viernes, 30 de diciembre de 2016

"Forjando una nueva Navidad" Luis Alberto Delgado

     
Qué sensación más rara. ¿Dónde me encuentro? Me siento mareado, desorientado. ¿Qué está ocurriendo? Salgo de este habitáculo tan raro y todo lo que me encuentro es muy distinto a la ciudad que ayer dejé cuando me acosté. No sabría explicar cómo he aparecido aquí.

            -Señor, ¿dónde estoy?  ¿Qué hago aquí?

            - Estás en un tiempo conocido como el futuro, mi fiel herrero. Te he trasladado porque con tu personalidad templada a golpe de martillo y tu serenidad forjada con los años, conseguirás un propósito que tengo para ti.

            -Dime, ¡oh, señor! ¿Cuál es ese cometido que tienes para mi humilde persona?

            -Hay un niño que ha perdido el rumbo, cree que si no tiene todo lo que pide para Navidad, perderá su “fe”. Tienes que hacerle ver que la Navidad es algo bien distinto.

            Bueno, bueno.  Por lo visto mi profesión de herrero va a dar un vuelco. Por lo que el Señor me ha comunicado, en este siglo la gente es muy materialista. Mi misión es llevarle a mi tiempo para que vea lo que  es no tener nada y vivir felices.

            Sin más demora, me dirijo a casa de Antonio, un niño un tanto, como definirle…, repelente, inaguantable si se me permite decir. Sus padres, que son gente adinerada, procuraron inculcarle otro tipo de valores: que todo hay que ganárselo con esfuerzo y sacrificio, pero no hubo suerte. Por eso mi Señor me ha encomendado esta empresa a realizar.

            -¿Quién eres? Qué pinta más ridícula tienes, majo…

            -Todo a su tiempo, Antonio. Para empezar, decirte que esa personalidad tuya tan mala te traerá muchos problemas.

            -¿Y tú qué carajo sabes? Idiota…

            -Se más de lo que crees; como también sé que eres un niño muy egoísta que no comparte sus juguetes y desobedece a sus padres.

            -¿Cómo sabes todo esto? ¿Cuánto te han pagado mis padres para averiguarlo todo?

            -No me han pagado nada. No me envían ellos, me manda Dios. Vengo de una época muy lejana. Y allí te voy a llevar ahora.

            Poco convencido, acepta venir conmigo y, como por arte de magia, aparecemos en mi hogar. Antonio no da crédito a lo que ve.

            -¿Ésta es tu casa?

            -Sí, y por si lo preguntas, así es como vivimos. Puedes observar que vivimos sin eso que vosotros llamáis “tecnología”. También vivimos sin grandes lujos. ¿Somos desdichados por vivir así? No, todo lo contrario: estamos felices. Además, llevamos días esperando el nacimiento del Mesías.

            -¿El Mesías? ¿Qué Mesías?

            -¡¿Celebras la Navidad y me haces esa pregunta?! Entiendes ahora el porqué de traerte hasta mi tiempo ¿verdad?

            -Si- me dice el crio en tono triste-, ahora lo veo claro. He sido tan egoísta que he olvidado lo importante de la Navidad: la familia y el nacimiento de Jesús de Nazaret.

            De pronto se arma un revuelo. Por lo visto el hijo de Dios va a nacer. Invito a Antonio a que asista a un evento histórico y, de buena gana, acepta ir.

            -Bueno, Antonio, ¿has sacado algo en claro?

            -Por supuesto: que no debo ser tan egoísta, portarme bien con mis padres y amigos y, lo más importante: ser alguien en la vida. Gracias, amigo, jamás te olvidaré. Ni al pequeño Mesías.

            ¡Me ha llamado amigo! Increíble pero cierto. Y pensar que me iba a costar enderezarle… Pero, en fin, qué le voy a hacer. Solo llevarle de vuelta a su casa con los suyos. Me agrada ver que, después de darles la buena nueva a sus padres, sus caras tornan felices. No queda otra que volver a mi época de nuevo y disfrutar del nacimiento del hijo de Dios, aunque me voy con la sensación de que algo me ocultan sobre el niño… Bueno, eso es otra historia.  

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