jueves, 9 de noviembre de 2017

Mini relatos honoríficos 6: (El fisio (+18) / Mary Ann Geeby)



La semana pasada, una seguidora y compañera de Twitter me confesó que le encanta leer lo que escribo todos los viernes antes de cada Min relato honorífico, que se ríe mucho y va preparándose para meterse en la historia (gracias). Muchos conductores de programas, espacios o como se le quiera llamar –y que además aprecio y admiro- hacen esto. Tal vez me haya acostumbrado a hacer lo mismo, aunque creo que me sale del alma. Ellos lo hacen de una forma más seria, más profesional. Yo no tengo ese estilo, ni tampoco pelos en la lengua. Hace pocos meses me enteré que en esa parte del cuerpo nunca salen, y no es que me llevara mucho disgusto precisamente…

            Hoy, es necesario que haga dos mini introducciones: una para explicar esto, y otra más para presentar a la invitada de esta semana. Puede que alguien muy observador haya dicho: este de la raya pintada una semana sube el relato de una mujer y a la siguiente el de un hombre, y así sucesivamente… Sería lo suyo, y hasta ahora ha sido así; no obstante, si continuara con este sistema llegaría el momento en que no hubiera más que chicas, ya que la totalidad de los cincuenta Mini relatos se compone de veintidós hombres y veintiocho mujeres (soy chico hetero. Lo siento).

            Desde aquí, quiero agradecer públicamente la acogida de esta “Mini idea”. Se cumple mes y medio del primer Mini relato, y los cinco que se han publicado hasta ahora llevan un total de 4.089 visitas (gracias y más gracias). Se comparten a diario en Twitter, se leen y comentan. Tengo muchas ideas, pero la mayoría malas y que no llegan a ninguna parte. Creo que esta ha sido muy buena. Y si con tan solo cinco ya van más de cuatro mil visitas, no quiero ni imaginar las que veré cuando estén los cincuenta relatos.

            Gracias a todos los participantes, a estos amigos escritores que comparten sus obras conmigo y con vosotros; gracias a todos, de todo corazón.

 

 

Sí, a la invitada de hoy también la conozco en persona. No lo hago adrede, simplemente ha tocado así. Nos conocimos antes de que ella estuviera en el Cibertaller, unos cuantos meses antes. Vino a verme a mi ciudad (tomad nota las demás alumnas, que ya estáis tardando. Es algo obligatorio… Llevo semanas diciendo que me voy a cargar mi futuro matrimonio), y creo que estuvimos como cinco horas juntos (minuto arriba minuto abajo). Tuvimos una merienda cena de lo más romántica comiendo un bocadillo de jamón y queso en un banco, medio a oscuras y deprisa y corriendo. Hablamos de muchas cosas, pero entre ellas, claro está, de literatura. Yo escribo relatos y novelas de terror y ella historias para adultos, aunque nunca he entendido por qué lo llaman así cuando los adolescentes de hoy en día saben más que Lepe, Lepijo y su hijo. Pero bueno, si dicen que hay que poner eso de “+18”, pues se pone y punto... A mí me ha tocado pedir permiso a mi madre para leer este relato. Todavía soy muy pequeño para estas cosas, pero me ha dejado. Lo leí el lunes, y me vino genial porque tomé nota antes de ir a la fisio (a LA fisio, no al fisio. Ojo, no nos confundamos. Este dato es el más importante de toda la introducción. “LA FISIO”). Tenía el cuello torcido, como si la parienta me hubiera castigado a dormir en el sofá todas las noches por ser un niño malo. Cuando leí el relato, me dije: ¡¡Esto es Gloria Bendita!!, dando por hecho que, con eso de la igualdad, la mujer fisio se comportaría igual que el hombre del relato. ¡Y unas narices! Me tuve que quitar la bata yo solito, me hizo mucho daño y, además de quedarme el cuello torcido para el otro lado, me tocó pagar. No sé si a los adolescentes mencionados les funciona o no, pero a los que vamos teniendo una edad desde luego que no. Los 35€ más dolorosos de toda mi vida…

