lunes, 25 de diciembre de 2017

Especial Navidad 2017: Navidad de telarañas (Carmen Estrada/ Grupo B)


Su mente era una gran telaraña infernal, acentuada por esa alegría, que en tiempos de Navidad, todo el mundo parecía expeler: ¿de dónde demonios sacarían esas sonrisas, de verdad su vida era tan maravillosa como para verse envueltos en esa felicidad luminosa?

Para él, estas fechas, su falso esplendor, y esa plenitud que suponía ficticia, solo eran motivo de fastidio y de malhumor. Sus problemas se hacían aún más grandes, y echaba la culpa de todos ellos a aquellas personas cercanas que le acompañaban en su día a día. Eran sus presas atrapadas en el hilo de seda pegajoso en que se convertía cualquier relación con él.

Su madre y familia más próxima no comprendían su situación de empobrecimiento, ni su empeño por trabajar para una empresa que no le pagaba, que se encontraba prácticamente en la ruina por la mala gestión de su propietario, circunstancia que iba minando su confianza y su autoestima, segundo a segundo. Levantarse cada mañana para desempeñar un empleo sin tener la seguridad de cobrar por él, le desesperaba. A lo mejor un mes percibía en su cuenta un ingreso por algo menos de la mitad de su sueldo; otro, había suerte, y estaba la cantidad completa. Sin embargo, al siguiente, no había nada, y él tenía que hacer frente a los mismos gastos cada treinta días. Y más desde que se había separado… su ex, que le estaba sacando todo lo que no tenía y más.

Si no hubiera aparecido ella… Lo tenía todo muy bien arreglado. No era feliz con su pareja, aún así, acababan de tener un hijo y había asumido que esa iba a ser su vida. Encontró a una pobre incauta que hacía por él todo lo que quisiera, con ella compartía sus fantasías más ocultas, entre ellas a tantas otras mujeres de usar y tirar a las que engatusaba a través de internet. Ya la había avisado desde el principio que él tenía una familia, y no la iba a dejar porque no deseaba quedarse solo;  además él no quería enamorarse de una mujer con hijos, que ese era el caso de ella. A pesar de todo eso, Elena se enamoró de él con el paso de los años, después de perderse a sí misma en una tormentosa y apasionada relación. Así que lo tenía todo controlado. Aunque su situación económica no era buena, su mujer tenía fortuna personal, su amante le ayudaba con lo que solicitara, y tenía un hijo, no era un gran futuro pero al menos había una cierta estabilidad.

Y de pronto, como una más de sus víctimas, apareció la mujer de su vida, respondiendo a uno de sus mensajes trampa para sexo ocasional. Ella. La había conocido por casualidad en un curso y aunque no cruzaron palabra entonces, él pensó que con esa mujer pasaría su vida entera.

Y todo dio un vuelco. La trama de mentiras en la que su mundo se sostenía cayó por su propio peso. Sus temores se hicieron realidad. Durante casi dos años, mantuvo pareja, novia, amante y entretenimientos hasta que se quitó la máscara y todo se precipitó. Tuvo que hacer frente a lo que le pedía su ex, cantidades que no veía cómo iba a conseguir, se llevaría al niño con ella, apenas podría verle. Su amante se dio cuenta de que solo había sido un juguete más entre sus manos y, llevada por la desilusión y el desencanto, se fue alejando de él.

Y ella… No podía controlarla, quería salir con sus amigas, ir y venir con su familia, no deseaba hijos por el momento, no le gustaba su casa. A nadie le gustaba aquella casa que compró con toda la ilusión y que todavía estaba pagando. Cierto que se situaba lejos del centro y calentarla en invierno era una auténtica inversión, más ahora, que estaba vacía, su ex se había llevado casi todos los muebles, pero era uno de sus sueños.

David  Jiménez Ruíz, el gran arácnido, se había visto enredado en su propia trampa.

Estaba harto. Eso era lo que representaba la Navidad para él. Soledad, impotencia, rabia… y ahora querían que fuera a comprar una de las figuras que se había roto del belén. ¿Qué le importaban a él, el belén y sus figuras?

Tan funestos y ruidosos eran los pensamientos que le acompañaban en su camino hacia el mercado navideño, que competían con los villancicos que amenizaban las calles de la ciudad y ennegrecían, aún más, el peso de sus preocupaciones. Por fortuna, la sonrisa de su pequeño tenía el poder de sacarle de ese ensimismamiento que dibujaba aquel rictus amargo en sus labios.

