martes, 24 de enero de 2017

"Una vida en guerra" Luis A. Delgado

           

Berlín, 1942.

La segunda guerra mundial estaba en plena ebullición, aunque ya no duraría mucho. El silencioso pasear de la gente denotaba tensión, miedo. La ciudad, tras el paso de las bombas, tenía un aspecto lúgubre. Las últimas ráfagas de metralleta habían dejado un rastro de muerte y dolor. Pero, como todo en la vida, siempre había alguien sin temor a la muerte, y menos si es alguien que puede llevar información valiosa. Ese era el caso de Alvi: un chaval de catorce años y cara angelical; ojos verdes, bastante enclenque, débil y gandul. Nadie podía desconfiar de él ya que, a simple vista, parecía un chico sin gota de maldad. Lo que nadie sospechaba era que guardaba una manía: espiar conversaciones ajenas. Por eso se ganó la confianza del ejército aliado.

“Último mes de guerra. Hitler ya se está oliendo la tostada. Todos sus altos cargos le guardan un secreto: su ejército no ha puesto en marcha el último avance. Cree que son ideas absurdas suyas y sigue con el plan acordado. Himler y compañía saben que si se entera el führer se puede preparar una gorda. Me reuniré con ustedes en breve en la plaza del reichstag. Estaré en el rincón de siempre. Atentamente, Alvi”.

Y así lo hizo. Después de que los aliados recibieran esta misiva, llegó el chico al lugar indicado:

-Hola, muchacho. ¿Sabes algo más?

-¿Tiene mi dinero?

-Si, pero ya sabes el trato: primero nos entregas la información y nosotros luego te pagamos. Así que cuéntanos más, o si no, no cobras.

-De acuerdo: Hitler se ha reunido con sus altos cargos esta mañana. Ha dado órdenes de seguir con el plan fijado. Ellos, al no poder guardar la alta traición hacia el führer, deciden cantar. Se pueden imaginar la que ha montado el III Reich.

-¿Quieres decir que podemos ganar la guerra?

-Hombre, al menos, fácil lo tienen, mi teniente.

-Gracias, muchacho. Al fin tu manía de espiar sirve para algo. Toma tu dinero. Verás que hay as de lo que esperabas. Disfrútalo… si puedes

El muchacho enclenque regresaba a casa. Pero sucedió algo con lo que no contaba. Los aliados descubrieron que él trabajó para los nazis en el periodo “de paz” antes de que la II Guerra Mundial arrancara Entonces, ¿por qué se “unió” a los aliados? Por arrepentimiento, pero le sirvió de poco. Cuando quiso huir, recibió un tiro por la espalda, delante de sus padres.

-¡Mi hijo! ¡Habéis disparado a mi hijo! ¡¿Por qué?! No te mueras, mi niño, te lo ruego…

-No se preocupe, madre. Coja el dinero y váyanse. Yo estoy en paz, recibí lo que merezco.

-¡No! ¡No te mueras!

-Adiós, madre, dele un abrazo a padre; dígale que le quiero. Si hice esto fue por llevar algo de dinero a casa. No me guarden rencor.

Nada pudieron hacer por Alvi. Murió en mitad de la plaza. Se acabaron sus andanzas. Al día siguiente le enterraron y en su lapida pusieron un escueto epitafio:

“DEJA DE CONTAR”

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