La fiesta de Halloween estaba a punto de comenzar. Cada uno había elegido un disfraz y
lo habían ido confeccionando en los días previos. Habían acudido todos juntos a
diferentes tiendas para comprar las telas y accesorios necesarios; lo pasaban
en grande cuando se reunían, cada acontecimiento lo convertían en algo
divertido y pasional.. Lorelai se había disfrazado de Freddy Krueger; el jersey
a rayas negras y rojas había sido fácil de conseguir, pero los detalles iban más
allá, gracias a la experiencia en maquillaje de Isis la cara estaba totalmente
lograda y parecía que Lorelai sufría de graves quemaduras. Lilith iba
disfrazada de bruja, no era el que más le gustaba puesto que ella prefería
transformarse en vampiro, pero Isis iba disfrazada de Drácula y el grupo
pensaba que el más ideal y real para Lilith era el de bruja. Adam, el único
chico del grupo, vestía de zombie; su papel preferido era el de matar zombies y
no ser uno de ellos, pero había que ser un personaje de terror y entre todos
decidieron que los zombies no podían faltar puesto que era uno de los que a
todos les gustaba.
Contentos con representar a las figuras clásicas del terror, acudieron
a la fiesta que se celebraba en un local de la ciudad. Al llegar allí
observaron los diferentes disfraces de la gente, algunos se repetían bastante
como era el de bruja y Drácula, pero existía una gran diferencia, Isis y Lilith
parecían usar sus ropas habituales, el resto llevaba trajes puestos o hechos de
cualquier manera. Sin duda, ellos vivían lo que hacían.
Los amigos pidieron unos cubatas y charlaron animadamente entre
risas y bailes, el ritmo de Isis bajo la melodía de Depeche Mode hacia reír al resto e
impregnar sus pies del ritmo.
Pasada la medianoche, las conversaciones, mezcladas con el
alcohol, tomaron un aire más reflexivo. El significado de aquella noche, donde las almas
podían volver a la tierra, se volvió el tema principal. Ellos habían vivido
muchos acontecimientos, siempre dispuestos a abrir la mente a todo aquello que
otros rechazaban; aunque como era su costumbre, cuando uno creía tener la
certeza de confiar en la plena existencia de un más allá, otro ponía la razón
y, con ella, motivos científicos que podrían explicar los hechos narrados. No
obstante, con explicación o sin ella, todos eran conscientes de un sentimiento
difícil de explicar.
Comenzó
a sonar Sweet Dreams interpretada por Marilyn Manson, una canción capaz de
transportarlos a otro mundo. Todos se callaron y se sintetizaron con la música
y letra perdiendo conciencia de donde se encontraban.
Sweet dreams are
made of these. (Los sueños dulces están hechos
de esto)
Who am I to
disagree? (¿Quién soy yo para
discrepar?)
Travel the world
and the seven seas. (Viajan por el mundo y los siete mares)
Everybody's
looking for something. (Todos buscan algo)
Cuando la música cesó, los amigos
salieron del trance, la luz del local era más tenue, el tiempo parecía haberse
detenido. Lilith miraba con fijeza e impertérrita hacia la barra, lo que hizo
que el resto mirase en la misma dirección. Allí había un hombre sentado,
vestido con un traje negro y les pareció que sostenía un vaso en las manos por
la posición de los brazos, porque en realidad lo veían de espaldas. Su pelo
negro dejado crecer hasta la aparición de unas pequeñas caracolas a nivel del
cuello y su pose decaída le conferían un aire misterioso. Lilith lo observaba
con un gesto serio y apenas sin pestañear. Sus amigos permanecieron en silencio
dejándola sentir y esperando a que hablase. Los minutos pasaban y la situación
no cambiaba, nadie se movía, nadie hablaba…, hasta que el aleteo de un pájaro
los sobresaltó, excepto a Lilith que siguió sin inmutar su gesto. El pájaro se
posó en el hombro de aquel hombre y este se giró para acariciarlo. Isis no pudo
contener el sonido de asombro mientras que en Lorelai se atropellaban las
palabras sin conseguir sacarlas de su garganta. Adam las miraba sin comprender,
con esa cara de intriga que lo caracterizaba. Finalmente, Lilith habló:
—Las almas han llegado. ¿Podéis sentirlo?
