miércoles, 7 de diciembre de 2016

"Siempre estaré a tu lado" Jose Rinlo

   
Esa noche todo estaba a oscuras. Las farolas del parque doña Concha no funcionaban. Aprovechando el momento y la situación, se encontraba una joven pareja, disfrutando de un rato de intimidad. Además el tiempo les acompañaba: era una noche cálida, no hacía ni pizca de frío; de repente, su momento de pasión se vio interrumpido. Escucharon como si alguien se acercase a ellos, pero no lograban ver nada, ni a nadie; se pusieron alerta durante unos minutos. Al no volver a oír nada, continuaron con lo suyo. Falsa alarma. Transcurridos 10 minutos, la feliz pareja estaba demasiado concentrada con sus quehaceres como  para darse cuenta de lo que se les venía encima.

Salidos de la nada, aparecieron tres chicos, escondiendo su rostro bajo un pasamontañas; y cada uno con su bate de béisbol correspondiente. Sin mediar palabra alguna, comenzaron a golpearlos brutalmente. Querían escapar, pero les era imposible dar un paso o hacer el amago de levantarse sin que les cayesen varios golpes a la vez.

Una vez sus atacantes se dieron por satisfechos y se fueron, los dos enamorados eran un amasijo de carne, huesos, y sangre, desparramados en el frío césped de aquel maldito parque.

Cuando se despertó, no entendía muy bien qué había pasado, ni dónde estaba; lo que sí sabía a ciencia cierta, era que no podía mover un dedo sin que le doliese, hasta el último hueso de su cuerpo.


*****


Fueron pasando los días, y poco a poco, fue recordando lo que había pasado. Sus amigos y familiares, la visitaban todos los días en el hospital, aunque su mejor visita era por la noche; todas las noches iba a visitarla su novio. No entendía cómo él no estaba postrado en una cama, igual que lo estaba ella; era imposible que se recuperase tan pronto después de la paliza que les habían dado a ambos. Y cuando le preguntaba, ¿ cómo podía estar así de bien?, siempre le contestaba lo mismo: que ya lo sabría a su tiempo, que no se preocupase ahora de eso, que descansara para que pronto pudiese volver a casa.

Todas las noches iba a arroparla, le echaba agua a las flores de su mesilla, la llenaba de besos y, luego, le leía siempre unas páginas de un libro que él mismo le había regalado; "Desafíos del destino", de una escritora gallega que a ella le encantaba, una tal Sandra Estévez.

Y así durante dos meses que llevaba ingresada en aquel hospital. Lo que le llamaba la atención, y mucho, era que siempre la fuera a visitar de madrugada; pero él le decía que era para tener más intimidad, sin nadie que los molestase. Sin embargo lo que sí le molestaba de verdad, era la cara que ponían sus familiares y amigos cada vez que les decía que su novio había estado allí, que no pasaba una sola noche sin que pasase a verla. Todos se quedaban con cara de asombro, y más de uno, de sorpresa, como diciendo: "esta tía está loca". Nadie decía nada, y al poco rato, cambiaban el rumbo de la conversación, como si no hubiesen escuchado lo que ella les acababa de decir.

Pero la última noche lo cambió todo; eran ya las 2:00 de la madrugada, y él aún no había llegado. Nunca había faltado a su cita, y justo esta vez que ella le iba a comunicar la buena noticia de que le daban el alta y que ya podrían volver a casa, no aparecía. Se puso muy nerviosa, pensando en lo peor, en que algo le había pasado otra vez. Finalmente a las 5:00h, harta de esperar, y muy agotada, se quedó dormida.

En cuanto despertó a la mañana siguiente, supo al momento que él había estado allí; el olor a su colonia inundaba toda la habitación. Se sentó en la cama, y con la vista se puso en su busca, pero ya no estaba, se había ido. Quiso coger el libro que le leía todas las noches, pero vio que no estaba en la mesilla. Se vio invadida por un sentimiento de preocupación y tristeza con el que casi se desmaya; giro la cabeza y allí estaba, en el incómodo sofá, donde él se sentaba a leérselo. Al cogerlo, vio que una nota salía de entre sus páginas; la quitó, y pudo leer el mensaje que su novio le había dejado. No entendía nada, lo poco que ponía, le daba a entender que la abandonaba.

La nota decía:

"Princesa, siempre te quise y siempre te querré. A partir de ahora, debes seguir sin mí; no obstante, no te preocupes, siempre estaré a tú lado, cuidándote".

Al entrar su madre en la habitación para llevarla a casa, se la encontró en un mar de lágrimas, con la nota de despedida de su novio en la mano. La abrazó e intentó consolarla, pero cuando le contó el contenido del mensaje que él había escrito, no podía creérselo. La miró detenidamente, y como si hubiese visto un fantasma, le dio la noticia a su hija.

-Esto no puede ser verdad, cariño. Él murió la misma noche que os pegaron. Cuando llegó la ambulancia a recogeros, ya estaba muerto. Solo pudieron salvarte a ti.

El mundo se le vino encima. Solo quería morirse y volver entre sus brazos.

4 comentarios:

  1. ¡Qué triste y hermoso a la vez! Felicidades, amigo. Te vas superando

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  2. Precioso relato, aunque triste, Jose. Me encantó. Y fue precioso lo del libro de Sandra. Un besazo.

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  3. El amor perdura más allá... Precioso

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  4. Muy bonito, José!Una visión muy romántica del amor.

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