lunes, 12 de diciembre de 2016

"El último tren" Laura Martín

       
La mujer del traje de cuero dejó el bolso en la estación. En cuanto se deshizo de él se sintió aliviada, para su sorpresa. Cerró la puerta de la taquilla y guardó la llave en el puño. Ya estaba hecha la primera parte del trato, ahora debía de reunir el coraje para la segunda.
Como las últimas semanas había adelgazado, había podido enfundarse el mono de piel negra sin problemas. Ya no se llevaba, era consciente del ridículo que estaba haciendo pero, a juzgar por las miradas de admiración de los hombres, al menos le quedaba bien.
Siguió su camino, con la cabeza erguida, ignorando los cuchicheos a su alrededor. Sabía cuál era la imagen que proyectaba. Casi podía oír la voz de su marido: “¿buscas a Jacks?” En su momento le había hecho gracia, la suficiente para conceder una cita a un desconocido.
Con él todo había sido muy fácil. No era un hombre que expresara verbalmente sus sentimientos, en cambio, una sola mirada bastaba para saber lo que sentía. Todavía era capaz de evocar sus ojos recorriéndola, el roce de los dedos en su piel, el cálido aliento en su cuerpo.
Recordaba esas tardes de películas y palomitas, esas noches de bailes sensuales en las discotecas. No podía haber sido más perfecto.
Pero se había acabado, debía asumirlo. Los últimos meses sin él habían sido un infierno.
Tina se dirigió a la playa, la misma que había sido testigo de tantas noches de pasión, y respiró el aroma a sal. Cerró los ojos unos segundos, rememorando su cara y su sonrisa; después, encauzó sus pasos hacia el Cerro de Santa Catalina, atalaya desde donde se divisaba toda la bahía de Gijón. Allí, en lo alto, podría desafiar al destino, acabar lo que había empezado.
Las vistas eran impresionantes en esa tarde de mar embravecida. La mujer se acercó al borde del acantilado, y admiró cómo enormes peñascos recibían el choque de las olas, imperturbables. Miró la llave, quería despedirse una vez más, y la arrojó al agua, con fuerza. Una lágrima furtiva resbaló por su mejilla, la última se dijo, pues ya había derramado demasiadas.
Los recuerdos se acumulaban en su mente, retazos de conversaciones, momentos dichosos vividos junto al amor de su vida. Se arrepintió de todos los reproches de niña consentida y egoísta, continuamente pidiendo más, anhelando palabras que no le salían; en cambio, siempre supliendo con hechos lo exigido.
Unos adolescentes la miraron y se rieron, señalándola sin compasión. No le importó, no en ese momento. Se limpió la cara, suspiró y se dio la vuelta, iniciando el regreso a casa, a lo que antes solía llamar hogar. Si ella no hubiera aparecido en sus vidas, si hubiera conseguido vencer la batalla, quizá todavía podría acurrucarse en los brazos de su marido. Pero fue una rival fuerte, despiadada, que no reparaba en daños colaterales. Caminó con rabia, posando con fuerza sus pies en la senda pedregosa que bajaba a la ciudad.
“¿Siempre estaremos juntos?” era una pregunta recurrente, que le hacía en sus momentos de inseguridad. “Si no nos queda otro remedio” respondía él, seguido por un guiño y un abrazo, todo antes de que ella apareciera; después sí, todo eran palabras de amor, promesas desesperadas, miradas de conmiseración.
Aún recordaba su última noche juntos, agarrados de la mano, con los ojos rojos e hinchados después del llanto. Ella había querido acostarse a su lado y él había consentido, tal vez sin fuerzas para negarse, o puede que impotente por no poder tratarla de otra manera.
—Prométeme que seguirás adelante, que lo superarás –dijo David, serio, fijando su mirada, sin pestañear.
—No podré –respondió Tina, incapaz de mentir, vencida al saber que se acercaba el final.
—Debes hacerlo. –Él subió la mano libre a su cara y la acarició, con una sonrisa que no le llegaba a los ojos—. Por mí.
Ella asintió con la cabeza, pues el nudo que se le había formado en la garganta le impedía articular palabra.
—Te concedo seis meses de duelo; solo seis. Un mes por año que hemos estado unidos. Después, iremos juntos al lugar donde nos conocimos, me dejarás allí y te irás, sin mirar atrás.
Tina hundió la cara en su cuello, ahogando sus sollozos, aspirando su aroma por última vez. Él la abrazó, acariciando sin fuerzas su pelo, haciendo el sacrificio de mimarla, aunque no tuviera energía para más. Al principio, Tina recibió sus muestras de cariño con alegría, aliviando su destrozado corazón, pensando que todo podría cambiar, que tal vez se tratara de un error, de una broma macabra de la vida. Pero, a medida que los minutos pasaron, el roce de los dedos iba perdiendo intensidad, hasta extinguirse por completo.
Tardó en levantar su cabeza, temía lo que se iba a encontrar. Inspiró y espiró, intentando infundirse valor, hasta que las fuerzas la acompañaron; entonces se irguió.
Su cuerpo yacía inerte; “así es de imprescindible el ser humano”, pensó. En un momento estás y en el otro te vas,  la vida sigue su curso. No se había parado el mundo, todo continuaba igual; el ruido en la calle, la gente paseando, la muerte acechando en cada esquina, y todos ignorando cuándo y dónde aparecerá.
Su deseo de morir en casa se había cumplido. La maldita enfermedad lo había arrancado de su lado, sin piedad. En menos de una semana un cáncer fulminante le había barrido de la faz de la Tierra, sin importar la gente que le amaba, que le adoraba, que le necesitaba.
Seis meses atrás había querido acompañarle, como Romeo a Julieta y Julieta a Romeo, pero le había hecho una promesa, y no la podía romper. No le decepcionaría.
Así que se puso el traje con el que le llamó la atención en ese último tren Gijón-Oviedo, cogió sus cenizas y cumplió su promesa. Ahora debía caminar hacia adelante, continuar sin mirar atrás.

14 comentarios:

  1. Triste pero hermoso a la vez, Laura. ¡Ole por ti!

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  2. Jooooooo, qué triste....
    Felicidades, Laura. Besotes.

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  3. Muy emotivo, casi me haces llorar y eso que tengo un corazón de hierro.

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  4. Qué sorpresa Duque, gracias por pasarse por estos lares.

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  5. Qué triste! Los sentimientos de duelo se plasman, felicidades Laura 🎉🎉

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  6. Pufff, se me ha erizado la piel.
    Enhorabuena, Laura. Escribes grandes relatos

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  7. Emotivo y medido, te lleva por un camino previsible y, aún así, te mantiene atento. Enhorabuena

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  8. Muy emotivo. Intenso y profundo. Precioso.

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  9. Nos gusta mucho tu estilo, gran relato con belleza y tristeza en su justa medida ¡enhorabuena! www.exlibric.com

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