sábado, 24 de diciembre de 2016

"Una Nochebuena diferente" Jose Rinlo


Como todos los años, montaron el árbol navideño y el belén. Y como los últimos cinco, quienes lo montaban eran Rosi y sus dos hijas, Sandra e Inés; su marido no participaba. Para él esas fechas se habían convertido en una auténtica y mala pesadilla. Desde la muerte de su hermana (princesa, como aún la llamaba hoy en día), y de su padre, celebraba de mala gana cualquier fiesta, y por obligación, solo por cumplir para que al menos sus hijas las disfrutasen. Sin embargo para el cabeza de familia, las cosas se ponían todavía más cuesta arriba a la hora de hacer que esas fechas fuesen al menos especiales para sus niñas. Llevaba años queriendo hacer pasar a su mujer e hijas, una Navidad llena de los mejores regalos y los mejores manjares, y nunca lo conseguía. Todos le decían año tras año lo mismo: "lo importante es estar juntos".
Justo un día antes de Nochebuena tuvo un sueño del que deseó no haberse despertado nunca, y así seguir en aquel mundo imaginario. En él aparecían todos celebrando la Navidad, e incluso su "princesa"; que gracias a un deseo que él pidió al espíritu de la Navidad y éste le había concedido, pudo disfrutar de ella ese día. Aunque finalmente, no dejaba de ser un sueño. Eso creía él, ya que nunca se imaginaría lo que le iba a pasar esa noche, y así hasta el 25 de diciembre a las 18:00 de la tarde.
                                                                     