Y es que no era casualidad, la elección de su disfraz de bruja
era el más apropiado. Todos se calmaron y miraron de nuevo al hombre. Su
bigote, sus ojeras, un rostro serio y decaído; inconfundible, no era un
disfraz, era él.
—Podemos verlas —respondió Lorelai.
—Y sentirlas... —añadió Isis y se agachó para explicarle al oído
a Adam lo que sucedía.
—Siento y, ahora, también veo —concluyó Adam.
Permanecieron en silencio, absorbiendo la paz que la instancia
desprendía
y mirando a su alrededor por si reconocían alguna otra alma. La música sonó de
nuevo y las luces se incrementaron, el hombre se levantó y salió a la calle. Se
miraron unos a otros y Adam posicionó su mano sobre el hombro de Lilith indicándole
que avanzara. Dudosa emprendió sus pasos tras él.
—Menos mal que Alma no ha venido a la fiesta —comentó Lorelai mientras todos
observaban salir a la bruja, el resto asintió al comentario.
Alma era algo miedosa y escéptica y siempre la mantenían al margen de
todas sus alocadas aventuras, al fin y al cabo era la pequeña y preferían
protegerla de algo que ni siquiera ellos entendían.
Isis, Lorelai y Adam se acercaron a la ventana para no perder de
vista a Lilith.
Lilith permaneció en la calle, al lado de la puerta del local. El hombre se quedó
en la acera de enfrente, bajo una farola, mirándola. La bruja pensó que quizá
lo estaba intimidando y agachó la cabeza. Escuchó el aleteo del cuervo y sintió
cómo se posaba sobre su hombro. Levantó la cabeza y vio al hombre sonreír.
Permanecieron varios minutos mirándose hasta que el cuervo reanudó el vuelo en
dirección a su dueño, se posó sobre su cabeza y comenzó a graznar. El hombre
extendió su brazo con la palma de la mano hacia arriba, invitándola a
acercarse. La chica se aproximó con lentitud y cuando estuvo lo suficientemente
cerca cogió la mano que le había sido ofrecida. Sin mediar palabra comenzaron a
caminar calle adelante.
Las farolas estaban cubiertas por la bruma de la noche lo que
hacía
que desprendiesen menos luz. El cielo estaba nublado ocultando la luminosidad
de la luna. La noche era bastante oscura.
Lilith iba agarrada del brazo del caballero que caminaba mirando
al frente. A pesar de lo extraño de la situación ella estaba bastante tranquila. No tardó en
darse cuenta que los pasos los dirigían hacia el cementerio. Y fue cuando
Lilith se atrevió a hablar:
—¿Deseas
volver?
El hombre la miró y se detuvo. Su rostro mostró la mayor de las tristezas y
desvió la mirada al suelo.
—Te acompañaré
donde desees, pero es el único día que puedes salir, quizá te gustaría dar un
paseo por la ciudad.
—No me importa la ciudad, me gustaría escribir —contestó.
—Entonces el cementerio será un buen lugar.
Continuaron su caminar de una manera pausada, disfrutando de
cada paso, respirando el ambiente frío y lúgubre que la noche les brindaba. Una
vez en la puerta del cementerio interrumpieron la marcha. Lilith advirtió como
las almas se movían dentro del cementerio, en una forma inconclusa, volando de
un lado para otro, y cuando conseguían encontrar la salida su cuerpo iba
tomando forma, mostrando quienes habían sido en la vida terrenal. El hombre
aguardó a que Lilith disfrutara del espectáculo. Estaba tan ensimismada que no
se percató de que el hombre la miraba, y que su rostro había cambiado, sus
labios mostraban una ligera sonrisa pero, sin duda, lo más llamativo era la
expresión de sus ojos que desprendían una luz hasta ahora oculta. Los ojos de
Lilith también brillaban por lo que estaba visualizando y sintiendo, un espectáculo
de luces que transmitía una paz y tranquilidad difícil de percibir en el día a
día. Lo miró y se sonrojó al darse cuenta de que se había evadido y pensó en qué
tipo de cara habría puesto ya que el hombre no paraba de sonreír.
—¿Continuamos?
—le preguntó a la muchacha.
—Sí,
claro.
Se introdujeron en el majestuoso lugar y el caballero la guió hasta una tumba. Se
sentaron sobre la lápida y Lilith sacó de su bolso una libreta y una pluma.
—Toma, ya puedes escribir.
—¿Sabes?
Creo que me gustaría que lo hicieras tú, me gustaría verte escribir.