            Mary escribe varios géneros (en el taller, varios, pero no los leí. Cuando me vio me dijo que gano más en persona y aprobó el curso directamente. Mintió, pero me alegró el día), y el erótico es el que más domina. No suelo leer novela erótica porque me pone muy nervioso (y no con ese fin). En las que he leído hasta ahora todos los tíos son perfectos, y la vida no es así. Los que no estamos bien hechos también tenemos derecho a aparecer en novelas eróticas y románticas, ya que según dicen, el amor va por dentro (según dicen. Según dicen). Una cosa son las fantasías sexuales y otra muy diferente la fantasía a secas, la que admiro y es muy difícil de escribir. Sin embargo, en las historias de Mary no ocurre esto. Aparecen dos personas haciendo el amor. Lees “bombonazo”, y para gustos los colores. Cada lector o lectora se lo imaginará como quiera, y yo, como lector, lo agradezco. Seguramente, muchas mujeres que no tienen esas absurdas 90-60-90, y chicos a los que la genética no quiso acompañarnos, nos guste más leer una relación sexual creíble y donde podamos incluirnos, porque así tenemos menos puertas cerradas en el mundo. Para todos los demás, me parece perfecto. Sigo diciendo que para gustos están los colores. Se trata de atrapar al lector, hacerle pasar un buen rato y que ría, llore y sienta como los protagonistas. La novela erótica no está en los puestos bajos de la literatura, como mucha gente cree. Es que no tiene puestos. Da igual la novela histórica, la de terror, la ciencia ficción, la fantasía o la infantil. Es escritura, y sus autores y autoras tienen el mismo talento o más que cualquier novelista de otro género. ¿Quién decide? El lector. ¿Por? Porque para gustos (ya sabéis cómo termina). Hoy importa el talento de Mary, y lo tiene. Da igual lo que escriba.

            El relato me gusta. Siempre me gustó Mary como escritora (y como persona, claro está). Te saca una sonrisa por las cosas que te dice, y además me regaló sus dos primeros libros. Ahora llevo una temporada intentando saber quién diablos es ese Jorge, y si a él también le ha dicho que gana más en persona porque soy muy envidioso. Ese lo compré, y lo leeré en breve. Como soy buena persona y solo recomiendo lo que de verdad he leído y me parece bueno, os dejo el enlace directo a sus Relatos íntimos, que van de esas cosas de adultos. Los leí, y de verdad que me gustaron. Mary escribe fenomenal, por eso ya no está en el Cibertaller. No necesita aprender nada más de mí, y menos de nada erótico. Escribí dos por probar y aumentaron los divorcios…

            Os dejo con el relato de una gran autora y mejor persona. Si os gusta (que lo hará) echad un ojo a su libro. Merece mucho la pena.


            ¡¡Gracias, Mary!! Un besote.

            Gracia a todos.




EL FISIO 1


(Mary Ann Geeby, 2015)


 

Entré agotada en la peluquería y me acerqué a Mila, mi peluquera:

—¿Tienes libre para atenderme ahora, Mila? —le pregunté.

—Bueno, si puedes esperar 20 minutos, te cogemos. ¿Qué te vas a hacer, Elena? —me contestó.

—Lavar y peinar. Luego me iré a dar un masaje, estoy toda agarrotada del cuello —le contesté.

—Hey, ¿Por qué no vas al fisioterapeuta de aquí al lado? Mira a ver si te coge ahora y luego te lavamos y peinamos. ¿Quieres?

—Sí, lo necesito. Voy a ver si me lo puede dar ahora mismo – Salí y me dirigí a la consulta del fisio.

La habían abierto la semana anterior, de modo que no conocía al dueño. Al entrar, me recibió un bombonazo y supuse que sería el recepcionista.

—Hola, bienvenida. ¿Qué querías? —me preguntó con una sonrisa maravillosa y una voz grave, de las que te hacen olvidarte de a qué narices habías ido.

—Hola. Quería ver si me podían dar un masaje ahora mismo. Ya sé que no es lo habitual, que habría que pedir hora, pero pasaba por aquí y pensé que si tuvierais un huequito… Tengo una contractura en el cuello y lo necesito de verdad —respondí con mi mejor cara de “por favor, por favor, que lo necesito”.

—Ningún problema. Si pasas por aquí, te puedes ir quitando la ropa. Ahí tienes una bata. Cuando estés lista, toca este timbre y entraré —me respondió acompañándome al box.

—¿Así? ¿Ya? ¡Qué bien! ¿Entonces el “fisio” está libre? ¿Me puede atender? —pregunté mirando a todos los lados, a ver si veía por fin al fisioterapeuta.

—Sí, está libre —me dijo sonriendo de nuevo—. Quiero decir, que estoy libre. Hoy no hay ninguna cita. E iba a cerrar en unos minutos.

