que la II Guerra Mundial
arrancara Entonces, ¿por qué se “unió” a los aliados? Por arrepentimiento, pero
le sirvió de poco. Cuando quiso huir, recibió un tiro por la espalda, delante
de sus padres.
-¡Mi hijo! ¡Habéis disparado a mi hijo! ¡¿Por
qué?! No te mueras, mi niño, te lo ruego…
-No se preocupe, madre. Coja el dinero y
váyanse. Yo estoy en paz, recibí lo que merezco.
-¡No! ¡No te mueras!
-Adiós, madre, dele un abrazo a padre; dígale
que le quiero. Si hice esto fue por llevar algo de dinero a casa. No me guarden
rencor.
Nada pudieron hacer por Alvi. Murió en mitad
de la plaza. Se acabaron sus andanzas. Al día siguiente le enterraron y en su
lapida pusieron un escueto epitafio:
“DEJA DE CONTAR”
bueno espero que os guste
ResponderEliminarMuy bien, Luis, felicidades
ResponderEliminarmuchas gracias la verdad que para ser la primera vez que escribo algo relacionado con la guerra estoy bastante contento
EliminarBuen relato👍👍
ResponderEliminarPues tú, sigue contando. ¡Muy bien!
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