La cosa empezó de la forma más inocente: con un
comentario en una de sus fotografías de Marisa en un grupo de cocina de una red
social. Desde siempre le había gustado cocinar y, cuando la empresa donde
trabajaba cerró por jubilación del dueño, se volcó en su hobby.
Lo primero que hizo fue apuntarse en un curso
de cocina, conociendo a más gente con su misma afición. El compañerismo dio pie
a crear un grupo en Facebook y allí subir las fotos de sus creaciones
culinarias. Al mes, había unos doscientos miembros que comentaban y compartían
recetas; además de alguna que otra opinión de cómo elaborar un plato.
Al terminar el curso, ni Marisa ni sus compañeros
quisieron dejar abandonada aquella bonita iniciativa, siendo el principal
motivo mantenerse en contacto. Por lo que continuaron buscando recetas y subiendo
fotos, estimulando a los diferentes miembros a comentar cada una de las
publicaciones que se encontraban allí.
Sin embargo un día, en una de las fotos que
solía colgar para demostrar sus habilidades, apareció un comentario
felicitándola; era un desconocido. Ella amablemente se lo agradeció y no le dio
mayor importancia.
En sus siguientes publicaciones, volvió a
agasajarla, alabando sus dotes para la cocina. Tal como ocurrió la primera vez,
le dio las gracias y no fue más allá.
No obstante, en una de esas veces que ella se
mostraba educada, la red social le avisó de que esa persona le pedía amistad.
Se quedó algo sorprendida sin saber si debía aceptarla o no. Ante su
indeterminación, se fue hacia el muro de esa persona para revisar su perfil; se
llamaba Ángel y vivía en su ciudad. En su avatar había la foto de una mano con
una alianza.
Al ver que era un hombre casado, se sintió
más segura para confirmar su petición, al mismo tiempo que se decía que si veía
que era una mala persona lo bloquearía o lo eliminaría de sus amistades.
Nada más aceptar, recibió un mensaje privado:
«Hola, gracias por aceptar mi solicitud de amistad. Me encantaría poder contar
contigo, pues he visto que cocinas muy bien y me gustaría sorprender a mi mujer
con una cena especial por nuestro aniversario».
Al leerlo, sonrió al ver el gesto tan cariñoso
que le quería hacer a su esposa; resultaba tan romántico que sintió celos. Emocionada
de aquel hermoso detalle, empezaron a charlar. Según comprobó en ese primer
contacto, Ángel no era muy habilidoso en la cocina e iba a necesitar mucha
paciencia para poder explicarle la forma de poder hacer algo en condiciones.
Tras varias clases de cocina por el chat de
la red social, una amistad creció entre ambos. Sin darse cuenta empezaron a
contarse cosas personales: tenían hijos mayores, estaban casados con matrimonios
estables, sin problemas económicos y teniendo una vida relativamente cómoda.
En medio de las confidencias reconocieron que
con el paso del tiempo la chispa de la pasión en la pareja se había apagado;
nada que ver con los primeros años donde todo era nuevo y emocionante, donde el ardor estaba presente en cada caricia o en
cada gesto, el anhelo de tocarse y sentirse; esas ganas locas de estar el uno
con el otro.
Al darse cuenta del rumbo de la conversación,
rebajaron el tono justificándolo con la rutina, los hijos o al trabajo; pero
era algo evidente que ninguno podía negar.
Ambos echaban de menos esa fogosidad de los
primeros años de matrimonio.
Después de eso, Marisa no pudo evitar quedarse pensando
en ello durante toda la noche. No podía creer todo lo que le había confesado a
un extraño. Sin embargo, ella sentía que esa persona la conocía y la entendía a
la perfección; como si la entendiera de antes. Así que al día siguiente se
propuso conocer un poco más a su amigo de Facebook.
En su perfil no había nada que le delatara,
sólo su avatar. Miró entre sus fotos y no había nada que le pudiera ayudar,
todo lo contrario. Su perfil era nuevo; sólo llevaba activo unos meses, así que
tuvo que esperar a que él le hablara para intentar averiguar algo más.
