En ocasiones todos cometemos locuras; sin embargo esos instantes de nuestra vida nos indican que un pequeño gesto puede arruinar más de una vida.
Este era el caso de Olivia. A primera vista podríamos
pensar que era una chica normal, nada fuera de lo común, con una vida como
cualquier otra adolescente de dieciséis años: morena, ojos negros, complexión
delgada, aunque poco desarrollada para su edad…
Su obligación principal era estudiar, sacar buenas notas
y, disfrutar de esa época donde las hormonas y los cambios físicos inundan el
cuerpo sin darse cuenta, además de descubrir las amigas de verdad, las
envidias, los celos y el primer amor… cosas que cualquier adolescente debía
vivir.
Como indiqué al principio, Olivia no era como
el resto. Desde muy niña fue muy diferente al resto. Tenía un trastorno
obsesivo compulsivo, y su cerebro era incapaz de tolerar la ansiedad o el
estrés; de ahí, su necesidad de mantener todo bajo control.
Esta conducta la llevó a aislarse de todos. Solamente
sus padres que la quieren con locura, la comprendían y respetaban su espacio.
Ante sus compañeros de clase era un “bicho
raro” que sacaba buenas notas y hablaba sola por los pasillos. Pero no era así,
Olivia, con el tiempo, había conseguido controlar muchas de sus manías, aunque
seguía manteniendo la de contar todos los pasos que daba en voz baja. Este
gesto hacía que el resto de adolescentes la miraran raro y no se aceraran a
ella, de tal modo que deambulaba sola por el instituto, comía sola… En raras
ocasiones se relacionaba con el resto, solamente cuando se veía obligada a
hacer trabajos en grupo o charlar con otros de su misma edad. En esas
situaciones su nivel de ansiedad se disparaba, también sus manías y, se acentuaba
su trastorno psicológico, dándole la razón a sus compañeros cuando decían que
era un “bicho raro”.
Sus profesores estaban al tanto de todo y
sabían que ella era especial, dándole un trato de favor en ocasiones; pero
tenía una medicación para reducir al mínimo su estrés. No obstante, había
algunos que no compartían la determinación de tratarla de forma diferente.
Ese ere el caso del profesor de educación
física: Andrés. Se había incorporado como profesor en el último curso. Era un
hombre tosco y machista, y su único objetivo era trabajar para vivir. No tenía
vocación ni le gustaban los adolescentes. Muchos de los alumnos le temían.
Durante el primer trimestre, Olivia tuvo
varios episodios de ansiedad, teniendo que llamar a sus padres y, en más de una
ocasión, correr con ella a urgencias, pues no conseguían calmarla, y todo
porque el profesor de educación la obligaba a interactuar con el resto de la
clase; jugando un partido de baloncesto, por ejemplo.
Su madre y el otro docente intentaron hablarle
de la extraordinaria situación de Olivia, pero no quiso atender a sus
explicaciones. Para él, resultaba muy simple: la chica era una paria social por
culpa de todo su entorno. Aquella conducta no la ayudaba.
Esa conversación resultó muy acalorada, pues
el profesor no pensaba cambiar de opinión. En vista de las circunstancias, los
padres de Olivia intentaron cambiarla de instituto, pero ningún director estaba
dispuesto a hacer las concesiones con ella; por el contrario, opinaba como
Andrés.
La chica debía adaptarse al sistema.
La ansiedad y frustración estaban siendo
máximas en la adolescente porque era muy consciente de lo que se acontecía a su
alrededor, sobre todo, cuando tenía que acudir a clase de Educación Física. En
más de una ocasión, se había escondido en el cuarto de mantenimiento para no
tener que ir.
Olivia sufría, y mucho; era incapaz de lidiar
con sus emociones.
Hasta que un cuatro de febrero, la joven no
aguantó más y se suicidó. Se había tomado toda su medicación junta, pues no
quería seguir sufriendo. Su madre la encontró al día siguiente, fría y muy
quieta. Un cuerpo inmóvil yacía en la antigua cama de su pequeña, de su niña,
de su Olivia.
Ella consiguió su objetivo. No iba a sufrir
más, pero para sus padres ya nada sería igual. Habían perdido a su ser más
querido: a su hija.
Todos achacaron el suicidio al profesor, por
no tratarla de forma diferente. Otros, al instituto y a los padres, por no
obligarla a adaptarse al sistema. Todos opinaban, pero nada podía consolar a
esos padres. Nadie faltó al entierro de Olivia, incluso Andrés estuvo presente.
Cuando la madre de Olivia lo vio, no pudo
evitar acercarse a él. Lo culpaba de todo. Él era el responsable de que su hija
no pudiera soportarlo más y se suicidara; él era el mismísimo ángel de la
muerte.
Así que se dirigió a él, aunque su marido le
pidió que no lo hiciera. Con las lágrimas en los ojos, le reclamó:
-La has matado. ¿Por qué? Ella no le hacía
daño a nadie, ni le gustaba ser diferente. Ella… ¾Se le quebró la voz. Andrés jamás pensó que pudiera
ocurrir algo así¾.
Mi niña… mi pequeña…
-Yo… ¾cuando
intentó hablar, la madre de Olivia no le dejó; le miró con odio, y no pudo hablar.
-Todos la querían. ¡Tú no! ¿Por qué?
Buen relato, compañera👍
ResponderEliminarGracias José
ResponderEliminarMuy bien, Yazmina, un tema, por desgracia, de actualidad.
ResponderEliminarMuchas gracias! muacks
EliminarUn tema muy duro, te lo digo sé muy bien que es un TOC, me pongo en la piel de Olivia.
ResponderEliminarYo también pienso que es un tema delicado, he intentado tratarlo con delicadeza y espero haberlo logrado. Un besote y gracias!
EliminarUN relato precioso a la vez que muy muy triste. Muy bueno Yazmina
ResponderEliminarMuchas gracias Ana! La verdad es que no esperaba que me quedará tan triste, un besote
EliminarMuchas gracias por todos los comentarios :)
ResponderEliminarEs verdad lo que dice el profe, muchas gracias a todos!!!
EliminarHas tocado un tema bastante delicado y eso me gusta. Felicidades, Yaz
ResponderEliminarGracias Sandra!
EliminarMuy real y te quedas con ganas de mas
ResponderEliminarGracias Susana!
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