jueves, 2 de noviembre de 2017

Mini relatos honoríficos 5: (Necesitaba vacaciones/ Tere Oteo)




¿Puedo decir que me llena de orgullo y satisfacción? Jo, todos los viernes quero hacerlo, pero está muy visto. Hay grandes frases y dichos en la historia que repito y repito, y de muchos años atrás, de cuando la línea más importante era la del bingo y no la de WhatsApp (cantarla era más fácil que hacer cantar a tu pareja para ver con quién raja tanto como que no quiere la cosa). La mayoría las inventé yo, pero otros las dijeron antes… (Ahora nadie me cree).

            Sí, me llena de orgullo y satisfacción. En cada intro de Mini relatos honoríficos hablo largo y tendido de mi vida, y dejo al descubierto datos interesantísimos (no le interesa a nadie lo más mínimo, pero me hace ilusión. En mi barrio dicen que de ilusiones vive el tonto de los narices, o algo parecido (nunca se me dio bien la rima). A este paso tendré que escribir un diario sobre mi vida, pero tengo la sensación de que el mundo me acusará de plagiar a un tal Iván. ¿Veis? ¡Tuve la idea antes, jolín! Da igual…

            Me hace ilusión escribir estas mini introducciones todos los viernes; sin embargo, la de hoy tiene doble ilusión por mi parte, y si las seis o siete personas que se han leído mis obras, me dan el aprobado, a ellas también debería alegrarles, y por dos motivos: uno, porque llega un nuevo Mini relato honorífico; y en segundo lugar, porque si no llega a ser por Tere, hoy yo no estaría aquí. Fue mi primera antóloga, la persona que se encargó de que mi nombre (y además respetándome, porque a medio mundo le cuesta entender que mi nombre compuesto fue idea de mi madre, y sin preguntarme si estaba de acuerdo. José Losada es lo único que tiene que figurar en los textos, y Tere me lo respetó) apareciera por primera vez en un libro, en concreto, en mayo de 2016. Bastó un cuarto de hora porque enseguida me aceptó el relato (me explayo más en los agradecimientos de Al borde de la locura, pero solo lo menciono por encima para no hacer spoiler). Se llama El gato blanco, y el libro Generación Subway IV, homenaje a Edgar Allan Poe, donde más de sesenta autores rendimos homenaje a este gran autor.

            Posteriormente, he tenido el placer de aparecer con Tere en otra antología más: Kalpa 16, ecos de Bécquer. Y si no recuerdo mal, ya se llega por la décima edición.

            Leí un libro donde aparecía ella y me enamoré de su historia. Fue la que más me gustó de todo el libro (y no miento. Soy de todo menos mentiroso). Ya había conocido a Tere pero no nos presentaron, así que tuvimos que empezar a conocernos a través de las redes. Y luego ya sí, nos vimos en la feria del libro de Madrid, donde cabe destacar el buen rollo que tuvimos ese día entre compañeros y amigos, y que un taxista me timó porque se le antojó hacer la gracia. Me han dicho que en esa ciudad solamente hay unos doscientos taxistas. Siempre que voy pillo taxi para ver si me encuentro con este señor tan simpático y conversamos animadamente (hasta ahora llevo seis carreras de 12€ cada una dando vueltas por La Castellana, y nada. Nos encontraremos).

            Me pongo serio porque en verdad se lo debo todo a Tere. Aparecer en esa antología me fue abriendo paso en este mundo, y ya he conseguido un lector y medio más que en 2016. ¡¡Bravo, Jose!!

            Además de una gran escritora (hacedme caso porque merece mucho la pena) es una de las personas más simpáticas y agradables que he conocido en mi vida. Hace un año que no nos vemos, pero pronto viajaré a Madrid para verla (jo, ahora vais a decir que estoy mintiendo y lo hago para pillar al taxista. No se puede hablar).

            Juro que es una de mis escritoras favoritas, con historias de esas que no se ocurren con facilidad. Las personas que escribís sabéis lo difícil que es explicar en letras lo que va diciendo la cabeza, pero Tere convierte lo difícil en sencillo, y de una forma que nos lo hace entender a la perfección. Hay mucha gente que escribe y muchas ideas repetidas, todo muy visto. Con Tere no ocurre eso.

            Solo puedo ofreceros un relato, pero pondría los cuatro que me ha dado para elegir; y si pudiera, haría lo mismo con sus novelas y con lo que he leído de sus antologías, pero me pegaría una paliza y quiero seguir teniéndola como amiga.