Tal como ocurría siempre, era el primero en
hablar. En cuanto vio la señal, abrió el chat para comenzar la búsqueda de
algún dato que le diera algo de información.
Empezó hablando de restaurantes de la zona,
para determinar por dónde se movía. Inicialmente una inocente conversación hizo
que ella descubriera a la persona detrás de aquel perfil.
No se lo podía creer. Tardó varios minutos en
reaccionar y él se percató, pues su contestación no llegaba. De la impresión se
quedó petrificada mirando la pantalla. Al volver en sí, se disculpó y se
inventó una tonta excusa para despedirse y cerrar el chat.
Ese hombre le robó otra noche de sueño. Se la
pasó dando vueltas en la cama, despertando a su marido en dos ocasiones; no lo
podía evitar. Su mente no se doblegaba ante la voluntad del propio Morfeo y
volaba libremente entre la posibilidad de desenmascarar o ignorar a ese hombre.
Con la luz de la mañana la claridad volvió a
su mente y tomó una decisión. Abrió el chat y le pidió que se vieran esa noche
en un bar cercano para conocerse en persona. Cuando le dio a enviar, no se
creía lo que había hecho. Ella no era así. Nunca dejaba que sus acciones fueran
dirigidas por impulsos.
Al mediodía recibió un escueto mensaje suyo: «Vale».
Eso la puso de los nervios. Estaba convencida al noventa y nueve por ciento de
la identidad de su amigo, pero si no era… ¿qué haría en tal caso?
Le temblaba todo cuando llegó al bar, dudando
si hacía bien provocando aquel encuentro. Se llevó las manos a la cara,
discutiendo con ella misma de lo que era más correcto, porque ante todo estaba
casada y él era un desconocido.
De pronto, un golpe en la ventanilla la
apartó de sus pensamientos. Era él. Su intuición no le falló.
–Hola, creo que quedamos ahí –dijo él con una
enorme sonrisa al verla tan desquiciada, bajando la ventanilla.
–¿Por qué? –Él se encogió de hombros–. No lo
entiendo.
–¿Cómo descubriste que era yo? –respondió él
con otra pregunta.
–Muy pocas personas se atreverían a decir que
el restaurante Jonseca tiene una reputación comparable al ego de su chef.
–No me di cuenta al decirlo –Sonrió al darse
cuenta de su error–. ¿Qué tal si nos tomamos algo?
Él abrió la puerta y ella salió del vehículo
con sus reticencias, pues seguía sin entender el motivo por el cual le ocultara
su verdadera identidad. No tenía
sentido.
Cuando ella iba a entrar en el bar, él la
agarró, deteniéndola y apartándola de la puerta. Entonces metió su mano en el
bolsillo del pantalón y sacó la llave de un hotel.
–¡Estás loco! –gritó.
–Para –le puso un dedo en los labios–. No lo
pienses. No seas tú. Déjate llevar –Ella lo miró con dureza–. Sólo esta noche,
seamos esos dos desconocidos.
–Todo esto es surrealista.
–No lo pienses…
Una extraña sensación de deseo recorrió su
cuerpo al pensar en lo que le proponía…
Sin pedirle permiso, la beso con pasión,
pillándola desprevenida. Ella no se quedó atrás y le correspondió. No podía afirmar
que ese hombre le era indiferente. Entre ellos había una atracción muy fuerte.
Mareada y confusa por lo que estaban
haciendo, fueron en dirección a la habitación de hotel.
Nada más entrar, él se abalanzó sobre ella;
no quería dejarla pensar. Sabía que tenía una oportunidad mientras estuviera
dudando. Así que se apoderó de su cuerpo con sus manos, reteniéndola. Aunque
fue su boca la que con un beso la dejó rendida a sus pies, dando paso a una
danza de pasión y adoración.
Sin apenas voluntad por el deseo, Marisa se
dejó llevar por sus más básicos instintos.
Poco a poco la ropa iba ocultando la moqueta
de la habitación, dejando a dos cuerpos desnudos sobre una cama sin deshacer.
