Qué sensación más rara. ¿Dónde me encuentro?
Me siento mareado, desorientado. ¿Qué está ocurriendo? Salgo de este habitáculo
tan raro y todo lo que me encuentro es muy distinto a la ciudad que ayer dejé cuando
me acosté. No sabría explicar cómo he aparecido aquí.
-Señor,
¿dónde estoy? ¿Qué hago aquí?
-
Estás en un tiempo conocido como el futuro, mi fiel herrero. Te he trasladado porque
con tu personalidad templada a golpe de martillo y tu serenidad forjada con los
años, conseguirás un propósito que tengo para ti.
-Dime,
¡oh, señor! ¿Cuál es ese cometido que tienes para mi humilde persona?
-Hay
un niño que ha perdido el rumbo, cree que si no tiene todo lo que pide para Navidad,
perderá su “fe”. Tienes que hacerle ver que la Navidad es algo bien distinto.
Bueno,
bueno. Por lo visto mi profesión de
herrero va a dar un vuelco. Por lo que el Señor me ha comunicado, en este siglo
la gente es muy materialista. Mi misión es llevarle a mi tiempo para que vea lo
que es no tener nada y vivir felices.
Sin
más demora, me dirijo a casa de Antonio, un niño un tanto, como definirle…,
repelente, inaguantable si se me permite decir. Sus padres, que son gente
adinerada, procuraron inculcarle otro tipo de valores: que todo hay que ganárselo
con esfuerzo y sacrificio, pero no hubo suerte. Por eso mi Señor me ha
encomendado esta empresa a realizar.
-¿Quién
eres? Qué pinta más ridícula tienes, majo…
-Todo
a su tiempo, Antonio. Para empezar, decirte que esa personalidad tuya tan mala
te traerá muchos problemas.
-¿Y
tú qué carajo sabes? Idiota…
-Se
más de lo que crees; como también sé que eres un niño muy egoísta que no
comparte sus juguetes y desobedece a sus padres.
-¿Cómo
sabes todo esto? ¿Cuánto te han pagado mis padres para averiguarlo todo?
-No
me han pagado nada. No me envían ellos, me manda Dios. Vengo de una época muy
lejana. Y allí te voy a llevar ahora.
Poco
convencido, acepta venir conmigo y, como por arte de magia, aparecemos en mi
hogar. Antonio no da crédito a lo que ve.
-¿Ésta
es tu casa?
-Sí,
y por si lo preguntas, así es como vivimos. Puedes observar que vivimos sin eso
que vosotros llamáis “tecnología”. También vivimos sin grandes lujos. ¿Somos
desdichados por vivir así? No, todo lo contrario: estamos felices. Además,
llevamos días esperando el nacimiento del Mesías.
-¿El
Mesías? ¿Qué Mesías?
-¡¿Celebras
la Navidad y me haces esa pregunta?! Entiendes ahora el porqué de traerte hasta
mi tiempo ¿verdad?
-Si-
me dice el crio en tono triste-, ahora lo veo claro. He sido tan egoísta que he
olvidado lo importante de la Navidad: la familia y el nacimiento de Jesús de
Nazaret.
De
pronto se arma un revuelo. Por lo visto el hijo de Dios va a nacer. Invito a
Antonio a que asista a un evento histórico y, de buena gana, acepta ir.
-Bueno,
Antonio, ¿has sacado algo en claro?
-Por
supuesto: que no debo ser tan egoísta, portarme bien con mis padres y amigos y,
lo más importante: ser alguien en la vida. Gracias, amigo, jamás te olvidaré.
Ni al pequeño Mesías.
¡Me
ha llamado amigo! Increíble pero cierto. Y pensar que me iba a costar
enderezarle… Pero, en fin, qué le voy a hacer. Solo llevarle de vuelta a su
casa con los suyos. Me agrada ver que, después de darles la buena nueva a sus
padres, sus caras tornan felices. No queda otra que volver a mi época de nuevo
y disfrutar del nacimiento del hijo de Dios, aunque me voy con la sensación de
que algo me ocultan sobre el niño… Bueno, eso es otra historia.
Ojalá fuese todo tan fácil. Bonito relato Luís.
ResponderEliminarmuchas gracias, y si ojalá todo fuera así pero... soñar es gratis :)
ResponderEliminarMuy buen debut, Luis. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarBuen relato, Luis🙌👏👍
ResponderEliminargracias a todos :)
ResponderEliminar