—Ah, pero entonces… ¿eres tú? Perdón, yo creí que tú… Lo siento. Y… bueno… si ibas a cerrar… —Creí que debía callarme de una vez y dejar de balbucear como una idiota.

—Sí, soy yo. Encantado: mi nombre es Rubén. Soy el fisioterapeuta —lo dijo entre carcajadas, alargando su mano hacia mí para formalizar la presentación—. Acabo de abrir la consulta y todavía no dispongo de recepcionista. No tienes que disculparte por nada y sí te voy a atender, por supuesto —Se acercó a la agenda y cogió el bolígrafo—. Por cierto, no me has dicho tu nombre.

—Encantada, soy Elena —le correspondí al saludo. Entré en el box y posé mi abrigo y mi bolso sobre una silla.

Rubén salió sonriendo y cerró la puerta. Me desnudé, me puse la bata y me tumbé en la camilla. A continuación, toqué el timbre para indicarle que ya estaba lista.

—Elena, perdón. ¿Me dijiste que te diera el masaje en el cuello? —preguntó sonriendo de nuevo, con una voz grave y dulce, que te hacía perderte en ella, olvidando qué era lo que había dicho.

—Tengo el cuello muy agarrotado, aunque toda mi espalda agradecería un buen masaje —le respondí—. ¿Cómo me coloco la bata? —pregunté.

—Mira, si te parece bien, déjatela desabrochada y yo te la bajaré por la espalda, a medida que vaya trabajando ¿quieres? —preguntó muy dulcemente.

¡Ay, Dios mío! Yo sólo había ido con idea de un masaje, pero si seguía siendo tan irresistible, no sabía si podría evitar babear, suspirar y hasta mojarme entera. Empezó lavándose las manos y echándose algún tipo de aceite en ellas. Imaginé que era para calentárselas. Entonces me dijo:

—Bueno, vamos a empezar. Perdón, te voy a bajar la bata. —Y suavemente, me bajó la bata del cuello. Me cogió un brazo y me sacó la manga despacio. Me volvió a colocar el brazo a lo largo de mi torso. Dio la vuelta a la camilla, me sujetó del otro brazo y repitió la operación, quizá más despacio aún. ¡Madre mía! Si sólo por quitarme las mangas de la bata me había puesto así, no quería ni pensar en lo que sería cuando me diera el masaje. De modo que suspiré. ¡¡¡MIERDA!!! SUSPIRÉ. Inmediatamente acerqué mis manos a la cara, con el fin de que “se abrieran los suelos y me tragaran”. Pero él agarró de nuevo mis manos y las volvió a colocar a lo largo de mi cuerpo, estirados los brazos.

—No te preocupes. Si suspiras, significa que te estás relajando y eso es exactamente lo que pretendo. De modo que ¡tranquila! Debe ser que, de momento, lo estoy haciendo muy bien. ¿Quieres que ponga música? —Rubén se reía mientras hablaba, de nuevo muy despacio y grave... Esa voz era absolutamente cautivadora.

—Me encantaría, gracias —contesté muerta de vergüenza.

Se acercó al equipo y puso una música muy sensual, que animaba aún más a relajarse. Volvió a lavarse las manos y de nuevo extendió aceite en ellas.

—Bueno, pues ¡empecemos! —dijo, cogiéndome el cuello entre las dos manos. Comenzó masajeándolo por ambos lados con cada mano, mientras me pasaba los pulgares por detrás—.  ¡Increíble! Nunca había visto un cuello tan agarrotado en mi vida. Pero ¿qué tipo de estresante vida llevas, Elena?

—¡Terrible! Trabajo en las oficinas de unos grandes almacenes, donde las cosas siempre tienen que ser “para ayer por la tarde”, ¿sabes? Así que lo necesitaba de verdad. Llevo en el cuello toda la tensión de los últimos meses. Y en la espalda, las prisas, los trabajos hechos en cualquier postura, los tacones, las escaleras y mil cosas más —le “solté del tirón”.

—Bueno, intentaremos soltar estos nudos y relajar esta preciosa espalda, ¿te parece? Te aseguro que conseguiré que te sientas mejor— me susurró al oído, mientras seguía con su masaje.