            Cada vez que leáis un libro mío, recordad que todo nació gracias a Tere Oteo, y eso me dejará más tranquilo; cada vez que leáis un libro de ella, pasad de mí olímpicamente y prestad atención a lo que os cuenta.

            Os dejo el enlace de Cuando sabes que estás muerta, por si os gusta lo que nos cuenta hoy. Estoy seguro de que sí.
https://www.casadellibro.com/libro-cuando-sabes-que-estas-muerta/9788494733420/5983285

            ¡¡Miles de gracias, Tere!! Beso fuerte.

            Hasta la semana que viene.


Necesitaba vacaciones


No era esta mi intención, Dios lo sabe, o el diablo, o mi conciencia, si es que tengo. Yo vine aquí buscando unos días de tranquilidad y relax, lejos del estrés, de la rutina, del trabajo.



Mi único objetivo era desconectar del ordenador, del correo electrónico, del teléfono móvil, pero las cosas se complicaron y la situación se me fue de las manos.


Al principio todo parecía normal. Una urbanización tranquila, un «Melrose Place» a la española: piscina, jardines, zona de barbacoa, bungalows individuales…

Podía escuchar el silencio, era como estar en el Hall de la Nada.

Solo Rosa en el 122. Rosa y su marido con su pijama de rayas. A las ocho ya estaban en el jardín: ella, el marido, creo que se llamaba Benito, y el pijama de rayas. Pero no molestaban. Tan solo aquella veleta multicolor girando en la entrada de su casa producía un pequeño cortocircuito en mi cerebro, nada preocupante.

Luego llegaron los alemanes, es cierto, lo reconozco, aquellos dos niños tan rubios comenzaron a estresarme, a desestabilizarme.

Y cuando quise darme cuenta los vecinos del apartamento contiguo bañaban a su perra en el jardín con el agua helada de la manguera, sentí pena por aquel animal.

Y el jardinero con el cortacésped deteniéndose a hablar con cada vecino que veía en la puerta de su casa, y el señor de la empresa de mantenimiento limpiando la piscina y colocando las piedras del camino que se habían levantado con el frío del invierno: pom, pom, pom (taladraba mis neuronas).

Y el perro de Rosa, que decide explorar la urbanización en solitario, y su marido con el pijama de rayas, y la veleta girando, y el ruido de las ruedas de un trolley que acaba de llegar agarrado a unas manos que buscan despistadas el chalet que coincida con el número que aparece en las llaves que les han entregado en recepción. Y gente que habla y no puedo ver ni entender lo que dicen, y el vecino de Rosa barriendo el porche y el del cortacésped que no acaba nunca, y Rosa que saca la basura, y el pijama de rayas, que fue el primero en mancharse de sangre.

Yo solo quería escribir un relato de cine.

Supongo que esto puede servir como declaración de culpabilidad o como anexo a mi necrológica.



8 comentarios:

  1. Un saludo, Teresa. Al ser un relato con un final explosivo, es de mis favoritos, me quito el sombrero y te doy la enhorabuena. Muchas gracias.

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    1. Hola Merche, muchísimas gracias a ti por leerme y por tus palabras. Intento buscar finales que descoloquen, creo que es lo más característico de mis textos. Me alegra que te haya gustado.
      Un beso!!

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  2. Me has dejado cao, Teresa. Lo ultimo que esperaba es un final asi, tan súbito. Genial

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    1. Hola Ana, si te he dejado k.o mcon el final, misión cumplida :), puedo darme por satisfecha, es lo que busco.
      Muchísimas gracias por leerme y dejar tu comentario.
      Un beso!

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  3. Jose, muchísimas gracias a ti por cederme un huequito en tu fantástico blog y por tus palabras que son, sin duda alguna, exageradísimas :))
    Sabes que te quiero mucho y que te deseo lo mejor siempre, espero que nos veamos prontito y sigamos compartiendo momentos y letras.
    Un beso enorme y muchísimas gracias por todo!!

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    1. Nada que agradecer, Tere; y de exagerado nada, Jajaja. Yo también lo espero. ¡¡Un besazo!!

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  4. Perfecto ese "crescendo", que nos empuja hacia el giro del final; pero también nos sumerge en la espiral que gira, cada vez a más velocidad, hasta desquiciar al protagonista y, en cierto modo, al lector, hasta que todo estalla. Un placer descubrir esa locura.

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