Lilith asió
la pluma con su mano derecha y abrió el cuaderno por una página en blanco.
Aquel lugar era bastante propicio para poder acoger todas las palabras nacidas
del corazón. Sin pausa, las letras surgieron:
Vendaval de
sentimientos es tu hogar,
el que te aguarda
en calma y silencio.
Las noches son frías en esta cama,
esperándote.
El sol no acude a
mis días,
lobreguez.
Miro por la
ventana con ilusión
queriendo
escuchar tus pasos.
Mas mi corazón al fin comprende,
tú sólo volverás en la noche de muertos.
El hombre leyó con admiración las palabras de Lilith y por su mejilla resbaló
una lágrima. Prendió la pluma de la mano de la chica, acariciándola. Escribió
en una hoja, la arrancó y la guardó en el bolsillo de Lilith.
—Es un regalo.
—¿Puedo
leerlo?
—Léelo
mañana. Yo memorizaré tu poema, para llevarlo siempre conmigo.
Lo leyó
varias veces hasta que consiguió recitarlo sin cambiar ni una sola palabra.
Fuera del cementerio la esperaban el grupo de amigos que en la
distancia la habían
seguido. Sin Lilith a su lado ellos no eran capaces de ver, aunque Lorelai no
tardó en percibir una ligera ráfaga de viento acariciando su mejilla. Cerró los
ojos para recibir aquello que desconocía, algo que le produjo un escalofrío y
le erizó la piel.
—¿Habéis
notado eso? —preguntó mientras se frotaba los brazos con las manos para paliar
el frío.
—No sé
a qué te refieres, pero ahora mismo mi mente está vacía, libre de toda
angustia, libre de pensamiento, como si fuera un ave volando en la más absoluta
libertad dejándome guiar por el viento —respondió Isis.
—No es solo eso... —no pudo continuar, las lágrimas ocuparon sus ojos
encogiéndole la garganta y ahogando sus palabras. Adam la abrazó.
—Hay algo rodeándonos —añadió el muchacho.
—Son ellos —dijo Lorelai entre sollozos.
—¿Quiénes?
—preguntó Isis.
—Los nuestros… —pronunciaron Adam y Lorelai al unísono.
Los tres amigos se abrazaron y la brisa los rodeo, sus párpados se cerraron y se
dejaron llevar por unos brazos que los acogió, sintiendo un amor que los unió y
a la vez los sumió en la más profunda soledad.
Los primeros rayos de sol sacaron del trance a los chicos y se
desprendieron del abrazo. Juntos entraron al camposanto en busca de Lilith.
Recorrieron los pasillos angostos hasta llegar al sepulcro del escritor. Allí, sobre la lápida,
descansaba su amiga. Se acercaron con sigilo hasta ella y la despertaron moviéndola
suavemente mientras pronunciaban su nombre en un susurro.
Lilith abrió los ojos y sonrió a la vez que suspiraba.
—¿Ha
sido real? —mientras pronunciaba las palabras recordó el papel y comprobó que
estaba en su bolsillo—. Sí, lo ha sido.
—Volvemos a casa, bruja —dijo Isis.
Drácula,
Freddie Krugger, el zombie y la bruja caminaron hacia su hogar gastándose
bromas unos a otros, divirtiéndose con lo sucedido y disfrutando de un momento
que recordarían siempre. Por el camino se encontraron con alguna persona más
disfrazada que volvía a casa después de la fiesta. El resto era silencio, todos
dormían. Muchos habrían recibido la visita de algún ser querido durante la
noche, aunque no se percatarían de ello. Y aquel día, de todos los Santos, serían
los vivos los que realizarían la visita a los fallecidos, y ahora serían estos
los que no se enterarían. Visitas cruzadas que tan solo se hacían tangibles
para unos pocos, aquellos más sensibles que eran capaces de creer, mentes y
corazones liberados de ideales que otros imponían, almas dispuestas a sentir
sin ideas preconcebidas.
Al llegar a casa cada uno se introdujo en su habitación con el plan de ver películas
de terror al día siguiente.
Lilith se quitó el traje de bruja, sacó del bolsillo el papel y se tumbó en la
cama para leerlo.
En la hoja figuraba la última estrofa de uno de los poemas del
gran escritor.
Y el Cuervo nunca
emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de
la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen
la apariencia
de los de un
demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el
suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa
sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!