Este año habían acomodado nuevas casetas en la Plaza Mayor de la ciudad, al modo de los tradicionales mercados europeos, habría figuras hechas a mano para los belenes en lugar de esas otras, realizadas en serie, tan horribles. A pesar del frío y la niebla, la gente se había echado a la calle con los niños para verlas y disfrutar de las distintas atracciones navideñas, de la iluminación, en fin de todo eso que nos rodea en estas fiestas.

Las chirriantes reflexiones de nuestro protagonista llamaron la atención del espíritu de la Navidad  Presente, siendo uno de los elegidos para recordar que siempre, pero más en estas fechas, debemos ser conscientes de aquellas cosas que tenemos, y sin las cuales aún, seríamos más infelices. Rodeó su persona, le siguió, por una oreja se adentró en su cerebro y se quedó contemplando, minúsculo, como se movían los engranajes de su mente. Era un paisaje desolador y sombrío, lleno de ideas tristes y ofensivas hacia los demás. En su búsqueda, solo encontró en un rincón el eco de algunas sonrisas, viejos recuerdos que parecían haber sido olvidados y rechazados. Las buenas sensaciones aparecían vapuleadas, pisoteadas y perdidas, oprimidas por todo ese rencor e inseguridad que le cegaban los ojos y el corazón. Salió por la otra oreja y decidió que aquella Navidad abriría la mente de aquel incrédulo a la fantasía y la ilusión.

Se detuvo en uno de los puestos en los que un artesano mostraba sus figuras, todas eran diferentes, estaban realizadas a mano, entre todas ellas se decidió por una pequeña pastorcita de 12 centímetros, un poco rechonchita, según las maneras y el capricho del artista, cubierta con una esquemática túnica de gruesa lana blanca y un pequeño corderito negro a sus pies, y metiéndose dentro de su alma de barro, la figurita  cobró vida. Sus minúsculos ojillos parpadearon abriéndose a la realidad, siempre le costaba adaptarse a esos cuerpecillos inanimados, encorsetados en su materia, y a la imagen que desde ellos ofrecía la realidad, pues en verdad, era muy limitada. Y se encontró con la cabeza del niño apoyada en el mostrador del puesto, con su mirada alegre, pero fija, en la pastorcita en que se había convertido; una amplia sonrisa surcaba su rostro inocente y pudo ver el pensamiento libre y sincero que circulaba por su mente: “Me gustas” dijo para sí en silencio. Y la pastorcilla se volvió hacía él y le guiñó, divertida, un ojo. Sorprendido y nervioso, se volvió hacia su padre.

—¡Quiero esa! ¡Puede hablar! ¡Lo sé!

El hombre, siempre tan serio y reconcentrado en sus oscuros pensamientos, rompió a reír. Y la pastorcilla supo que no estaba perdido. Asombrado por la decisión tan firme de su pequeño, y la razón tan variopinta que aportaba a su deseo, se dispuso a darle gusto, no sin antes preguntarle al respecto.

¡¿Que puede hablar?! ¿Cómo sabes eso, Manuel? Además a mí me gusta más esa otra que está detrás apostilló un poco dubitativo.

No, papá, esa no. No puede hablar, y tiene cara triste, y la que me gusta a mí puede guiñar los ojos… ¡La he visto! Papá, compra ésa, por fi. Seguro que le gusta a la abuela más que la otra, ¿a que sí?

Cómo iba a poder resistirse a semejante vocecita y a su lógica, tan llena de imaginación y elocuencia.

Está bien, nos llevaremos ésa, Manuel. Tienes razón, creo que le gustará más a la abuela que las otras y, a fin de cuentas, va a estar en su belén.

Gracias, papá respondió Manuel, casi saltando de alegría.

Y la diminuta pastorcilla comenzó su viaje envuelta en plástico de burbujas y hojas de periódico, metida en una pequeña bolsa de papel que un niño feliz transportaba hasta casa de su abuela, de la mano de su atribulado padre.

Todavía con la ropa de abrigo puesta, y dos espléndidos coloretes en las mejillas provocados por el frío del invierno, Manuel entró corriendo en la cocina en busca de su abuela.

Abuela, abuela, mira lo que hemos encontrado para ti.

Mi pequeño, enséñame qué es lo que traes.

