viernes, 27 de octubre de 2017

Especial Halloween 2017: Poemas en la noche (Leticia Meroño/ Grupo A)



La fiesta de Halloween estaba a punto de comenzar. Cada uno había elegido un disfraz y lo habían ido confeccionando en los días previos. Habían acudido todos juntos a diferentes tiendas para comprar las telas y accesorios necesarios; lo pasaban en grande cuando se reunían, cada acontecimiento lo convertían en algo divertido y pasional.. Lorelai se había disfrazado de Freddy Krueger; el jersey a rayas negras y rojas había sido fácil de conseguir, pero los detalles iban más allá, gracias a la experiencia en maquillaje de Isis la cara estaba totalmente lograda y parecía que Lorelai sufría de graves quemaduras. Lilith iba disfrazada de bruja, no era el que más le gustaba puesto que ella prefería transformarse en vampiro, pero Isis iba disfrazada de Drácula y el grupo pensaba que el más ideal y real para Lilith era el de bruja. Adam, el único chico del grupo, vestía de zombie; su papel preferido era el de matar zombies y no ser uno de ellos, pero había que ser un personaje de terror y entre todos decidieron que los zombies no podían faltar puesto que era uno de los que a todos les gustaba.

Contentos con representar a las figuras clásicas del terror, acudieron a la fiesta que se celebraba en un local de la ciudad. Al llegar allí observaron los diferentes disfraces de la gente, algunos se repetían bastante como era el de bruja y Drácula, pero existía una gran diferencia, Isis y Lilith parecían usar sus ropas habituales, el resto llevaba trajes puestos o hechos de cualquier manera. Sin duda, ellos vivían lo que hacían.

Los amigos pidieron unos cubatas y charlaron animadamente entre risas y bailes, el ritmo de Isis bajo la melodía de Depeche Mode hacia reír al resto e impregnar sus pies del ritmo.

Pasada la medianoche, las conversaciones, mezcladas con el alcohol, tomaron un aire más reflexivo. El significado de aquella noche, donde las almas podían volver a la tierra, se volvió el tema principal. Ellos habían vivido muchos acontecimientos, siempre dispuestos a abrir la mente a todo aquello que otros rechazaban; aunque como era su costumbre, cuando uno creía tener la certeza de confiar en la plena existencia de un más allá, otro ponía la razón y, con ella, motivos científicos que podrían explicar los hechos narrados. No obstante, con explicación o sin ella, todos eran conscientes de un sentimiento difícil de explicar.

Comenzó a sonar Sweet Dreams interpretada por Marilyn Manson, una canción capaz de transportarlos a otro mundo. Todos se callaron y se sintetizaron con la música y letra perdiendo conciencia de donde se encontraban.

 

Sweet dreams are made of these. (Los sueños dulces están hechos de esto)

Who am I to disagree? (¿Quién soy yo para discrepar?)

Travel the world and the seven seas. (Viajan por el mundo y los siete mares)

Everybody's looking for something. (Todos buscan algo)

 

 Cuando la música cesó, los amigos salieron del trance, la luz del local era más tenue, el tiempo parecía haberse detenido. Lilith miraba con fijeza e impertérrita hacia la barra, lo que hizo que el resto mirase en la misma dirección. Allí había un hombre sentado, vestido con un traje negro y les pareció que sostenía un vaso en las manos por la posición de los brazos, porque en realidad lo veían de espaldas. Su pelo negro dejado crecer hasta la aparición de unas pequeñas caracolas a nivel del cuello y su pose decaída le conferían un aire misterioso. Lilith lo observaba con un gesto serio y apenas sin pestañear. Sus amigos permanecieron en silencio dejándola sentir y esperando a que hablase. Los minutos pasaban y la situación no cambiaba, nadie se movía, nadie hablaba…, hasta que el aleteo de un pájaro los sobresaltó, excepto a Lilith que siguió sin inmutar su gesto. El pájaro se posó en el hombro de aquel hombre y este se giró para acariciarlo. Isis no pudo contener el sonido de asombro mientras que en Lorelai se atropellaban las palabras sin conseguir sacarlas de su garganta. Adam las miraba sin comprender, con esa cara de intriga que lo caracterizaba. Finalmente, Lilith habló:

—Las almas han llegado. ¿Podéis sentirlo?