Y debajo de los versos se leía: todo ha sido real. Una rúbrica
lo acompañaba: Edgar Allan Poe
Lilith se quedó dormida en la placidez del mejor de los sueños, una
experiencia tan mágica como real.
A las horas unos golpes en la ventana la despertaron, se levantó, recorrió la cortina y
allí encontró un cuervo que con el pico golpeaba en el cristal. Cuando fue a
abrir la ventana el pájaro emprendió el vuelo alejándose del lugar. La chica
descansó de nuevo sobre la cama y en un breve espacio de tiempo el picoteo en
el cristal regresó. Lilith observó al pájaro sentada desde la cama y pronunció
"Nunca más".
Cuando todos se levantaron, cerca de las tres de la tarde, Adam
preparó
café y sirvió cuatro tazas que colocó en la mesa. Los amigos se sentaron
alrededor de la mesa de la cocina, sujetando con ambas manos cada uno su taza,
inmersos en sus pensamientos. El silencio era roto por pequeños sorbos que
daban al café. La tez de sus caras mostraba cansancio y tristeza, la
experiencia había sido bella pero ahora les invadía la soledad.
Se asearon y prepararon para ir a la floristería, y juntos regresaron
al cementerio. Cada uno fue por una senda diferente. Lilith se acercó hasta las
tumbas de sus familiares y después buscó la lápida de Edgar. Depositó sobre
ella las flores que había comprado y le recitó el poema que había escrito la
noche anterior.
Vendaval de
sentimientos es tu hogar,
el que te aguarda
en calma y silencio.
Las noches son frías en esta cama,
esperándote.
El sol no acude a
mis días,
lobreguez.
Miro por la
ventana con ilusión
queriendo
escuchar tus pasos.
Mas mi corazón al fin comprende,
tú sólo volverás en la noche de muertos
Ella también
lo había memorizado. Guardaría con cariño los versos que había creado aquella
noche, la noche en que vivos y muertos habitaban el mismo lugar, la noche en
que conoció a Edgar, la noche en que creó a su lado el mejor de sus poemas.
Quería alargar el momento para no perder la sensación que aún la embargaba,
pero sabía que tenía que irse, la estaban esperando.
Los amigos se reunieron en la puerta del cementerio.
—¿Comemos
por ahí? —propuso Lilith.
—Pues sí,
¿y dónde vamos? —preguntó Lorelai.
—Vamos a llamar a Alma para que venga a buscarnos y decidimos
—dijo Isis.
—Perfecto —concluyó Adam.
Llamaron a Alma que enseguida se presentó con el coche a
recogerles.
—¿Qué
tal fue la fiesta de disfraces?
—No sé
si querrías saberlo... —habló Lilith.
—Con lo caguica que eres —rio Isis.
—Mejor no me contéis nada.
—Lo que está claro es que Lilith tiene para escribir otra novela —añadió
Isis mientras Adam y Lorelai reían sin parar y Lilith permanecía, sin
escucharles, sumida en sus pensamientos unos metros más atrás.
Cuando miraron hacia la muchacha para decirle que avanzara, la
sorprendieron con la cabeza ligeramente hacia atrás mirando al cielo y con un pájaro negro
sobre su hombro.
Enhorabuena, Leticia. Me ha gustado mucho el toque de los poemas. Buena elección con el personaje que es de mis favoritos. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Merche!
EliminarMuy buen relato y genial descripción de los personajes, yo me identifico con Alma jajaja
ResponderEliminarRelato complicado, tanto por la estructura como por la elección de personajes. Buen manejo de la tensión y desarrollo. Enhorabuena.
ResponderEliminarBuen relato, Leticia, recordando a uno de los mejores genios. Enhorabuena!
ResponderEliminarGracias a todos por pasaros y comentar :)
ResponderEliminarUn relato que me ha resultado diferente, en el que lo sobrenatural aparece como en un susurro, en una ensoñación. Felicidades
ResponderEliminarMuchas gracias!
EliminarGran relato. Me ha atrapado hasta el final. Enhorabuena, Lety!
ResponderEliminarMuchas gracias, Iván! :)
EliminarGran tributo a Edgar Allan Por. Felicidades.
ResponderEliminarFelicidades Leti! Me ha gustado muchísimo.
ResponderEliminarGracias, chicas!!
ResponderEliminarEnhorabuena Leti! Es preciosa, magistral, la historia, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMuchísimas gracias!!! :)
EliminarI’m loving everything about this post
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