Y a la luz salió la nueva figura del belén, en seguida fue colocada en su lugar, desde donde podía observar a toda la familia, el cariño que todos ellos desprendían, el celo con el que se cuidaban, todos y cada uno de sus integrantes y, en especial, puesta la atención en David y su pésimo humor en estos complicados días por los que atravesaba. La noche de Navidad no era un día para polémicas entre hermanos, se juntaban muchos, grandes y pequeños, y debían ser capaces de limar diferencias y disfrutar aunque hubiera personas a las que se echara de menos.

Había que hacer muchos preparativos, todos se movían de un lado a otro, los niños gritaban y corrían, y él, envuelto en su tela de araña, se vio acosado por los recuerdos de su padre y abuelo, mientras asomado a la terraza se alejaba de todo el jaleo. Una lágrima se perdió sobre su mejilla en lo que contestaba los whatsapp de su novia, que pasaba esa noche con su familia. No conocía una Navidad que hubiese estado acompañado, cuando estaba con su ex pareja pasaban las vacaciones separados. Toda su vida era una sin razón. Tratando de alejar los malos pensamientos y evitar así, entrar de nuevo en el bucle de desesperación que su propia soledad interior le provocaba, abrió la puerta para entrar en el salón, y de camino a la cocina, se detuvo en el belén, observando el conjunto con la nueva pastorcita y, de repente, algo extraño sucedió: se vio envuelto en una neblina que detuvo los movimientos de los demás, el silencio se apoderó del instante y notó como alguien llamaba su atención. No podía ser. Era la pastorcita. Sentada al borde de la mesa en la que descansaba el belén, había aparecido una joven pastora que de modo extraño y sobrenatural le contemplaba.

Manuel tiene razón, puedo hablar. He venido aquí para ayudarte a reconocer la bondad que te rodea y que ya no sabes ver. Conoces tu pasado, no sabes nada acerca del futuro, y no debes preocuparte por él, en tu mano está aceptar tu presente y cambiarlo para que sea mejor. Disfruta lo que tienes. Vive el momento. Ven, siéntate aquí conmigo, te voy a enseñar todo eso que tu obstinada ofuscación no te deja valorar; aún no es demasiado tarde para cambiar, de lo contrario, todos tus temores se harán realidad.

David no daba crédito a sus ojos, a sus oídos… ¿Quién se creía que era para venir a decirle nada?

Respondiendo a tu pregunta, te diré que soy el espíritu de la Navidad Presente.

Su cabeza andaba a mil por hora, ¿qué era aquello? ¿el espíritu de la Navidad? ¿el presente? ¿qué diantres estaba pasando? Todos parecían congelados… y esa neblina alrededor.

Mira, ven, acompáñame. Haremos una visita a las personas de tu vida.

La televisión se encendió y en ella aparecieron las imágenes de un salón, una mujer preparaba la mesa para Navidad, creyó reconocer a Elena, su amiga.

Sí, es ella, Elena. Una mujer de buen corazón que ha cometido el error de enamorarse de ti, y ni siquiera, has tenido el valor de decirla adiós; solo la trasmites envidia y rencor cuando la dices que vive muy bien, y ella, no tiene trabajo, pero sí hijos que mantener y nunca pierde la sonrisa, a pesar de tus palabras y tus continuos desprecios; y aunque no tenga mucho, su familia está detrás y la ayuda, y lo valora, como valora lo que, tiempo atrás, hiciste por ella.

Ese sobre lleva mi nombre y mi dirección.

Ella ha guardado para ti un décimo de lotería como regalo porque quiere hacerte partícipe de su ilusión, siempre te desea lo mejor. La gusta arreglarse de manera especial para este día, mira, ya están todos a la mesa, son pocos este año, porque alguno también se ha ido, y otro no quiere estar, pero eso no impide que sienta el momento.

Solo eran tres personas pero hablaban, reían, compartían la dicha de estar juntos. La pantalla se volvió gris entonces, y comenzó a difuminarse en otro salón que también conocía, el de su ex pareja.

—¿Esto es necesario?

Claro. Algún momento feliz habrás tenido con ella cuando la elegiste como madre de tu hijo. Un niño al que adoras. Ahora le está echando de menos porque está contigo; no la importa, eres su padre, y eso no la impide disfrutar de su momento familiar. Has truncado su sueño de formar una familia y tú solo ves su egoísmo al reclamar un dinero que es para tu hijo.

Se sentía despreciable. De nuevo, el telón gris y, aunque no había nada, no podía dejar de mirar. Y ahora le tocaba a ella, lo presentía, cómo la echaba de menos. ¿Por qué tenía que irse allí?