Y es que no era casualidad, la elección de su disfraz de bruja era el más apropiado. Todos se calmaron y miraron de nuevo al hombre. Su bigote, sus ojeras, un rostro serio y decaído; inconfundible, no era un disfraz, era él.

—Podemos verlas —respondió Lorelai.

—Y sentirlas... —añadió Isis y se agachó para explicarle al oído a Adam lo que sucedía.

—Siento y, ahora, también veo —concluyó Adam.

Permanecieron en silencio, absorbiendo la paz que la instancia desprendía y mirando a su alrededor por si reconocían alguna otra alma. La música sonó de nuevo y las luces se incrementaron, el hombre se levantó y salió a la calle. Se miraron unos a otros y Adam posicionó su mano sobre el hombro de Lilith indicándole que avanzara. Dudosa emprendió sus pasos tras él.

—Menos mal que Alma no ha venido a la fiesta —comentó Lorelai mientras todos observaban salir a la bruja, el resto asintió al comentario.

Alma era algo miedosa y escéptica y siempre la mantenían al margen de todas sus alocadas aventuras, al fin y al cabo era la pequeña y preferían protegerla de algo que ni siquiera ellos entendían.

Isis, Lorelai y Adam se acercaron a la ventana para no perder de vista a Lilith.

Lilith permaneció en la calle, al lado de la puerta del local. El hombre se quedó en la acera de enfrente, bajo una farola, mirándola. La bruja pensó que quizá lo estaba intimidando y agachó la cabeza. Escuchó el aleteo del cuervo y sintió cómo se posaba sobre su hombro. Levantó la cabeza y vio al hombre sonreír. Permanecieron varios minutos mirándose hasta que el cuervo reanudó el vuelo en dirección a su dueño, se posó sobre su cabeza y comenzó a graznar. El hombre extendió su brazo con la palma de la mano hacia arriba, invitándola a acercarse. La chica se aproximó con lentitud y cuando estuvo lo suficientemente cerca cogió la mano que le había sido ofrecida. Sin mediar palabra comenzaron a caminar calle adelante.

Las farolas estaban cubiertas por la bruma de la noche lo que hacía que desprendiesen menos luz. El cielo estaba nublado ocultando la luminosidad de la luna. La noche era bastante oscura.

Lilith iba agarrada del brazo del caballero que caminaba mirando al frente. A pesar de lo extraño de la situación ella estaba bastante tranquila. No tardó en darse cuenta que los pasos los dirigían hacia el cementerio. Y fue cuando Lilith se atrevió a hablar:

¿Deseas volver?

El hombre la miró y se detuvo. Su rostro mostró la mayor de las tristezas y desvió la mirada al suelo.

—Te acompañaré donde desees, pero es el único día que puedes salir, quizá te gustaría dar un paseo por la ciudad.

—No me importa la ciudad, me gustaría escribir —contestó.

—Entonces el cementerio será un buen lugar.

Continuaron su caminar de una manera pausada, disfrutando de cada paso, respirando el ambiente frío y lúgubre que la noche les brindaba. Una vez en la puerta del cementerio interrumpieron la marcha. Lilith advirtió como las almas se movían dentro del cementerio, en una forma inconclusa, volando de un lado para otro, y cuando conseguían encontrar la salida su cuerpo iba tomando forma, mostrando quienes habían sido en la vida terrenal. El hombre aguardó a que Lilith disfrutara del espectáculo. Estaba tan ensimismada que no se percató de que el hombre la miraba, y que su rostro había cambiado, sus labios mostraban una ligera sonrisa pero, sin duda, lo más llamativo era la expresión de sus ojos que desprendían una luz hasta ahora oculta. Los ojos de Lilith también brillaban por lo que estaba visualizando y sintiendo, un espectáculo de luces que transmitía una paz y tranquilidad difícil de percibir en el día a día. Lo miró y se sonrojó al darse cuenta de que se había evadido y pensó en qué tipo de cara habría puesto ya que el hombre no paraba de sonreír.

¿Continuamos? —le preguntó a la muchacha.

—Sí, claro.

Se introdujeron en el majestuoso lugar y el caballero la guió hasta una tumba. Se sentaron sobre la lápida y Lilith sacó de su bolso una libreta y una pluma.

—Toma, ya puedes escribir.

¿Sabes? Creo que me gustaría que lo hicieras tú, me gustaría verte escribir.