24 de diciembre del 2016
Jose, junto a su mujer y sus dos hijas, salieron de su casa para ir a la de la abuela de las niñas, como siempre hacían para felicitar las fiestas a su madre. No tenían mucho para cocinar de cena, así que les sobraba tiempo. Cenarían un pollo asado, y de postre una tableta de turrón. El presupuesto no les alcanzaba para comprar marisco ni nada fuera de lo normal, aunque les hubiese gustado. Y eso atormentaba a un padre que quería que sus hijas pudiesen disfrutar de unas navidades de ensueño, y nunca era capaz de lograr su propósito.
Ya de vuelta, al entrar en el portal que daba a su piso, pudieron escuchar cómo el perro que ellos tenían no paraba de ladrar.
-Algo pasa, vosotras esperad aquí a que yo entre y compruebe qué es lo que pasa. -Rosi y las niñas se asustaron al oír hablar así a Jose, aunque finalmente hicieron caso a lo que él les había dicho.
Nada más abrir la puerta, un olor a marisco recién cocinado le golpeó con fuerza en los orificios de su pituitaria, de tal manera que incluso volvió a mirar por si se habían equivocado de vivienda; pero no, era la suya. Al entrar pudo comprobar que todo el belén estaba tirado por los suelos. Con mucho cuidado se acercó a la entrada de la cocina, y lo que vio allí lo dejo rígido como una estatua. No se lo podía creer.
            ¿Qué cojones hacía en su casa un tipo vestido de romano? ¡Y cocinando marisco! Tócate las narices.
-Hola, Jose, es normal que estés sorprendido y asustado. Solo te voy a pedir una cosa: ¿recuerdas tu sueño de la pasada noche?
-Sí, claro que lo recuerdo. Pero, ¿cómo sabes eso?
-No importa, solo recuerda el sueño, y déjate llevar. Confía en mí.
Y sin saber muy bien cómo, ordenó pasar a su pequeña familia. Las dos chicas se asustaron al ver al romano; éste les dijo que era parte de una sorpresa para ellas, que su padre lo había organizado en secreto. No entendían a qué se debía lo de su atuendo de legionario de Roma; no obstante, no le dieron mayor importancia. Su padre les explicó que se trataba de un buen antiguo amigo, y sin él, nada de lo que iban a vivir en los venideros días sería posible. Lo primero que hicieron fue darle ropa adecuada: unos vaqueros, una camiseta de manga larga y unas zapatillas; al verlo vestido de forma normal, tuvieron la sensación de haberlo visto antes, como un déja vu.
Cenaron todo tipo de mariscos: gambas, nécoras, centollos; luego una suculenta carne asada, y de postre una enorme bandeja con trozos de todo tipo de turrones. Estaban más que agradecidos con aquel hombre, con aquel "romano". Las niñas se despidieron de él y de su padre, mientras su madre las llevaba para su habitación. Tenían que irse a dormir, muy a su pesar. Al quedarse los dos hombres a solas, Aurelio, que así se hacía llamar aquel fuerte romano, confesó su secreto al bueno de Jose.
-Quiero que me escuches bien y que no te asustes, ¿de acuerdo?, y no cuentes a nadie lo que vas a oír.
-Está bien, Aurelio.
Le cogió de la mano y lo llevó a donde estaba el belén que hacía apenas unas horas habían encontrado tirado en el suelo. Le pidió que se fijara bien en todas las figuras. Al fijarse, pudo comprobar algo en lo que antes no había caído: ¡faltaba el romano!
-En tu sueño, el espíritu de la Navidad te concedía un deseo: volver a pasar unas fiestas con tu princesa y sin penurias, todo en abundancia... - Jose estaba con la boca abierta como un bobo, sin poder articular palabra. Solo llegaba a poder asentir con la cabeza, y a duras penas-. ..., y el espíritu de la Navidad te concedió el deseo, haciéndose realidad. La única diferencia, que para no asustar a las niñas, decidió concederme pasar nochebuena y Navidad con vosotros, pero con cuerpo de servidor de Roma, no con el de tu princesa. Sin embargo soy yo, tu hermana "Charo".
Los dos se abrazaron fuertemente, fundiéndose un buen rato en lo que parecía un cuerpo solo. Al estar en contacto físico, él pudo percibir el fuerte olor del perfume que su alma gemela siempre usaba. Se pasaron toda la noche charlando; no paró de contarle lo sucedido en los últimos cinco años, hasta que el cansancio hizo acto de presencia y Jose se quedó dormido en el sofá. A la mañana siguiente, los chillidos de alegría de sus dos pequeñas fueron su despertador. Se levantó muy asustado, en busca de lo que había sido una figurita del belén. Tenía miedo que ya no estuviese, o algo peor: que todo hubiese sido un sueño.
A los pocos segundos hizo entrada en el salón el bueno de Aurelio. Sintió una tranquilidad infinita, soltó un soplido de sosiego que vació todos sus pulmones. Ya más tranquilo, pudo ver que Papá Noel había inundado toda la estancia con los regalos más bonitos y más caros que uno podía imaginar. Ordenadores, tablets, relojes y cientos de juguetes para Sandra e Inés. Rosi miró a su marido escandalizada, preguntándole con la mirada de dónde había salido todo aquello; él la miró y con otro gesto señaló a su princesa, la que a la vista de los demás era un más que buen amigo. Éste se encogió de hombros y soltó una risotada cómplice.
Pasaron toda la mañana jugando con las pequeñas de la casa; ambos se dieron cuenta de que Aurelio era lo que deseaba, y así lo hicieron. Sobre todo por parte de Jose, que era el conocedor de la verdadera identidad de aquel ángel. Después de comer, todos estaban algo serios, el motivo no era otro que la inminente marcha de aquella persona tan especial. Y más que nadie, Jose. Antes de salir por la puerta, se dio la vuelta para abrazar a los cuatro componentes de la que era parte de su familia, y les dijo:
-Os pediré una única cosa antes de irme: que no estéis tristes, o yo también lo estaré. Y tú más que nadie lo sabes, Jose. Quiero que con mucho o poco disfrutéis al máximo. -Miró la princesa a su hermano, y guiñándole un ojo, le dijo-: "Lo importante es estar todos juntos". No sufráis por mí, si estáis bien y sois alegres, yo lo seré todavía más. De vuestra felicidad depende mi existencia.
Se dieron todos un fuerte abrazo y un sinfin de besos; y el deseo otorgado a aquella familia se fue. Salió por el portal y desapareció. Al volver a entrar en casa, la pequeña Inés se agachó para coger algo que había tirado en el suelo.
-Mira, papá, es como tu amigo. Toma. -Todos se quedaron de piedra al ver lo que la pequeña había encontrado. Era la figurita del belén que tanto estuvieron buscando sin éxito: "la del romano".
Cuando finalizó la Navidad, se guardaron todos los adornos para el año siguiente. Todos menos la figura que el espíritu de la Navidad había dotado de vida. Jose la dejó el resto de su vida a su lado, en la mesilla de noche para verla siempre que se iba a dormir.
El efecto fue inmediato: a partir de ese año vivieron felices, como si cada día que se levantaban fuese el último. Además Jose sabía que así su princesa sería siempre feliz, estuviese dónde estuviese.

10 comentarios:

  1. Gracias,José. Espero os guste, compañeros 🙌🙌. Feliz Navidad

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  2. Me parece que hay mucho de ti en este relato, ¿me equivoco? Me ha gustado, enhorabuena. ¡Que tengas una noche fantástica!

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  3. Precioso relato. Lo he vivido como Real. Eso significa que has trasladado al lector la emoción de tu sueño de Navidad. No estés triste tocó será mejor. Confía

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  4. Gracias, amigos. Me alegro que os gustase🙌🙌😚😚

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  5. Me emocionó leerlo, Jose. Feliz Navidad y feliz resto de tu vida. Besos.

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  6. Emocionante, querido amigo. Pienso igual que Laura. Hay mucho en ti y me alegra que la historia haya finalizado bien.

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