Creí que moriría si no me daba la vuelta y le gritaba: “¡Sí a todo!”. Pero me aguanté: no me giré, ni dije nada, tan sólo volví a suspirar. Pero tan hondo que esta vez pareció ¡un gemido! Dios mío, esto iba de mal en peor. Bueno, en realidad iba cada vez mejor, porque yo había empezado a mojarme entera y ¡ya había suspirado y hasta gemido!

Rubén terminó con mi cuello y comenzó con mi espalda. De nuevo creí que moriría cuando me preguntó:

—Perdona Elena ¿te importa si me coloco encima de ti? —por supuesto no fue más que un susurro cerca de mi oído, de nuevo.

—¿En-en-en-cima de m-m-mí? —tartamudeé.

—Sí, sobre tu precioso culito. Perdón, pero intento llegar a la vez a tus hombros, desde un punto equidistante. Por supuesto, si no te importa. Prometo no hacerte nada de daño —preguntó de nuevo con su voz grave, sensual.

Creí que me desmayaría al instante. ¿Había dicho “precioso culito”? Y “si no me importa” … “¡¡¡No me importa que me lleves a tu casa!!!”, me daban ganas de contestar.

—No, claro. No me importa. Si es para colocarte “en un punto equidistante” puedes sentarte sobre mí —contesté como una idiota.

Se colocó a horcajadas y se sentó sobre mi culo. Comenzó el masaje por la espalda, con unos movimientos perfectamente simétricos. Pues iba a ser verdad lo del punto equidistante. Al cabo de un ratito, cesó los movimientos y se bajó “de mí”.

—Si te parece bien, voy a seguir con las piernas ¿de acuerdo? —me preguntó mientras me quitaba la bata totalmente. Menos mal que me había dejado la braguita puesta.

—Me parece genial. Gracias —le respondí.

Volvió a añadir algunos aceites a sus manos y se centró en masajearme una pierna: primero el muslo, luego bajó hasta la rodilla, después el gemelo y finalmente el pie. ¡Dios! De nuevo creí morir cuando llegó al pie. Pasó a la otra pierna y repitió el proceso: muslo, rodilla, gemelo y pie. Cuando terminó la segunda pierna, volvió al primer muslo, pero esta vez no bajó. Al contrario, cada vez notaba sus manos más arriba. Pasó al segundo muslo y repitió la operación. Cuando sus dedos se colaron entre mis muslos, por dos veces, tocó mis bragas, haciendo que mi coño se mojara aún más de lo que estaba. Empecé a temer que notara la humedad, si seguía así. Y por tres o cuatro veces, al subir sus manos por la parte posterior, se adentraron sus dedos por mi braga, masajeando también mis nalgas. Mis suspiros y gemidos habían pasado ya a la categoría de “grititos”, de modo que ni la vergüenza ni el pudor podían hacerme permanecer en silencio.

De repente, paró. Yo me quejé y él me dijo:

—¿Por qué no te das la vuelta, cielo? —apenas un susurró junto a mi oreja.

—Eh… ¿La vuelta? Pues… Porque por delante no necesito masaje, Rubén —Le contesté también muy bajito.

—Lo sé. Es evidente que no quiero darte más masajes. ¿Sabes? Tengo ganas de mirar tu cara, besar tu boca y muero por ver tus ojos mientras te corres entre mis manos. Luego quiero meter mi polla en ese coñito tan mojado y hacer que nos corramos juntos. Y luego… Hummm… Luego si quieres, te invito a cenar —susurró, bajando poco a poco el volumen de su voz, cargándola de deseo.

Así que de nuevo me hizo ver qué era lo que necesitaba. Me di la vuelta y se acercó a mi boca: no fue un beso, más bien un mordisco, (¡maravilloso mordisco!) Primero mordió mis dos labios a la vez, sin apretar mucho. Luego mordió el inferior. A continuación, lamió los dos y finalmente colocó sus labios sobre los míos y metió su lengua en el interior de mi boca. En algún momento entre todo ese ataque a mi boca (¡bendito ataque!), introdujo dos dedos por mis braguitas y los coló hasta el interior de mi vagina. Entraba y salía con gran facilidad, pues estaba totalmente empapada. Cuando su boca se dirigió a mis tetas, introdujo un tercer dedo en mi coño y la fuerza de sus embestidas creció. Mi boca, al encontrarse libre, decidió volver a los gemidos y a los gritos, esta vez sin ninguna contención. Paró un momento para quitarme la braga y volvió a meter sus dedos a la vez que su boca regresaba a castigar mis pezones (¡dulce castigo!).

