viernes, 25 de noviembre de 2016

"El autoestopista" Jose Rinlo

     
Jorge percibía el olor a muerte.  Decidió sentarse, el plan le había salido estupendamente. Tal como predijo en cuanto las vio entrar en el bar, tras su palabrería barata, había convencido a las dos chicas para que lo llevasen en su coche; bueno, eso y también gracias a su cuerpo atlético, acompañado de la belleza que su madre le había dado. No le fue difícil convencerlas. A ambas se les caía la baba mirándolo mientras este les hablaba. Unos minutos antes de irse, Jorge salió del local a fumarse un cigarrillo. Avisó a las dos chicas de que esperaría fuera. Encendió el cigarrillo, y mientras fumaba, se sentó en una silla de la terraza del local, esperando a que Sandra y Malena salieran para así poder seguir con su verdadero y único plan, del que pronto, sin saberlo, sus dos amigas también serían participes. Para ellas tenía reservados dos asientos en primera fila.

Cuando las chicas salieron del bar, mientras iban de camino hacía el coche, Jorge

fue estudiando sus rasgos. Era importante saber con certeza cuál de las dos sería más débil a la hora de poner su plan en marcha. Sandra tenía veintiséis años; era delgada, alta y llevaba una gran melena rubia. En cambio, Malena era todo lo contrario, y fue la que más llamó la atención del chico. Tenía veinte años; los ojos de color marrón, y el pelo largo, negro y liso. Era de baja estatura y cuerpo proporcionado, pero con cinco kilos de más.

En el coche, cuando llevaban treinta minutos de camino, en una de las conversaciones Malena le había descubierto a Jorge tres de sus secretos íntimos: que tenía la manía de enroscarse un mechón de la melena en el dedo y que le encantaba bailar y tocar la guitarra; en cambio Sandra era más reservada. Apenas había hablado, solo se dedicaba a conducir y de vez en cuando a asentir a alguna de las frases que su amiga iba soltando. Se le notaba a leguas que era más sosa que la otra.

Jorge ya sabía quién iba a ser la primera en salir a la pista de baile cuando todo lo que tenía pensado se pusiera en marcha. El viaje desde Vigo hasta Madrid les llevaría seis horas, así que sobre las doce de la noche estarían ya en su destino. Sabía que tenía tiempo, pero también sabía que no se podía demorar mucho en poner su plan en marcha, si no, todo podía irse al traste.

A medio camino, Jorge -que iba acomodado en el asiento de atrás-, pudo escuchar los ronquidos de Malena. Se había quedado dormida debido al cansancio y al balanceo del coche. No lo pensó dos veces, era la oportunidad que había estado esperando y no la iba a dejar pasar. Había llegado la hora de empezar la función.

-Sandra, ¿podrías parar dos minutos? La puta cerveza que me tomé antes me está oprimiendo la vejiga, ¡y voy a explotar!

-Claro que sí, no te preocupes. En cuanto vea la zona adecuada, me echo a un lado.

-Muchas gracias, amiga. No sabes cuánto te lo agradezco.

A escasos cuatrocientos metros, Sandra se desvió a la derecha, a un área de descanso. No había ni un alma allí, y estaba todo completamente a oscuras. Detuvo el coche, y al ver que Jorge no bajaba, se giró hacia atrás para ver qué coño estaba haciendo. Fue lo último que hizo. Sintió frío, como si el chico le hubiese pasado un pedazo de hielo por el cuello; pero al mirar hacia abajo, vio cómo salía sangre de la garganta. Jorge estaba exhausto, no era dueño de sí. Se había transformado en el verdadero monstruo que era. Agarró a Malena por los pelos y empezó a darle fuertes tirones para despertarla. Quería que viese morir a su amiga, que viese cómo la muerte se la llevaba para siempre; pero sobre todo, que viera su agonía y cara de espanto. Era verdaderamente sádico y perverso, el mal en persona escondido en un cuerpo de un chico de veintinueve años.

Malena comenzó a chillar al ver todo aquel panorama. No se creía lo que allí estaba pasando; no se lo imaginaría jamás ni en la peor de sus pesadillas.

-¿Qué le has hecho a mi amiga, hijo de puta? ¡¡Suéltame, joder!!.

-Solo quería que lo vieses. Ahora es tu turno, preciosa.

Malena, en medio del forcejeo, consiguió abrir la puerta del coche; pero Jorge enseguida tiró de ella con fuerza para que no pudiese escapar. Tirándole de los pelos, el chico consiguió que ella alzara la cabeza y, con un rápido movimiento, le rebanó la yugular. Fue entonces cuando decidió soltarla.

La chica salió del coche con las manos intentando tapar la herida, pero no había nada que hacer. Notaba cómo por ese corte se le estaba escapando la vida.


Cuando a la mañana siguiente una pareja y sus dos hijos pararon para descansar y estirar un poco las piernas, se encontraron con la escena más terrorífica que habían visto en su vida. El hombre dejó el coche más adelante para que los niños no viesen semejante atrocidad. Al bajar de él, y justo cuando iba a llamar para informar de lo allí sucedido, llegó la policía.

5 comentarios:

  1. Jajajaja, me gusta formar parte de tu relato, Jose. Ahora. ¿Por qué tuve que ser yo la primera en morir? jajajaja. Se nota que vas mejorando y eso me alegra mucho no; muchísimo. Felicidades por tu escrito.

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  2. Me ha gustado, José. Eso sí, no voy a permitir en la vida que te subas a mi coche, por si las moscas. Y, por cierto, esa tal Sandriña, de sosa nada, eh!

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    1. Jajajaja. Gracias, Laura. El Jose nos quiere matar a todas

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  3. Madre mía!! Cuánta sangre, por Dios!!! Espero que luego lo limpies todo, Jose. Jajajajajajaja
    Felicidades por tu relato. Un beso.

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  4. Muy bueno! El principio genera mucha intriga.

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