Lilith asió la pluma con su mano derecha y abrió el cuaderno por una página en blanco. Aquel lugar era bastante propicio para poder acoger todas las palabras nacidas del corazón. Sin pausa, las letras surgieron:

 

Vendaval de sentimientos es tu hogar,

el que te aguarda en calma y silencio.

Las noches son frías en esta cama,

esperándote.

El sol no acude a mis días,

lobreguez.

Miro por la ventana con ilusión

queriendo escuchar tus pasos.

Mas mi corazón al fin comprende,

tú sólo volverás en la noche de muertos.

 

El hombre leyó con admiración las palabras de Lilith y por su mejilla resbaló una lágrima. Prendió la pluma de la mano de la chica, acariciándola. Escribió en una hoja, la arrancó y la guardó en el bolsillo de Lilith.

—Es un regalo.

¿Puedo leerlo?

—Léelo mañana. Yo memorizaré tu poema, para llevarlo siempre conmigo.

Lo leyó varias veces hasta que consiguió recitarlo sin cambiar ni una sola palabra.

Fuera del cementerio la esperaban el grupo de amigos que en la distancia la habían seguido. Sin Lilith a su lado ellos no eran capaces de ver, aunque Lorelai no tardó en percibir una ligera ráfaga de viento acariciando su mejilla. Cerró los ojos para recibir aquello que desconocía, algo que le produjo un escalofrío y le erizó la piel.

¿Habéis notado eso? —preguntó mientras se frotaba los brazos con las manos para paliar el frío.

—No sé a qué te refieres, pero ahora mismo mi mente está vacía, libre de toda angustia, libre de pensamiento, como si fuera un ave volando en la más absoluta libertad dejándome guiar por el viento —respondió Isis.

—No es solo eso... —no pudo continuar, las lágrimas ocuparon sus ojos encogiéndole la garganta y ahogando sus palabras. Adam la abrazó.

—Hay algo rodeándonos —añadió el muchacho.

—Son ellos —dijo Lorelai entre sollozos.

¿Quiénes? —preguntó Isis.

—Los nuestros… —pronunciaron Adam y Lorelai al unísono.

Los tres amigos se abrazaron y la brisa los rodeo, sus párpados se cerraron y se dejaron llevar por unos brazos que los acogió, sintiendo un amor que los unió y a la vez los sumió en la más profunda soledad.

Los primeros rayos de sol sacaron del trance a los chicos y se desprendieron del abrazo. Juntos entraron al camposanto en busca de Lilith. Recorrieron los pasillos angostos hasta llegar al sepulcro del escritor. Allí, sobre la lápida, descansaba su amiga. Se acercaron con sigilo hasta ella y la despertaron moviéndola suavemente mientras pronunciaban su nombre en un susurro.

Lilith abrió los ojos y sonrió a la vez que suspiraba.

¿Ha sido real? —mientras pronunciaba las palabras recordó el papel y comprobó que estaba en su bolsillo—. Sí, lo ha sido.

—Volvemos a casa, bruja —dijo Isis.

Drácula, Freddie Krugger, el zombie y la bruja caminaron hacia su hogar gastándose bromas unos a otros, divirtiéndose con lo sucedido y disfrutando de un momento que recordarían siempre. Por el camino se encontraron con alguna persona más disfrazada que volvía a casa después de la fiesta. El resto era silencio, todos dormían. Muchos habrían recibido la visita de algún ser querido durante la noche, aunque no se percatarían de ello. Y aquel día, de todos los Santos, serían los vivos los que realizarían la visita a los fallecidos, y ahora serían estos los que no se enterarían. Visitas cruzadas que tan solo se hacían tangibles para unos pocos, aquellos más sensibles que eran capaces de creer, mentes y corazones liberados de ideales que otros imponían, almas dispuestas a sentir sin ideas preconcebidas.

Al llegar a casa cada uno se introdujo en su habitación con el plan de ver películas de terror al día siguiente.

Lilith se quitó el traje de bruja, sacó del bolsillo el papel y se tumbó en la cama para leerlo.

En la hoja figuraba la última estrofa de uno de los poemas del gran escritor.

 

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.

Aún sigue posado, aún sigue posado

en el pálido busto de Palas.

en el dintel de la puerta de mi cuarto.