—¡Sí! ¡Me corro, Rubén! —grité, cuando vi que era inminente.

—¡Eso es, linda! ¡Córrete para mí! ¡Córrete contra mi mano esta vez! —me animó él.

Y eso hice. Me derramé entera contra su mano, mientras él iba ralentizando sus movimientos, dejándome disfrutar de los últimos momentos del orgasmo.

Cuando me hube relajado, se desnudó. Sacó un condón del bolsillo de su pantalón, se lo puso y se colocó sobre mí.

—Hola, preciosa. ¿Vamos a corrernos juntos ahora? Me muero de ganas de estar dentro de ti —Y metió su polla en mi coño de un solo empujón. Colocó sus manos alrededor de mi cara y, besándome dulcemente, comenzó un dulce vaivén de entradas y salidas de mi interior.

En muy pocos movimientos volví a encontrarme a punto para él. Rubén estaba excitadísimo, y me decía frases sensuales y apasionadas, alternándolas con besos y lametadas a mi boca, mi mandíbula, mis orejas y mi cuello.

—Hummm… cielo, ¡Qué bien sabes! ¡Estás muy rica! ¡Te quiero comer toda! ¡Me gustaría hacerte el amor hasta la noche! ¡Qué bien se está dentro de ti! ¡Cuánto me gusta esto!...

Coloqué mis piernas alrededor de sus caderas y, cuando mi orgasmo volvía, le avisé:

—¡Rubén, me corro otra vez! ¡Dios, Rubén, me corro!

—Espera, cielo. Espérame: sólo unos segundos, espérame. Ya casi estoy, embísteme fuerte, así, así, sí, sí, ahora,….. —Y nos corrimos a la vez. Yo siempre había pensado que eso era una estupidez. Que cada cual se corría cuando le venía y que nadie era capaz de esperar al otro, aunque se lo pidiera o se lo ordenara. Pero estaba equivocada. Él me lo pidió y yo le esperé. Y fue genial.

Cuando nos recuperamos, él se levantó, se quitó el preservativo y fue al servicio. Yo me incorporé, me puse la bata y me levanté para vestirme. Rubén salió del baño y vino a mi lado. Me cogió por la cintura con una mano y levantó mi mentón con la otra:

—¿Estás bien, Elena? —preguntó preocupado—. Oye, cariño, yo no suelo hacer esto. Quiero decir que no me follo a mis clientes ¿sabes? De hecho, es la primera vez que hago algo así. Y no te he preguntado cómo te estabas sintiendo, aunque me pareció que era lo que querías. De todos modos, sigue en pie nuestra cita, ¿no? —me explicó, mirándome a los ojos.

—Estoy bien, Rubén. ¿Qué cita? —pregunté.

—Te había invitado a cenar. ¿Lo has olvidado? —dijo él—. Ven, pasa al servicio, si quieres asearte un poco. No tengo ducha, pero hay lavabo y aquí tienes una toalla limpia —añadió.

—Gracias —dije entrando y cerrando la puerta. Cuando salí, seguí—. Mira Rubén, los dos lo hemos pasado genial, pero quiero que quede claro que no me debes nada, no te preocupes. Yo tampoco me voy liando por ahí con cualquiera, pero me he sentido muy bien contigo, me has gustado mucho y por eso lo he hecho. Pero repito que no nos debemos nada, así que ahora si quieres, lo dejamos aquí y ya está.

—No, no, no, no. Yo te había invitado a cenar porque me apetece conocerte. Y ahora quiero mucho más, así que la cena sigue en pie, por supuesto. Dime dónde vives y te recojo a las nueve ¿de acuerdo? —rebatió Rubén.

—A ver, mira —me lo volví a pensar—. Si no, podemos quedar a las 9:30 en el restaurante. Dime dónde y nos vemos allí mejor ¿te parece? —le dije, intentando distraer la atención de mi domicilio.

—Bueno, preferiría recogerte, pero si no hay otro remedio… Mira: quedamos en el Restaurante Miramar, cerca de la playa, ¿Sabes cuál es? —me dijo él con aire preocupado—. Me puedes dar tu teléfono si quieres, por si…

—No te preocupes, no hace falta, lo conozco —insistí en desviar la atención.

—Bueno, reservaré una mesa a nombre de Rubén Moira —le dijo un poco enfadado—. ¿Quieres tomar nota de mi número de móvil, por si tuvieras que llamarme, o eso tampoco hace falta?

