jueves, 14 de diciembre de 2017

Mini relatos honoríficos 11: La mariposa y el fuego (Miguel Borgas)




Buenas madrugadas. Siempre quise empezar así. Lo decía el gran Iker Jiménez al empezar Milenio 3, y lo digo hoy con todo el cariño del mundo. No sé si lo leeréis de día o de noche, pero me hace ilu.

            Hoy, tengo el placer de presentar a un gran amiguete: Miguel Borgas. Compartimos asociación, antología, pasión, ambos vestimos de oscuro… Un gran escritor que me ha ganado con el relato de esta semana. Me ha dado dos a elegir, pero enseguida he dicho: “este”. En primer lugar porque es una fábula, y quería darle un cambio a los Mini relatos; en segundo, porque ese “No quiero hacer daño”, ha podido conmigo. Cuando uno dedica tanto tiempo a un personaje literario termina viéndolo por todas partes. El prota de El diario de un fracasado se pasa toda la novela diciendo esas cuatro palabras, y hace un instante, cuando las he leído, me he acordado mucho de él.

            “Precioso”; esa es la palabra con la que defino el relato de Miguel. No puedo dar mucha información porque lo destriparía, pero es de esos que llegan, y llegan mucho. Quizá porque a ambos nos gusta escribir historias para hacer pensar y dar ejemplo, no lo sé; pero lo que sí sé, es que este relato tenía que estar aquí.

            Cada vez que presento a un amigo o compañero voy más allá de la escritura. Veo calidad en los textos, pero al igual que cada uno escribe de forma diferente, también me encuentro con personas diferentes. Hasta ahora he subido los relatos de gente maravillosa y con la que me une algo más que letras. Miguel ha tenido varios detalles conmigo desde que nos conocemos, y detalles que no olvido. Fue uno de los que me aconsejó cómo hacer la maqueta de la novela que antes he mencionado, porque soy un inútil y no sé hacer nada bien (solo el amor); después, en el último Cylcon, tuvo lo que llamo “un gran detalle”. Antes de empezar mi presentación de Al borde de la locura (libro que también reseñó por todo lo alto hace unos meses) me dio paso leyendo uno de los relatos de dicho libro. Entre Pablo Malmierca (otro compi, y que seguro leeréis este año en los Mini relatos) y él, abrieron el libro, se pusieron en medio del recinto y leyeron el texto hasta conseguir que las miradas se centraran en su compañero: yo, a la espera de que J. D. Alonso Curiel (a quien ya pudisteis leer) hablara de mí mucho mejor de lo que merezco, y delante de todos los presentes. Como veis, ese día no lo olvidaré nunca, y tuve una ayuda triple sin pedir nada a cambio. Les salió del alma a todos porque son buenas personas.

            Hoy le toca el turno a Miguel, y por ello (aunque mi móvil es malísimo. Mi madre lo heredó de mi abuelo y ella me lo vendió a mí) quiero subir este Mini vídeo, donde aparecemos los cuatro, pero sobre todo Miguel. Se escucha su voz leyendo ese “Así fue” de Al borde de la locura.

            Lo tengo en el móvil. Ahí se ve bien pero salimos al revés; aquí creo que salimos de lado y se ve un poco mal. Me ha tocado grabarlo desde el PC. Un desastre… Pero bueno, se nos ve.

            El alto es Jorge, y eso que está a su lado con el pelo largo, soy yo. Me veréis pegar un salto y dar la mano a Pablo y a Miguel, que es quien deja el libro encima de la mesa (es el prota de hoy y a quien mejor tiene que verse).

            Tengo un magnífico recuerdo de ese día, y permitidme que lo comparta con vosotros aunque no se vea del todo bien.

            Os recomiendo leer a Miguel, a quien mando un abrazo enorme desde aquí y le doy gracias infinitas. Os dejo el link de uno de sus trabajos, y no os perdáis este relato, porque estoy seguro que os va a encantar.

            ¡Hasta la semana que viene!










La pequeña mariposa de vivos colores era la más hermosa de todo el bosque. Pero no solo su exterior era bello, no solo destacaban sus alas azules y negras sobre el inmenso verde que le rodeaba, sino que era sabido por todos los elementos que formaban la fauna y flora que ella siempre ayudaba y amaba a todos por igual. Su bondad y altruismo no tenían limite ni fin. Pocas veces se preocupaba por lo que quería o necesitaba, siempre anteponía a los demás y sus deseos por encima de lo que anhelaba. Aunque pueda parecer algo extraño, la pequeña mariposa encontraba una felicidad real en eso que hacía; algunos le decían que los demás se aprovechaban de ella, pero no les escuchaba, ya que su propio instinto era el de ayudar sin preguntar, siempre respetando y ayudando a quien lo necesitase o quisiera ser ayudado.

Un día en su paseo nocturno una pequeña luz llamó su atención, ya que de allí procedía un curioso sonido, como un quejido lastimero y tristón que se repetía de forma continuada. Una vez llegó se encontró con una pequeña fogata, aislada y cercada por piedras. La mariposa revoloteó a su alrededor, observando y mirando al cálido elemento. El fuego seguía con su particular llanto, sin haberse dado cuenta de la presencia del pequeño insecto.

—Hola —dijo ella, esperando una respuesta que tardó unos minutos en llegar.

—Hola —contestó una voz entre sollozos.

—¿Qué te ocurre? ¿Por qué lloras?

—Estoy aquí solo, y todo el que se me acerca me tiene miedo. Incluso me han encerrado entre estas piedras para que no pueda moverme.

