jueves, 19 de enero de 2017

"Regalo de cumpleaños" Susana G. Pastor


Carmina había perdido su alegría. Se fue como las aves que anidaban en el Nogal, ese que guardaba en un rincón de su memoria y que había formado parte de su infancia. Cumplía 42 años y frente al espejo contemplaba su rostro, su mirada sin alegría. Buscó algo que le recordara ese sentimiento en su mente. Se dibujó la imagen del Nogal que había sido parte de la casa de sus padres, y en la que siguió viviendo después de la muerte de ellos.

Ese árbol había sido testigo de sus viajes. Viajes que hacía con su imaginación cuando tomaba un libro y se sentaba bajo su sombra, apoyando su espalda en el tronco.

Bajo sus ramas soñó con ser la heroína de sus historias, casarse y tener hijos. Pestañeó y volvió a la realidad; miró sus manos, tratando de frenar el impulso de comerse las uñas.

Mientras su marido dormía, ella siguió frente al espejo, haciendo el balance de su vida. Se había casado con un buen hombre. Se disfrutaron durante un par de años, preparándose para la llegada de los hijos, pero estos nunca llegaron.

Pasaban los meses, los años, y esta parte que ella había soñado bajo el Nogal no se hizo realidad, entonces se dio cuenta que su alegría se fue perdiendo día a día, mes a mes, año tras año.

Caminó hacia el dormitorio y miró a su marido con amor. Lo amaba, pero ese amor no llenaba el vacío que sentía en su interior.

Se acercó sin hacer ruido. Tomó el libro que estaba leyendo y se dirigió al patio. Se sentó bajo las ramas del Nogal; llevaba mucho tiempo sin hacerlo. Cerró los ojos por un momento. Cuando los abrió se encontró con la mirada de su marido; ella le permitió acomodarse a su espalda como lo había hecho muchas veces en los primeros años de casados, cuando leían juntos y compartían sus sueños. Él la beso y le deseo feliz cumpleaños. Le entregó un sobre. Carmina lo tomó con manos temblorosas. Cuando vio el contenido, sus ojos volvieron a brillar de alegría. Después de tantos años esperando tenía en sus manos los papeles de adopción. Giró la cabeza y miró los ojos de su marido: estaban vidriosos.

-Mi amor-dijo él-: este es nuestro volver a empezar. Aquí y ahora volvemos a soñar. Recuerda: todo queda atrás. “Todo acabó”

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