—Sí, dámelo —le dije para que se serenara. Tomé nota del número y me dispuse a marcharme. Rubén me sujetó de la cintura:

—¿No te vas a despedir de mí, bonita? —me susurró junto al oído.

—¡Claro! —Yo sabía que ese sería nuestro último beso. Y también que esa era la última vez que nos íbamos a ver. Él no podía entenderlo, pero eran demasiadas complicaciones. Aquel no era el momento de comenzar nada. Terminó nuestro beso y salí de la consulta. Cogí el coche y me fui a casa. Una auténtica pena, pero era lo mejor.

 



17 comentarios:

  1. Miles de gracias por tus palabras, Jose. La verdad es que nunca olvidaré aquel bocadillo de jamón y queso, jajajaja. Y además, que todo el mundo sepa que yo te regalé mis libros, pero tú a mí me regalaste claveles blancos.
    Es justo añadir que me enseñaste muchas cosas en el taller. Me encantaron las técnicas para "vencer" los bloqueos, por ejemplo. Recordarnos las modificaciones ortográficas, aprender a eliminar las repeticiones, etc... Fueron muchas cosas y siempre útiles.
    Chicos y chicas del taller: tenéis mucha suerte de tener a Jose Losada como profe. Y no dejéis de leer a Santiago Bernal. Aunque a Jose le caiga mal, es bueno, el tío.
    De nuevo gracias a todos.

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    1. Los libros me durarán para siempre, pero los claveles ya estarán secos :( por aquel entonces no tenía libros; ahora tengo dos pero es como si no tuviera ninguno... Nada que agradecer, era mi deber como profe. Soy yo quien te da las gracias por participar en Mini relatos honoríficos. Santiago Bernal es muy mala persona, así que lo que tienen que hacer las alumnas es venir a verme, no a él. Y a mí tampoco se me olvida el bocata, ni que te debo 1€... ¡Un beso!

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  2. Vaya vaya con el señor Fisio!! Subiendo la temperatura al personal! Jejejje Que bueno! Y como dice José, con personajes reales, que es de agradecer. Enhorabuena Mary Ann :)
    José, estas entretenido con historias así, eh? Jejeje Me pasaré cuando haya otra historia por aquí. Un abrazo muy fuerte a los dos!

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    1. Si supieras lo que sufro cuando tengo que leer algo de esto... Entretenido, lo que se dice entretenido, no jajaja,pero me hago el fuerte. ¡¡Otro fuerte para ti, Carmen!! ¡Gracias por comentar!

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    2. Muchas gracias, Carmen. A mi profe le cuesta mucho leer mis relatos, pero me lo pasa porque es un amor.
      Gracias a los dos.

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    3. Me gustó en su día, y me ha vuelto a gustar... Lo que hace la bella Mary Ann con las palabras es pura magia y punto...!!!

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    4. Mil gracias de corazón, Javi. Siempre apoyándome y ayudándome. Un beso gigante.

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  3. Menuda suerte tiene Elena con su fisio. Además de ser lista. Me he entretenido mucho con la historia y me ha sorprendido el giro del final. Un saludo, Mary Ann.

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    1. Gracias, Merche. Mucha gente me pidió una segunda parte. No se adaptaban a que mis historias acabaran "mal".

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  4. Cuando llegamos a una edad, quizás los compromisos nos complican la vida. Pero no estaría mal encontrarse de vez en cuando un Rubén. Felicidades, Mary Ann.

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    1. Gracias, linda. La cosa es que siempre nos queda la fantasía. Al menos a mí. (Nunca he dado con un fisio chico, jajajajaja)

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  5. Chicas, que sepáis que algunos que no nos llamamos Rubén también sabemos dar masajes. Es muy sencillo, y mucho más fácil que escribir. Esta semana tenéis un punto negativo

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    1. Jajajajajaja, siento que, "por mi culpa", el profe os haya sancionado, chicas. Buscaré el teléfono de Rubén y os lo pasaré por privado, jajajaja. (Sois un amor)

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  6. A veces hay que dejarse llevar de lo que la vida nos ofrece de modo inesperado... Y también, saber cuando darle fin. Encantada, Mary Ann

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    1. Mil gracias por entrar, leer y comentar, preciosa.
      Que sepas que adoro dejarme llevar por lo que me ofrece la vida. La pena, que no aparezca un Rubencito... jajajaja. Un abrazo.

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  7. Un placer leerte, Mary Ann! Felicidades!

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