La pequeña mariposa volvió a revolotear fijándose esta vez en las piedras que le dijo el fuego. Eran grandes y numerosas e impedían que él se expandiera. La mariposa se dio cuenta de dos cosas: la primera era que allí encerrado el fuego se extinguiría hasta morir, en soledad, sin que a nadie llegase a importarle; la segunda, que si lo liberaba la naturaleza destructiva del fuego podría causar daño a todo el bosque. Las dudas asaltaban la cabecita de quien volaba mientras miraba con tristeza los hermosos colores rojos y naranjas bailar.

Al final dijo:

—Creo que te han puesto ahí dentro por el bien común, pero desde el miedo, y no del conocimiento. No han reparado en tus sentimientos y necesidades. Sé que eres bueno, que nos calientas cuando el frio viene, que nos iluminas en la oscuridad y que en ocasiones nos proteges de seres violentos. Pero tu naturaleza tiene dos partes, los demás tan solo ven la negativa, la que engulle todo sin miramientos.

—Pero yo no quiero ser así, no quiero destruir lo que me rodea. —Los sollozos se hicieron más fuertes.

La pequeña mariposa miraba apenada a quien tenía delante. No sabía cómo podía ayudarle, no se le ocurría ninguna forma.

—Sé que aquí dentro moriré —el fuego habló con tono serio. —Pero no quiero morir en soledad, no me lo merezco, no he hecho nada malo. He ayudado a unos campistas y a un zorro que ha dormido bajo mi amparo. He ayudado y me lo pagan así, dejándome aislado y esperando que muera por algo que ellos creen que voy a hacer. No quiero hacer daño, sé que dentro de mí existe esa parte destructiva y que en realidad mi fin es extinguirme para siempre. Que he nacido para morir.

—No digas eso… —la pequeña mariposa notó sus ojitos húmedos. —Tú no estás solo, ahora mismo estoy aquí contigo, y me gusta estar y hablar con alguien como tú.

—¿De verdad? Seguro que lo dices para que me anime… Sabes que todo lo que he dicho es cierto. Noto que cada vez tengo menos fuerzas y ganas de seguir vivo; sé que mi esencia desaparecerá y me convertiré en cenizas que el viento esparcirá.

—Puede que necesites sentir amor y sentirte querido para animarte. Si siempre te has sentido solo y has visto el miedo en los ojos de los demás, o como te han usado y te han dejado de lado… ¡Pero eso termina hoy! Yo te daré un poco de cariño para que tu vida sea un poco más luminosa y cálida, ya que un fuego no puede tener ese frio interior…

—¿Harías eso por mí? ¿Cómo?

La mariposa volvió a volar rodeando al fuego, que la miraba de una forma mágica, como quien mira a su salvador, lleno de un «algo» especial e indescriptible con palabras.

—¡Ya lo sé! —comentó al final la mariposa. —Te daré el abrazo más largo del mundo, ¡será un abrazo infinito!

—Pero si haces eso… si te acercas a mí… puede que algo malo te pase y será mi culpa, y de mi incapacidad para controlar lo que soy…

—¡No será tu culpa, ni la mía! Es mi decisión, y sé que necesitas ese abrazo. Sé que necesitas una muestra de afecto, que alguien por fin muestre sentimientos de amor hacia alguien como tú, alguien que asusta por lo que es capaz de hacer, pero no por lo que hace.

—Por favor, mariposa, no te acerques tanto a mi —lloró una vez más el fuego. —Me valen tus palabras y tu decisión de hacerlo. No quiero que te pase nada malo, puede que tengas razón, pero ellos también la tienen. Los dos sabemos que pasará una vez nos juntemos y nos fundamos en ese abrazo. Por favor…

—Será algo muy bonito, y así siempre estaré contigo, y nunca más estarás solo.

—Pero desaparecerás, ¡yo te haré desaparecer! Será mi culpa y no podré seguir viviendo con eso… Será la forma de darle la razón a todos los que me tienen miedo.

—¡Tonterías!

Y diciendo esa frase, la mariposa se lanzó a darle el abrazo más cariñoso y emotivo que nadie le había dado jamás al fuego. En cuestión de segundos el insecto desapareció para siempre, pero no hubo dolor en esa muerte, al menos no para la mariposa. El fuego pudo notar por una fracción de tiempo muy leve el amor, hasta que acto seguido se dio cuenta de lo que había hecho de forma indirecta. Había convertido un acto de amor hacia él en un suicidio. Dentro de él, sentimientos encontrados aparecieron, haciéndole llorar, aunque sentía una gran alegría en su ser. Se fue apagando poco a poco, dentro de su cárcel de piedras, autodestruyéndose, dejándose apagar para siempre y que así las cenizas de la mariposa y las suyas se fundieran en la eternidad y se hicieran uno.

 

La luz se apagó en el bosque y todos durmieron en paz, y seguros al ver, desde sus casas, cómo el fuego desaparecía para siempre.


4 comentarios:

  1. Una fábula muy bonita, Manuel. Sin embargo, a la vez de intrigante desde el inicio, es Triste y con desenlace trágico. Gracias por compartirla. Un saludo.

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  2. Los malditos prejuicios, el peso de la culpa, el miedo... todo lo que atenaza al ser humano y el conflicto entre el individuo y el colectivo... Tenía razón José: hace pensar.

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  3. Muchas gracias por compartir esta pequeña fabula. Tu palabras me han llegado y las guardaré en mi corazón por siempre. Espero que los lectores de tu blog disfruten de este relato.
    Un abrazo enorme.

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  4. Una lectura que incita a la reflexión, con un poso que llega muy dentro. Hermosas palabras

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