No seas egoísta. Las personas no os pertenecen, no se puede amar encarcelando un alma. Ella también quiere estar contigo y con todos los que quiere. Aunque hay cosas que no comprende, te ayuda y te sigue, quiere formar parte de tus sueños pero ahora con ese sentimiento de añoranza en el corazón, y aún con cierto temor de hacerte sentir incómodo, habla, ríe, abraza y comparte con los suyos esta noche tradicional. Aparta tus celos, tu desconfianza permanente hacia las personas y sé feliz.

Con un nudo en la garganta notaba como la pegajosa tela de araña en la que se habían convertido sus pensamientos le apretaba y le dolía, parecía que en su corazón solo cabía el rencor. Y entonces en la pantalla apareció el salón en el que estaba sentado, la casa de su madre, apenas unos minutos antes, la algarabía de los niños, las bromas de su madre y de su tía, sus hermanos, y el pequeño Manuel.

Tu madre… Muchas cosas este año, una Navidad más sin tu padre, sin tu abuelo… y tú, ¡qué no daría por ti! conocedora de todos tus problemas, y al tanto también del resto de sus hijos, que aunque les vaya mejor también son hijos, y los nietos… y tú, que con 48 años te has estancado. Pues mírala, hoy deja a un lado todas esas cosas que la preocupan, y vive, y goza de vosotros, y ríe y os quiere y es feliz porque estáis con ella, unos mejor que otros, pero con ella. Lo demás, todo, puede solucionarse, construye tu futuro mejorando tu presente, ¡vívelo! Valora lo que tienes.

Papá, papá, la mesa ya está preparada.

Hijo, te has quedado dormido, vamos todos ya a la mesa.

Tíooooooo, que estabas roncando.

Tardó unos minutos en reaccionar, la televisión descansaba apagada; miró a su alrededor, y luego al belén, se levantó y se acercó hasta él, allí estaba la pastorcilla, a su tamaño original. Debía haber sido un sueño.

—¡Papi, vamos! ¡¡Ehhhh!! Te ha guiñado un ojo, ¿has visto? Te lo dije, papá, esa pastorcilla es especial.

Sí, lo había visto, y también había notado ese chasquido interior que había hecho caer todo el entramado de sus pensamientos, la telaraña se había roto y sentía libre su corazón, ahora las cosas irían mejor, lo notaba. Cogió a su hijo en brazos y dándole un beso se sentó a la mesa y se dejó llevar por el bullicio y la alegría.

Y todo adquirió sentido en esos días, disfrutó de la presencia de los suyos, empezó a agradecer a todos sus detalles con él; notó como las cosas empezaban a cambiar, a la vez que él, modificaba su visión de los acontecimientos. Contactó con Elena, momento que ella aprovechó para darle un sobre con un billete de lotería. La pidió perdón por su actitud y la dio las gracias por apoyarle; con un abrazo se dijeron adiós. El día de la lotería del Niño ese número resultó premiado, no eran grandes cantidades pero pudo pagar a su ex pareja lo que la debía y ponerse al día, mejorando la relación entre ellos. Se planteó dejar ese trabajo por el que no le pagaban y en el que se sentía infravalorado, e invirtió en sus sueños, en la mujer a la que amaba y en su hijo.

Después de Reyes mientras ayudaba a su madre a guardar el belén, cogió entre sus manos la figura de la pastorcilla y sonrió para sí mismo, en el fondo solo hay que tener voluntad y confianza para cambiar y dejarse ayudar. Nunca olvidaría esa Navidad de telarañas.


5 comentarios:

  1. Es un buen mensaje, Carmen. Solemos descuidar lo que tenemos hasta que la amenaza de perderlo nos hace reaccionar. Enhorabuena y felices fiestas.

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  2. Recordar tu vida con una mirada limpia debería ser obligatorio. Me han llamado la atención, por expresivas y atinadas, algunos giros y metáforas que usas para conseguir atmósfera, ambiental o psicológica. Enhorabuena.

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  3. Muy bonito Carmen, has sabido envolvernos a todos con el espíritu de la Navidad. Te ha quedado genial.

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  4. Hay que valorar lo que tenemos y a quienes tenemos a nuestro lado. Enhorabuena, Carmen, un relato muy bonito.

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  5. Muchas gracias a todos por vuestros comentarios, lamento contestarlos tan a destiempo... me estoy poniendo al día con los relatos del blog antes de empezar de nuevo con el taller.
    Me gusta acudir con frecuencia a esos giros y metáforas cuando escribo, Héctor; gracias por mencionarlo, me alegro que hayan llamado tu atención.

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