Sus manos no perdían oportunidad de tocarla,
acariciarla y excitarla. Sus dedos se detuvieron en sus pezones para
pellizcarlos, arrancando más de un gemido ahogado en su boca, y mientras
buscaba aumentar la tensión con los apasionados besos que la hacían estremecer.
Él sonreía ante su éxito.
Tras los primeros gritos de placer, una mano
fue descendiendo hasta su entrepierna y con cuidado fue mimando su sexo. Sus
dedos se iban haciendo con el control de su cuerpo. La excitación era máxima.
No controlaba las sacudidas de calor que la invadían, notaba cómo el orgasmo se
iba apoderando de cada célula de su ser.
Ella no podía más. Necesitaba tomar aliento,
así que apartó su boca para coger algo de aire. Él, poseído por la pasión, se
fue directo al pecho libre y con su lengua empezó un baile con su pezón.
El calor se fue incrementando y no pudo más,
dejándose llevar por un increíble orgasmo. Era presa de sus más bajos deseos.
Ella no podía más, su cuerpo se rompió por
dentro al rendirse al placer. No obstante, él no pensaba quedarse con las
ganas, ya que su excitación no daba a dudas.
Sobre todo, al ver cómo había estallado con
las caricias de sus dedos, de tal forma que su pene se apodero lentamente del
cuerpo de ella.
Cuando estuvo dentro, se quedó quieto
esperando a que se adaptara. Al tener el visto bueno, no perdió la oportunidad
de envestirla con fuerza. No se reprimió: fue con todo. El fuego lo dominaba
por completo. No podía controlarse.
Ella no se lo creía, notaba cómo iba respondiendo
ante cada arremetida, abrazando al nuevo orgasmo que se iba forjando en su
interior. Antes de que pudiera terminar una frase, estaba gritando de placer al
tiempo que le clavaba las uñas en la espalda. No se hizo esperar demasiado y
ambos estallaron juntos.
Agotados y rendidos, se quedaron tirados en
la cama. Al cruzar las miradas rompieron a reír ante la ironía de toda aquella
situación.
Ángel, era en realidad su marido José Ángel, el hombre
con el que llevaba casada más de veinte años y al que entregó su futuro ante
los ojos de sus familiares y amigos; ese que se hizo un perfil falso en Facebook
para volver a conectar con su mujer y, al ser descubierto, la llevó a un hotel para
recuperar nuevamente esa chispa del primer día.
¡Muy bien, Yazmina!
ResponderEliminarMuchas gracias ��
EliminarGenial final, Yazmina. Y has logrado mantener mi atención desde la primera línea, ¡enhorabuena!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarOhhh gracias, lo mío es la romántica 😘
EliminarMuy romántico, Yazmina. Enhorabuena.
ResponderEliminarSi, es que lo mío es esto, la romántica
EliminarMuchas gracias 😘
Bonita historia y bien planteada ... Enhorabuena
ResponderEliminarGracias, Héctor 😘
EliminarMe encanta, bonita historia
ResponderEliminarMuchas gracias 😘
EliminarHola. Que bonito, me encanta el toque romántico. El final es tan dulce. Felicidades.
ResponderEliminarMil gracias 😘
EliminarBuen relato, compañera. Enhorabuena 👍😘
ResponderEliminarGracias 😘
EliminarGracias a todos!!! 😘😘😘😘
ResponderEliminarVuestro apoyo y cariño es maravilloso
Buen relato! Has captado mi atención. Enhorabuena! :) :)
ResponderEliminarMuchas gracias, Pedro 😘
EliminarUna bonita historia, Yazmina. Felicidades. Muchos matrimonios se salvarían si se entregase al juego de la seducción.
ResponderEliminarEso pienso yo, lo hice teniendo en la cabeza la canción de un ramito de Violetas de Cecilia
EliminarMuchas gracias 😘
Qué bonita historia, Yazmina. Mantienes la atención hasta el final además. Felicidades
ResponderEliminarMuchas gracias
EliminarLinda historia,felicidades
ResponderEliminarMantienes muy bien la intriga. Enhorabuena
ResponderEliminar