Y sus ojos tienen la apariencia

de los de un demonio que está soñando.

Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama

tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,

del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,

no podrá liberarse. ¡Nunca más!

 

Y debajo de los versos se leía: todo ha sido real. Una rúbrica lo acompañaba: Edgar Allan Poe

 

Lilith se quedó dormida en la placidez del mejor de los sueños, una experiencia tan mágica como real.

A las horas unos golpes en la ventana la despertaron, se levantó, recorrió la cortina y allí encontró un cuervo que con el pico golpeaba en el cristal. Cuando fue a abrir la ventana el pájaro emprendió el vuelo alejándose del lugar. La chica descansó de nuevo sobre la cama y en un breve espacio de tiempo el picoteo en el cristal regresó. Lilith observó al pájaro sentada desde la cama y pronunció "Nunca más".

Cuando todos se levantaron, cerca de las tres de la tarde, Adam preparó café y sirvió cuatro tazas que colocó en la mesa. Los amigos se sentaron alrededor de la mesa de la cocina, sujetando con ambas manos cada uno su taza, inmersos en sus pensamientos. El silencio era roto por pequeños sorbos que daban al café. La tez de sus caras mostraba cansancio y tristeza, la experiencia había sido bella pero ahora les invadía la soledad.

Se asearon y prepararon para ir a la floristería, y juntos regresaron al cementerio. Cada uno fue por una senda diferente. Lilith se acercó hasta las tumbas de sus familiares y después buscó la lápida de Edgar. Depositó sobre ella las flores que había comprado y le recitó el poema que había escrito la noche anterior.

 

Vendaval de sentimientos es tu hogar,

el que te aguarda en calma y silencio.

Las noches son frías en esta cama,

esperándote.

El sol no acude a mis días,

lobreguez.

Miro por la ventana con ilusión

queriendo escuchar tus pasos.

Mas mi corazón al fin comprende,

tú sólo volverás en la noche de muertos

 

Ella también lo había memorizado. Guardaría con cariño los versos que había creado aquella noche, la noche en que vivos y muertos habitaban el mismo lugar, la noche en que conoció a Edgar, la noche en que creó a su lado el mejor de sus poemas. Quería alargar el momento para no perder la sensación que aún la embargaba, pero sabía que tenía que irse, la estaban esperando.

Los amigos se reunieron en la puerta del cementerio.

¿Comemos por ahí? —propuso Lilith.

—Pues sí, ¿y dónde vamos? —preguntó Lorelai.

—Vamos a llamar a Alma para que venga a buscarnos y decidimos —dijo Isis.

—Perfecto —concluyó Adam.

Llamaron a Alma que enseguida se presentó con el coche a recogerles.

¿Qué tal fue la fiesta de disfraces?

—No sé si querrías saberlo... —habló Lilith.

—Con lo caguica que eres —rio Isis.

—Mejor no me contéis nada.

—Lo que está claro es que Lilith tiene para escribir otra novela —añadió Isis mientras Adam y Lorelai reían sin parar y Lilith permanecía, sin escucharles, sumida en sus pensamientos unos metros más atrás.

Cuando miraron hacia la muchacha para decirle que avanzara, la sorprendieron con la cabeza ligeramente hacia atrás mirando al cielo y con un pájaro negro sobre su hombro.

16 comentarios:

  1. Enhorabuena, Leticia. Me ha gustado mucho el toque de los poemas. Buena elección con el personaje que es de mis favoritos. Un abrazo.

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  2. Muy buen relato y genial descripción de los personajes, yo me identifico con Alma jajaja

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  3. Relato complicado, tanto por la estructura como por la elección de personajes. Buen manejo de la tensión y desarrollo. Enhorabuena.

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  4. Buen relato, Leticia, recordando a uno de los mejores genios. Enhorabuena!

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  5. Gracias a todos por pasaros y comentar :)

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  6. Un relato que me ha resultado diferente, en el que lo sobrenatural aparece como en un susurro, en una ensoñación. Felicidades

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  7. Gran relato. Me ha atrapado hasta el final. Enhorabuena, Lety!

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  8. Gran tributo a Edgar Allan Por. Felicidades.

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  9. Felicidades Leti! Me ha gustado muchísimo.

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  10. Enhorabuena Leti! Es preciosa, magistral, la historia, me ha gustado mucho.

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