domingo, 20 de noviembre de 2016

"El regreso de Eric" A.G.Keller

         
Era 31 de octubre de 2016. Eric se encontraba en su apartamento, dejándose acompañar por el ruido de los coches, que junto con los gritos de los niños, buscando dulces esa noche de Halloween, le daba un aire especial a sus días llenos de monotonía. Se sentó en la terraza para tomarse un vaso de whisky mientras se fumaba un cigarrillo; levantó sus ojos negros al cielo para admirar las estrellas, pero al toparse con la luna, se maravilló porque quizás por ser la noche de brujas, poseía un brillo diferente…
El sonido del móvil le sobresaltó. De inmediato lo sacó de uno de los bolsillos para darle un rápido vistazo a la pantalla, antes de tomar la llamada:
—¿Qué tal, José?
—Por fin se te oye la voz, Eric. Ya nos estábamos comenzando a preocupar.
—Ando un poco alejado, pero todo bien.
—¿Mucho trabajo?
—Lo de siempre. Pero, cuéntame: ¿a qué se debe el honor? —explicó, desganado.
—Llamaba para recordarte que la reunión de esta noche será en el cementerio.
—¿El cementerio? —apartó su mirada para posarla en el vaso lleno de licor.
—Sí, Eric. ¿Qué mejor lugar que la casa de los muertos? Además, no te hagas el loco, que ya es una costumbre el reunirnos todos los años para celebrar Halloween.
—Pues sí que lo había olvidado. ¿Quiénes irán? —inquirió con curiosidad, para luego tomarse de un solo trago el resto de la bebida.
—Los de siempre: Hannibal, Charlotte, los gemelos vampiros y yo. ¿Qué me dices? ¿Contamos contigo?
—No sé qué decirte, José. Ando con el ánimo por el piso.
—¡Haz un esfuerzo, hombre! Solo tenemos la oportunidad de disfrazarnos una vez al año. Será  como en los viejos tiempos. Además, Charlotte anda preguntando por ti.
«Preguntando por ti». Repitió en su cabeza, sintiendo enseguida cómo el vello de la nuca se levantaba, al mismo tiempo que un desasosiego terrible se hizo con él de repente, tomándolo por sorpresa.
—Intentaré ir, José. Pero no te prometo nada.
Dio el tema por zanjado al no darle seguridad a su amigo. De todas maneras, no tenía caso explicarse, ya que José jamás entendería lo abatido y sin fuerzas que Eric se sentía. Sin embargo, antes de despedirse, le pidió los datos de cómo llegar al lugar.
Se fue a servir otra copa, para luego volver a la terraza. Necesitaba relajarse y espantar esa extraña sensación que sintió al sólo escuchar el nombre de Charlotte. Eric y sus amigos la habían conocido en un bar (seis meses atrás). Era su primer día de trabajo como barista, y cuando él le ordenó un café expreso, se dio cuenta que era una mujer hermosa y sencilla.
Eric comenzó a frecuentar el lugar con absurdas excusas. Deseaba verla y poder dar paseos con ella por el boulevard, frente al mar que quedaba a tan sólo unas cuadras. Varios meses pasaron y sin mucho esfuerzo se fue sintiendo cómodo a su lado, hasta que una noche se dio cuenta que ella poseía algo inexplicable, algo que le provocaba miedo; algo que se estaba metiendo bajo su piel, y dentro de sus pensamientos.
Lleno de pánico, se alejó. No volvió a pasar por la cafetería, ni siguió rondándola.  Estaba convencido de que si continuaban viéndose, Charlotte llegaría a ese lugar especial del que no se sentía seguro de querer compartir, porque su corazón, aunque ya se había recuperado de la muerte de Shelly, era un lugar sensible, delicado y muy susceptible.
Una hora más tarde, después de una larga reflexión, Eric encendió otro cigarrillo y verificó su reloj de pulsera, que marcaba las 9:35p.m. Decidió ir al cementerio, necesitaba resolver ese asunto, debía enfrentarse de una vez por todas a ese pavor que le tenía a enamorarse. Desde que se prohibió verla, casi no comía, con esfuerzo trabajaba y apenas dormía… Su vida se había convertido en un infierno.
Desafiar ese miedo era en lo que se debía enfocar, no le quedaba otra salida que volver a verla. Aplastó la colilla y retocó su maquillaje en el espejo del baño, antes de marcharse al lugar de encuentro. Pensando con una sonrisa en los labios: ¿De qué se habrá disfrazado?
—¡Eric! ¡Por acá!
Lo llamó José, desde lejos, y en compañía de Hannibal, los gemelos vampiros y la adorable Charlotte, que al verlo, corrió a saludarlo, vestida de Morticia.

3 comentarios:

  1. Cuando se huye de ser amado, me gustó mucho ����������������Keller ��

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  2. Me encantó tu relato, Adriana. Y fue un placer que mi personaje tuviera un sitio tan especial en él. Gracias de verdad. Un beso fuerte.

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  3. Adriana, me gustó mucho te relato por el simple hecho de que tiene bastantes diálogos. ¡Eres de las mías! Felicidades, guapa

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